La poca asistencia de personas de organizaciones sociales que se manifestaron el domingo, hace creer que a la población no le importa demasiado el golpe contra Zelaya.

"Pasó lo que tenía que pasar", dijo a la AFP el destacado jurista hondureño Germán Leitzelar, después de que un grupo de militares irrumpiera el domingo al alba en la casa del presidente constitucional para secuestrarlo, derrocarlo y enviarlo a Costa Rica.
"Llego a la presidencia de la República no por un golpe de Estado sino por un proceso absolutamente legal tal como está contemplado en nuestras leyes", dijo Roberto Micheletti, titular del legislativo, al ser investido por el Congreso como sucesor del presidente, en una decisión que parecía previamente acordada.
El país atravesaba por una crisis política profunda y una crispación creciente por el pulso que se habían lanzado los diferentes poderes del Estado hondureño.
Zelaya, que ha dado un giro a la izquierda irrumpiendo en la conservadora sociedad hondureña como un agitador peligroso, amigo del venezolano Hugo Chávez y de sus adláteres del Socialismo del Siglo XXI, estaba dispuesto a realizar una "revolución pacífica" imponiendo una democracia participativa.
Pese a las numerosas advertencias que le habían lanzado en los últimos días los militares y el Congreso, que llegó a barajar el viernes su inhabilitación, Zelaya mantuvo su decisión de realizar el domingo una consulta popular que le diera luz verde a su proyecto de convocar un referéndum, el 29 de noviembre, con el fin de reformar la Constitución y permitir la reelección presidencial.
Zelaya había aparecido el sábado relajado ante el cuerpo diplomático internacional, al que le lanzó una arenga a favor de la democracia participativa y la inclusión de los pobres en el proceso democrático del país, en manos de los influyentes grupos de poder.
La rapidez con que actuaron todos, los militares, que cumplían órdenes judiciales, y el Congreso, que rápidamente designó a Micheletti como sucesor de Zelaya en la presidencia, hizo sospechar de un escenario que, según afirmaron los rumores, debía haber ocurrido el viernes y que se pospuso para el domingo.
"No es posible que fuera tan espontáneo", dijo un diplomático acreditado en Tegucigalpa. Muchos miembros del Partido Liberal, al que pertenecen tanto Zelaya como Micheletti, y el Partido Nacional "nos dicen que se han sorprendido" pero rápidamente se pusieron de acuerdo para designar al nuevo presidente, afirmó otro diplomático.
Los golpistas incluso tuvieron planeado callar a los medios de comunicación públicos, favorables al gobierno de Zelaya, y a los críticos como la cadena norteamericana CNN, a la que sacaron del aire en cuanto puso en duda la versión oficial de la renuncia voluntaria del presidente constitucional.
Micheletti llega a ocupar la presidencia luego de una larga batalla. Tuvo que maniobrar para que se le levantara el impedimento de ser candidato, algo incompatible con su cargo de titular del Congreso. Y cuando había obtenido la luz verde, se frustró al perder las primarias de su partido, resultado que lo dejaba al margen de la presidencia hasta el golpe del domingo.
¿Qué opina el ciudadano de a pie del derrocamiento de Zelaya? A juzgar por los pocos centenares de personas de organizaciones sindicales y sociales que acudieron a la casa presidencial a manifestarse el domingo, no parece importarles demasiado.
"Todo el mundo piensa en Venezuela y eso no puede ser posible", resumió Wilmer, un taxista de 24 años, en alusión a la creciente proximidad de Zelaya con Hugo Chávez.
Wilmer fue contratado por el gobierno para acarrear gente a las urnas. Y seguro se quedó sin los 90 dólares que le habían prometido. Sólo el poderoso sindicato de enseñantes ha anunciado huelgas y cortes de carretera para protestar. AFP
Foto: EFE