Cuando hablamos de características geológicas sorprendentes, a menudo nos limitamos a las de la Tierra.
David Rothery, The Open University
Cuando hablamos de características geológicas sorprendentes, a menudo nos limitamos a las de la Tierra. Pero, como geólogo, creo que eso es una locura: hay tantas estructuras en otros mundos que pueden emocionar e inspirar, y que pueden poner en perspectiva los procesos de nuestro propio planeta.
Aquí están, sin ningún orden en particular, las cinco estructuras geológicas del sistema solar (excluyendo la Tierra) que más me impresionan.
El cañón más grande
He omitido el mayor volcán del sistema solar, el Olympus Mons de Marte, para poder incluir el cañón más espectacular de ese planeta, el Valles Marineris. Con 3 000 km de longitud, cientos de kilómetros de ancho y hasta ocho kilómetros de profundidad, se ve mejor desde el espacio. Si tuviera la suerte de situarse en uno de los bordes, el borde opuesto estaría más allá del horizonte.
Probablemente se inició por fracturación cuando una región volcánica adyacente (llamada Tharsis) comenzó a abultarse hacia arriba, pero se ensanchó y se hundió en profundidad por una serie de inundaciones catastróficas que alcanzaron su clímax hace más de 3 000 millones de años.
Las montañas plegadas de Venus
Vamos a aprender mucho más sobre Venus en la década de 2030, cuando lleguen dos misiones de la NASA y una de la ESA, la Agencia Espacial Europea. Venus tiene casi el mismo tamaño, masa y densidad que la Tierra, por lo que los geólogos se preguntan por qué carece de una tectónica de placas similar a la terrestre y por qué tiene comparativamente poco vulcanismo activo. ¿Cómo extrae el planeta su calor?
Me tranquiliza que al menos algunos aspectos de la geología de Venus nos resulten familiares. Por ejemplo, el margen norte de las tierras altas denominadas Ovda Regio es sorprendentemente similar, aparte de la ausencia de ríos que atraviesan el patrón erosionado y plegado, a las “montañas plegadas” de la Tierra, como los Apalaches, que son el resultado de una colisión entre continentes.
Las perforaciones de Mercurio
Estoy haciendo un poco de trampa con mi siguiente ejemplo, porque es a la vez una de las mayores cuencas de impacto del sistema solar y un volcán explosivo dentro de ella. La cuenca Caloris de Mercurio, de 1 550 km de diámetro, se formó por el impacto de un gran asteroide hace unos 3 500 millones de años, y poco después su suelo fue inundado por lavas.
Poco después, una serie de erupciones explosivas abrió agujeros de varios kilómetros de profundidad en las lavas solidificadas cerca del borde de la cuenca, donde la capa de lava era más fina. Estos agujeros rociaron partículas de ceniza volcánica a lo largo de decenas de kilómetros. Uno de estos depósitos, denominado Agwo Facula, rodea la fumarola explosiva que he elegido como ejemplo.
Las erupciones explosivas son impulsadas por la fuerza del gas en expansión, y son un hallazgo sorprendente en Mercurio. Se esperaba que su proximidad al Sol le privase de tales sustancias volátiles (el calor las habría hecho hervir).
Los científicos sospechan que, de hecho, hubo varias erupciones explosivas, posiblemente espaciadas en una escala de tiempo prolongada. Esto significa que los materiales volátiles formadores de gas –cuya composición exacta seguirá siendo incierta hasta que la misión BepiColombo de la ESA comience a trabajar en 2026– estuvieron presentes repetidamente en los magmas de Mercurio.
¿El acantilado más alto?
En las regiones terrestres ricas en suelo o vegetación, los acantilados ofrecen las mayores exposiciones de roca limpia. Aunque es peligroso acercarse a ellos, revelan una sección transversal ininterrumpida de roca y pueden ser estupendos para la búsqueda de fósiles.
Como a los geólogos les gustan tanto, les presento el escarpe Verona Rupes, de siete kilómetros de altura. Se trata de un rasgo de la pequeña luna de Urano, Miranda, que a menudo se describe como “el acantilado más alto del sistema solar”, incluso en una reciente página web de la NASA. En ella se llega a comentar que si uno fuera lo suficientemente descuidado como para darse una vuelta por la cima, tardaría 12 minutos en caer hasta el fondo.
Esto no tiene sentido, porque Verona Rupes no es ni mucho menos vertical. Las únicas imágenes que tenemos de él son las del Voyager 2, captadas durante su paso por Urano en 1986. Es innegablemente impresionante, ya que es casi seguro que se trata de una falla geológica en la que un bloque de la corteza helada de Miranda (el “caparazón” más externo del planeta) se ha desplazado hacia abajo contra el bloque adyacente.
Sin embargo, la oblicuidad de la vista es engañosa, por lo que es imposible estar seguro de la inclinación de la cara –probablemente se inclina a menos de 45 grados–. Si uno tropieza en la cima, dudo que se deslice hasta el fondo. La superficie parece ser muy suave en la mejor imagen (de baja resolución) que tenemos, pero a la temperatura diurna de -170 °C de Miranda, el agua-hielo tiene una alta fricción y no es nada resbaladiza.
La costa ahogada de Titán
Para mi último ejemplo podría haber elegido prácticamente cualquier sitio de Plutón, pero en su lugar he optado por una costa inquietantemente parecida a la de la Tierra en la mayor luna de Saturno, Titán. Aquí, una gran depresión en el “lecho de hielo” de Titán alberga un mar de metano líquido llamado Ligeia Mare.
Los valles esculpidos por los ríos de metano que desembocan en el mar se han inundado, evidentemente, al subir el nivel del mar. Este litoral de complejas hendiduras recuerda mucho a la península de Musandam, en Omán, en el lado sur del estrecho de Ormuz. Allí, la corteza local se ha deformado hacia abajo debido a la colisión en curso entre las tierras árabes y las asiáticas.
¿Ha ocurrido algo similar en Titán? Todavía no lo sabemos, pero la forma en que la geomorfología costera cambia alrededor de Ligeia Mare sugiere que sus valles ahogados son algo más que un resultado directo del aumento del nivel del líquido.
Roca y agua líquida en la Tierra, agua-hielo frígida y metano líquido en Titán: la diferencia es mínima. Sus interacciones mutuas son las mismas; la geología se repite en mundos diferentes.
David Rothery, Professor of Planetary Geosciences, The Open University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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