Se trata de un espectáculo que recorre distintos títulos del cine contemporáneo, acompañado del coro infantil 'Voces del Sol'
Por Miguel Humberto Aguirre
Si me pidieran una definición, confieso, no sabría hacerla. Fuimos a escuchar un coro: Voces del Sol. Terminamos viendo teatro, ballet, juegos de niños, escuchando bandas, orquesta y solistas de alto nivel, con luces multiplicándonos escenarios en Teatro Nacional siempre cautivante.
No fue un desfile de canciones. No. Fue un espectáculo. Como un libro abierto para grandes novelas con principio, vivencia y final. Sobresalió el juego de voces. De pliegues vocales de niños y jóvenes. Se mezcló con lo humano. Con lo conocido y desconocido, surgido en los pentagramas de una canción.
Llevado de la mano y la voz del actor Mario Velásquez - ¡qué gran actor.¡ - nos llevó a un camino de sueños encontrándonos con voces como las de Nadia Yangali y su recuerdo al “Rey León”, o José Antonio de Dompablo, invitándonos a convivir con el “Fantasma de la Opera”, aquella novela de narrativa gótica escrita en el 900 que, con música Lloyd Weber , se conoce triunfante en muchos escenarios del mundo. Ahora también en el gran teatro de Javier Prado. No olvidemos que el “fantasma” también llegó al cine.
En medio de voces entregadas por jóvenes sopranos, bajos o contraltos, surgió la dulce melodía de una flauta de caña que, impregnándole viento, a través de cinco o seis huecos, moviendo hábilmente sus dedos, Lucho Quequezana, estiró las alas del monarca de los Andes: el Condor. Como antes lo hiciera Yma Sumac, Pavarotti, Plácido Domingo, o Marc Anthony, esta vez se sumaron, a la entrega artística, los niños de Voces del Sol y, “El Cóndor Pasa”, estremeció los sentimientos de padres, hermanos, tíos, amigos, compañeros y abuelos allí reunidos.
“El Cóndor Pasa” continua inmortal, suena inmortal triunfante, aun con más de 100 años de su creación. La quena de Quequezana impuso el sabor andino de un tema inmortal .Todo un acierto. Un éxito estimulado por la riqueza interpretativa de Lucho Quequezana que, moviendo dedos y soplando, dio las fuerzas para que por aquellos cinco o seis orificios de la flauta abriera sus alas el señor de la cordillera.
Distinto. Diferente. Con aplauso de pie para creadores y profesionales. Un reconocimiento para Claudia Rheineck. Estudió música y unió varias expresiones artísticas para mostrar el valor de una Directora Coral nacional creativa. Más allá de lo común. Le agregaría un par más de temas latinos. Es mi gusto. Me atrevería a decir algo: un encuentro coral con permiso, muy marcado, para la exportación.
'Sueños' se presentó el pasado 5 de mayo en el Gran Teatro Nacional de Lima.
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