Un país es sostenible cuando reduce su pobreza, protege a sus ciudadanos y asegura su prosperidad; cuando el desarrollo de sus ciudades se mide por su crecimiento económico, pero también por su inclusión social y la protección del medio ambiente, según algunos indicadores del Índice de Ciudades Sostenibles de Arcadis, que trabaja criterios de las Naciones Unidas.
En los últimos cincuenta años, los problemas ambientales generados por la sobrepoblación urbana llevaron a la humanidad a buscar la manera de evitar el agotamiento de los recursos naturales y a intentar mantener un equilibrio ecológico en defensa de la calidad de vida de la sociedad.
Este crecimiento poblacional en las zonas urbanas, la desigualdad de toda índole y su impacto en el planeta motivaron a que, en el 2015, las Naciones Unidas aprobaran un proyecto global que consistía en cumplir 17 metas conocidas como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los 193 estados miembros de la ONU se comprometieron a cumplirlos hacia el 2030. Uno de estos objetivos, el ODS 11, consiste en tener “Ciudades y comunidades sostenibles”.
Las Naciones Unidas prevén que la población mundial aumentará en 2.000 millones de personas en los próximos 30 años, pasando de los 7.700 millones actuales a los 9.700 millones en 2050.
El Perú cuenta con 32 625 948 habitantes, según el Censo Nacional del 2017. Y de estos, el 79.3% vive en zonas urbanas. La erradicación de la pobreza, la sostenibilidad ambiental y el crecimiento económico son algunos de los grandes desafíos que enfrenta nuestro país. Al 2030 se calcula que la población peruana superara los 35 millones y es en las zonas urbanas donde se acumulará el mayor número de personas, según estimaciones del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
La disyuntiva que plantea la sobrepoblación en las urbes, como en el caso de Lima, que es considerada una megaciudad por superar los 10 millones de habitantes, exige una respuesta global hacia el futuro con un plan único de desarrollo sostenible. ¿En qué ciudades queremos vivir mañana? Es la pregunta que reta a los peruanos y que exige como respuesta planes únicos que satisfagan las demandas de sus habitantes.
La informalidad y centralismo: dos enemigos del desarrollo sostenible
El año pasado, el Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe (CODS) lanzó los resultados del índice ODS 2019 para la región, después de un ejercicio de medición de cada uno de los 17 ODS en cada uno de los países.
Chile lideró el ranking, con un puntaje de 73,68 por presentar mayores avances en la reducción de la pobreza, en garantizar educación de calidad, agua y saneamiento; en fortalecer la industria, la innovación y la infraestructura, publicó el CODS. Sin embargo, fue en Costa Rica donde se registraron mayores avances en el ODS 11 (Ciudades y comunidades sostenibles).
Perú, por su parte, ocupó el sexto lugar con 66,81 puntos; no obstante, en cuanto a los indicadores del ODS 11 tuvimos una ligera mejora en el 2019. Un año después del informe, la Covid-19 nos revelaría las antiguas y nuevas desigualdades en salud, la informalidad laboral, la conexión digital y desarrollo económico.
“Cada país es un caso diferente y necesitan soluciones diferentes para alcanzar el objetivo de construir la sostenibilidad que se requiere”, señala el arquitecto Aldo Facho, fundador de la Red Latinoamericana de Urbanistas.
El experto considera que, en nuestro país, el desarrollo sostenible enfrenta serios problemas por resolver: la informalidad, el centralismo en la que estructura su sistema económico y social, y la creencia de que la empresa privada es la única generadora de riqueza.
“La informalidad es un serio problema que obstruye el desarrollo sostenible. Afecta no solo al urbanismo sino a toda la cadena del desarrollo humano. Afecta el medio ambiente, atomiza la explotación y en vez de tener un sistema organizado agrícola, forestal y minero salimos con un pico y una pala a ver que encontramos en el camino”, sostiene.
Su análisis también advierte que el centralismo en el Perú es la mayor dificultad que impide el avance hacia la sostenibilidad porque se piensa que lo que pasa en Lima debe funcionar igual en todas partes.
“Se piensa que todos los peruanos somos limeños, que todas las ciudades son como Lima y no solo en lo social sino también económico. Se plantea un desarrollo urbano y no como un desarrollo de territorio. No pensamos en el desarrollo rural”, comenta.
Su larga experiencia urbanística lo lleva a proponer un cambio de mentalidad y criterios para encaminar al país en un desarrollo sostenible e inclusivo donde el estado pase a ser un ente promotor y creativo del desarrollo humano. “El estado debe dar un gran salto dedicándose a las zonas rurales. Iquitos, por ejemplo, ¿qué tiene de parecido a Lima? Nada. Sin embargo, la ciudad está diseñada como si fuera la capital con calles asfaltadas, pero sin árboles”, puntualiza.
“Una ciudad debe tener la gran promesa de mejorar la calidad de vida de las personas”
Patricio Zambrano Barragán, especialista senior en Vivienda y Desarrollo Urbano del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sostiene que es prioridad de las ciudades desarrollar planes urbanos sostenibles, porque la explosión urbana está siendo mayor en países en vías de desarrollo y todo dependerá de las decisiones que tomemos.
“La Covid-19 ha golpeado con mayor fuerza a los 60 millones de personas de la región que carecen de vivienda adecuada; es decir, hogares que experimentan hacinamiento, inseguridad de la tenencia y falta de acceso a servicios básicos como el saneamiento y el agua corriente”, sostiene.
Considera además que el sector de la construcción se encuentra entre los tres sectores más productivos de la región; sin embargo, en Perú se enfrenta a altos niveles de informalidad donde el 77% del empleo en el sector es informal (INEI, 2019). “Soy creyente de que la ciudad, desde que se inventó como tal, tiene la gran promesa de mejorar la calidad de vida de las personas, levantar los índices de pobreza y convertirse en un motor de crecimiento y, sobre todo, un centro de innovación”, agrega.
Conocedor de temas urbanísticos, Zambrano-Barragán advierte que si no revertimos el patrón de cómo estamos creciendo, la promesa de ciudad se acaba.
“Lima tiene 43 distritos autónomos donde se decide sin planificación”
“El Perú será lo que sean sus ciudades y las queremos inclusivas, sostenibles, saludables, participativas, con oportunidades para todos. De lo contrario seremos un desastre como lo viene demostrando la pandemia”, señala el arquitecto Jorge Ruiz de Somocurcio, profesor de ESAN.
El especialista advierte además que el Perú es un país mucho más urbanizado que la mayoría de los países en América Latina, donde el 70% de personas viven en un tipo de ciudad que goza de menor nivel de planificación. En esa línea, agrega que la pandemia ha puesto en evidencia un escenario muy crítico, casi al borde del colapso, con poblaciones sin agua o lugares donde llega por horas, pocos espacios públicos adecuados y con viviendas donde más de 10 millones de personas viven en condiciones precarias.
“Si estamos así es porque Lima como modelo de desarrollo urbano no funciona. Lima tiene 43 distritos autónomos donde se decide sin planificación. Hay competencias atomizadas. El gobierno hace una cosa, las regiones otra. No hay hoja de ruta. La ciudad no tiene quien la defienda”, refiere.
Todo indica que en una escala de 0 a 10, la aprobación no le sonreiría a Perú en su búsqueda por contar con ciudades más sostenibles e inclusivas. Necesita establecer nuevos paradigmas para evitar que toque fondo.
“El desarrollo sostenible no cae del cielo, requiere una metodología”
Federico Dejo, investigador y profesor de ESAN, afirma que el desarrollo sostenible necesita plantearse objetivos en base a un plan. “El desarrollo sostenible no cae del cielo. Requiere una metodología de planificación y es una propuesta que debe conducir la autoridad de un país, de la mano con las instituciones”, explica.
Detalla que una ciudad sostenible tiene objetivos definidos donde los aspectos sociales, económicos e institucionales, se desarrollan sin perjudicar el medio ambiente y la preservación de los recursos naturales.
“Los indicadores nos demuestran que uno de los problemas que enfrenta Perú es su debilidad institucional. No solo no hemos progresado en ese aspecto, sino que ha venido deteriorándose al punto que estamos en zona crítica”, comenta.
Las investigaciones que desde hace algunos años realiza Dejo advierten que el acceso a servicios de agua potable, saneamiento, electricidad y tecnologías no contaminantes para uso doméstico solo ha logrado mínimos avances.
“La pandemia trajo abajo las estadísticas que se tenían. Se pensaba que estábamos avanzando a ser un país más o menos desarrollado, pero era una ilusión. En salud, por ejemplo, los indicadores proporcionados por la entidad pública nos hicieron ver que se construían postas médicas; sin embargo, no están bien implementadas”, señala.
Dejo sostiene también que el desarrollo sostenible de un país se debilita cuando la calidad del servicio es deficiente porque no responde a las necesidades de la población. “Nos informaron que se mejoró en infraestructura hospitalaria y estamos viendo que son de pésima calidad, cuando nos dicen que nos lavemos las manos comprobamos que el servicio del agua potable no existe para millones de personas”, dice.
El reto está en la innovación y el uso de la tecnología
Los problemas que enfrenta la sostenibilidad en el Perú son similares en toda Latinoamérica. La pobreza, la informalidad y la desigualdad obstaculizan el desarrollo social y sostenible, y esto es algo que se evidencia en las ciudades del país y en la calidad de vida de los habitantes. Hacer frente a este desafío implica impulsar las tres dimensiones del desarrollo sostenible: la social, la ambiental y la económica.
Los objetivos planteados para construir ciudades sostenibles al 2030 no es tan lejano como parece. Los países latinoamericanos, como es el caso de Perú, tendrán que recurrir a la innovación, a sus nuevos talentos creativos y adaptar la tecnología como instrumento de desarrollo que les permita estructurar ciudades más humanas para la gente.
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