Los migrantes representan alrededor del 3,6 % de la población mundial. Sin embargo, la percepción general es que esa porción es mucho mayor.
La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (ACNUDH) pidió "reflexionar de manera más crítica sobre la forma" en la que se habla y se ve a las personas migrantes, en medio de su preocupación por el impacto que las "narrativas dañinas" tienen sobre los derechos humanos de esta población.
"Hay imágenes, mensajes sobre la migración que asocian" a estas personas "con crisis, o con sufrimiento, categorizándola como víctima, o como una amenaza a la seguridad", y esto forma parte esa "narrativa dañina", explicó a Efe Carolina Hernández, asesora en materia de Migración y Derechos Humanos para la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet.
Esos mensajes "tienen una correlación directa con picos en xenofobia y con incrementos en términos de violencia o de un discurso de odio contra las personas migrantes", añadió Hernández, quien coordina una unidad de la ACNUDH que trabaja en el tema del cambio de la narrativa sobre la migración.
"Para la Oficina de la Alta Comisionada de los DD.HH. la narrativa es un tema fundamental que se está priorizando en el trabajo que estamos haciendo, con la idea de que abordemos de una manera más efectiva la exclusión sistémica y la mala gobernanza" de la migración, dijo Hernández.
Una narrativa tóxica
La asesora de la ONU alertó de que cada vez es más frecuente "el uso de términos como ilegal, flujos masivos o crisis" en torno a la migración, lo que "incrementa la estigmatización e incluso la criminalización no solo de las personas migrantes, sino también de los que defiende los derechos de las personas migrantes".
Así, esta "narrativa mucho más fuerte termina por normalizarse, afectando la forma en que vemos y pensamos sobre la migración, refuerza estereotipos, y termina por deshumanizar a la persona migrante, pero también conduce a decisiones políticas dañinas que frecuentemente no están basadas en evidencia pero que terminan excluyendo a las personas migrantes y negándoles sus derechos".
Esto, a su vez, "hace que la gente crea que las medidas restrictivas como la detención migratoria, el cierre de fronteras, la represión agresiva, son las únicas herramientas para gobernar la migración (...) en vez de poner el enfoque en cuestionar qué es lo que el Estado está haciendo y que no cumple con las obligaciones legales en término de los derechos humanos de las personas migrantes".
"Hay un impacto muy claro (de esta narrativa tóxica) y lo que nos preocupa es que cuando se normaliza esta narrativa se vuelve mucho más difícil que podamos repensar y cuestionar la información que estamos recibiendo. Y eso es muy peligroso no solo para los derechos humanos de las personas migrantes sino también para el público y la sociedad en general", alertó Hernández.
La migración no es un problema
Los migrantes representan alrededor del 3,6 % de la población mundial, afirmó la asesora. Sin embargo, la percepción general es que esa porción es mucho mayor.
Además, hay estudios realizados en Europa que "demuestran que las personas que se oponen firmemente a la migración en realidad representan una pequeña minoría, pero que ha tenido una gran influencia en las narrativas dominantes".
Pero finalmente "todos contribuimos a construir una narrativa (sobre la migración), ya sea a través de las historias que compartimos o que escuchamos, las noticias que leemos, la televisión que vemos", dijo Hernández, que reconoció que sectores como los gobiernos tienen "una responsabilidad más importante, pero también los medios de comunicación, los líderes religiosos y las entidades de Naciones Unidas, entre otros".
"Si todos tomamos conciencia de que cada individuo tiene un rol que jugar podemos hacer un cambio en esa narrativa (...) y para la Oficina (ACNUDH) es importante que la migración no se perciba como un problema, sino que se muestren también las historias de resiliencia, de adaptación, como una oportunidad de empoderamiento", agregó.
La ACNUDH propone una serie de pasos, de los que Hernández resaltó tres, empezando por "aumentar las voces de las personas migrantes en el dominio público", lo que ayuda a "reconocer que tenemos mucho más en común que lo que nos divide".
También hay que "cambiar de manera mucho más activa la forma en que estamos hablando de las personas migrantes", analizando "de una manera más crítica" y creando conciencia "sobre esos casos en que se usa de manera indebida a esas personas migrantes como el chivo expiatorio de los problemas sociales".
Asimismo, hay que "evitar reforzar inadvertidamente esas narrativas tóxicas" y, a cambio, "usar el lenguaje e imágenes que respeten la dignidad de las personas migrantes".
"Preguntarle a ellos (a las personas migrantes) cómo quieren ser representados", afirmó Hernández.
EFE
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