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Fernando Tamayo: "Si uno quiere cambiarlo todo, debe empezar por el agua"

Fernando Tamayo explicó cómo funciona Yaqua y cuáles son sus objetivos a largo plazo. | Fuente: RPP Noticias

El director y fundador de Yaqua contó en Fuera de Serie la historia del su galardonado proyecto, con el que lleva agua a las comunidades más pobres del Perú.

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Ser emprendedor está de moda. Los jóvenes han tomado la delantera con ideas que tienen resonancia en lo económico, lo social y lo político. Un ejemplo es Fernando Tamayo, un joven muy inquieto y creador desde muy temprano, que hoy es director general y fundador de Yaqua. Su objetivo es llevar agua potable a las comunidades más pobres del Perú. Raúl Vargas conversó con en él en el cuarto episodio de Fuera de Serie para conocer sus inicios, la evolución y los objetivos de su proyecto.

¿Cuánto ayuda la familia, la unidad familiar para que un joven se sienta no solo seguro, sino con las posibilidades de salir adelante?

Para mí ha sido todo un recorrido desde mis inicios en Los Olivos, ir a estudiar en el extranjero y finalmente poder emprender en el Perú con un propósito mucho más grande que uno. Mi abuelo en particular fue el motor de mi propósito. Nací en 1989 y toda mi infancia fue una travesía entre blanco y negro. Salía a las 5:30 a.m. mi colegio, que en esa época estaba en La  Molina, y llegaba 7:30. Eran mundos completamente, veía árboles, parques grandes y verdes. Mi abuelo era el que me venía a recogerme. Como todos mis amigos del colegio no vivían en Los Olivos, él era con quien hacia mis tareas, junto con mi abuela, y con quien jugaba.

¿Qué adquiriste en el colegio?

Estudié en el Alpamayo, el Santa María y el Markham y fui adquiriendo la intención de seguir haciéndolo en el exterior. Mi mamá siempre me motivaba y me decía que yo debía darme la oportunidad de estudiar afuera. Ella fue becada por el Gobierno para estudiar en la Unión Soviética. Fue primer puesto toda su primaria y secundaria, aprendió ruso en un año, estudió allá, le fue muy bien  y volvió a Perú. Siempre me decía que estudie afuera. Eso fue lo que me dieron mis padres: la oportunidad de estudiar en tres colegios y ganarme una beca para estudiar en Melbourne (Australia).

¿Cómo te orientaste en Melbourne, qué pasó allá?

Fue un viaje muy largo,  un cambio abismal de vivir en Perú a vivir en Melbourne. Me sentía solo y a la vez único. En mis salones, por ejemplo, eran 30% chinos, 30% hindúes 30% australianos y el resto un latino, que era yo. En mi último colegio ya todo era en inglés, pero el inglés de Australia es diferente,  allí tienen un acento un poquito más complicado.

¿Qué fue lo que estudiaste?

Un bachillerato en comercio con foco en economía. Economía en general: macroeconomía, microeconomía, economía política y desarrollo.

¿Qué fue orientándote hacia lo social?

Hubo un evento en mi vida, ocurrió cuando tenía 13 años. Mi abuelo se enfermó mucho, por todo el smog, toda la contaminación que entró en sus pulmones por todos esos años de trabajar manejando un bus. Comencé a tener una mayor sensibilidad con los ancianos a los que veo vendiendo caramelos, chocolates. Lo hacen no porque quieren sino porque deben hacerlo. Desde allí empiezo a querer ayudar y comienzo a querer actuar. Ya en Australia conocí una persona muy inspiradora que me preguntó qué temas me interesaban. Dije que quería hacer de la ayuda lo más grande posible. Luego me preguntó cuántos peruanos no tienen agua. Le dije que eran 8 millones y me respondió que entonces tenía 8 millones de razones para regresar al país. Allí comenzó un propósito muy grande.

¿De Melbourne te trasladas a dónde?

A la Universidad de Pensilvania en Filadelfia. Cuando uno hace el bachillerato tiene la oportunidad de hacer un intercambio hacia otra universidad. En esa época entre el 2009 y 2010, me dan la oportunidad de irme de intercambio con una beca que se llama Melbourne Global Scholarship. Desde niño para mí era un sueño entrar a la 'Penn' University: es la número 8 en el mundo, es considerada en la Ivy League con Harvard, Yale, Columbia, etc. Me fui a hacer un semestre y muchos compañeros me decían que mi historia era rara porque soy de Perú, estudiaba en Australia y había ido de intercambio a Estados Unidos.

En Australia fundaste la ONG Melbourne Microfinance. ¿Cómo surge la idea, quiénes te acompañan?

Cuando hice mi intercambio en la Universidad de Pensilvania, me metí como voluntario en una organización que se llama Penn Microfinance. Al final del semestre le hice la invitación a unos amigos de allí para que vayan conmigo a Cajamarca. Llegué con seis chicos para ver cómo funcionaban la microfinanzas y cómo, por ejemplo, un micropréstamo de 100 soles le cambia la vida a una señora en la calle. Esto les abrió los ojos tanto a estos chicos de Penn, como de la India o Estados Unidos, que regresaron a su país con ganas de ayudar.

Quise llevar esa experiencia a mi universidad en Australia. Regresé a Melbourne, reuní a un grupo de cuatro amigos y le dijimos a los profesores que queríamos crear la primera organización estudiantil de ese país que ayude a instituciones microfinancieras alrededor del mundo. Nos subvencionaron, con un pequeño fondo al comienzo, y comenzamos hacer eventos. Hicimos que muchos jóvenes se enteren de qué son las microfinanzas: préstamos a personas que están en la base de la pirámide. Empezamos hacer proyectos de asesoría a ONG microfinancieras en países en desarrollo y en pocos meses hicimos que muchos jóvenes de Australia viajen a estos países. En un año empezamos a impactar en 14 mil mujeres emprendedoras en Camboya, Kenia, Ghana y Laos. Eso fue justo en el último año en mi universidad.

Tamayo contó cómo un encuentro de casualidad sirvió para impulsar Yaqua | Fuente: RPP Noticias

NACE EL PROYECTO

Entiendo que ese esfuerzo continúa, que sigues vinculado a esto y que fue tu inspiración, lo que sentó las bases para que emprender en el Perú.

Me dio un sentido de posibilidad muy importante porque me enseñó que sí podía hacerlo y que se podía inspirar a mucha gente en el camino. Melbourne Microfinance inspiró la creación de Microfinanzas para el Desarrollo en la Universidad del Pacifico y en la Universidad de Oakland, con Oakland Microfinance.

Tras llegar a aquí, ¿cómo lograste tu emprendimiento?

Regresé de Australia muy inspirado y muy convencido de crear una empresa social en el Perú y le conté a mi mejor amigo la idea de Yaqua, que significa agua en quechua. Esto fue en febrero o marzo del 2011. Conseguí un trabajo part time para mantenerme y al mismo tiempo hago el part time de Yaqua. Pasó todo un año completo y el resultado era el mismo: no teníamos ninguna botella, no teníamos nada avanzado. Solo la idea y un plan de negocios gigante, que contaba una historia muy bonita.

Un mentor mío, Alvaro Hensel, que es fundador de Enseña Perú, me dijo que si quería que mi idea se convierta en realidad, me tenía que dedicar a 100%. Quedé convencido y cité a mis papás para almorzar a un restaurante súper bonito. Esa noticia tenía que pasar con la mejor comida posible (risas). Les dijo que había decidido renunciar y dedicarme a tiempo completo a Yaqua. Lo tomaron más o menos, ellos querían que yo haga una carrera y veían esto de emprender con mucho riesgo.

¿El proyecto en qué consiste? ¿Cómo fueron redondeando la idea?

La idea era simple pero muy poderosa: juntar la mayor cantidad de apoyo posible para lanzar una marca al mercado, de agua embotellada con el nombre de Yaqua, que tenga la misma rentabilidad, el mismo precio y la misma calidad hacia el consumidor; y la misma rentabilidad hacia los distribuidores que cualquiera de las firmas que producen aguas. Igual de competitiva que los demás, pero  con la gran diferencia de que el 100% de su dividendo lo destinamos a financiar proyectos de agua potable en las zonas más pobres del país.

A los 22 años no tenía un currículum que avale que iba a tener éxito, que la idea iba a tener éxito. Fue un camino de abrir muchas puertas. Recuerdo que enviaba por lo menos 20 correos diarios a empresas y personas para que se sumen al proyecto con financiamiento o con recursos

¿Ibas a reuniones de toda índole?

Si, a veces eran tan importantes que agarraba el saco de mi papá y me lo ponía para parecer un de mayor edad. Esto hasta que de pronto cuando estaba en un café un domingo 11 de la noche leyendo un libro de autoayuda de cómo actuar cuando te dicen que no (risas) y de pronto veo a un señor a mi costado que no podía entrar a internet. Le presté mi computadora porque yo sí tenía acceso. Él tenía que enviar su declaración de impuestos antes de la media noche. Lo logró y me preguntó qué hacía por la vida. Le conté que tenía un proyecto social, que quería hacer una empresa que venda agua embotellada y que todas las ganancias se destinen a proyectos de agua potable en las zonas más pobres.

El señor me dijo que era muy interesante, que no me podía ayudar pero quizás su esposa sí, porque trabajaba en un gran banco en el área de responsabilidad social, de asuntos corporativos, y le podía interesar. La señora me escribió y me reuní con ella. Fue la primera vez que me dieron un café en una reunión y me trataron bonito (risas). Tres meses después yo estaba haciendo unos talleres en la selva y recibí una llamada de esta señora para confirmarme su apoyo a través de su banco. Ella no lo sabía, pero ese día era mi cumpleaños. Así conseguimos el apoyo de una gran embotelladora para que produzca las botellas de Yaqua a costo de producción y pudimos empezar a sacar adelante el proyecto.

ASÍ FUNCIONA YAQUA

¿En qué consiste el proyecto exactamente?

Todo el proceso fue lograr el apoyo para embotellar el agua. Nosotros recogemos las botellas de la planta en Huaura, las traemos a nuestro almacén en Ate y desde allí repartimos a todos nuestros clientes. Cada tres meses, vemos cuánto hemos facturado, cuánto hemos obtenido en utilidades y estimamos parte de estas a la reinversión en la propia empresa –para capital de trabajo- y lo que queda –que normalmente iría a los accionistas de la empresa-, lo destinamos a financiar proyectos de agua potable con aliados en zonas que nosotros decidimos. Dijimos que íbamos a enfocarnos en las localidades rurales dispersas

¿Estas son las más lejanas y menos abastecidas?

Sí, más lejanas, más desabastecidas y donde el impacto también es más focalizado. No íbamos a decir que le daríamos agua a toda Huancavelica, sino darle agua al 100% a la localidad de La Libertad en el distrito de Churcampa, en Huancavelica.

¿Cómo eligieron estas comunidades?

Son cinco hasta ahora. El camino a elegirlas es un trabajo de mucha colaboración con aliados de impacto social. Por ejemplo, en la sierra hay una ONG que se llama Servicios Educativos Rurales (SER), que hace proyectos en varios departamentos. Yo les pedí que me acompañen a viajar y fuimos, tanto los ingenieros como mi equipo, alrededor de Huancavelica y Ayacucho a identificar comunidades. Vivimos en estas y vimos su problemática.

Muchas personas van, se toman cien mil fotos y les ofrecen cosas, pero nunca vuelven. Por otro lado, hay quienes sí te reciben con mucha ilusión, las comunidades más lejanas, a las que menos han llegado las organizaciones. Siempre digo que el activo más importante que Yaqua tiene es la confianza que puede generar con todos nuestros grupos de interés y sobre todo, con las comunidades. Al inicio no les ofrecíamos fecha o que íbamos a invertir, simplemente nos presentábamos como personas y sin una cámara al costado. Queríamos hacer algo y lo explicábamos, les decíamos que íbamos a elegir una primera comunidad para generar un impacto.

En Churcampa, una vez que se pusieron de acuerdo, ¿cuáles fueron las actividades que siguieron?

Cuando ya contamos con los fondos fue un momento muy bonito. Viajamos nuevamente a la comunidad, les dijimos que habían sido elegidos y que iba a ser el gran primer proyecto de Yaqua. Ellos lo celebraron, hicimos una pachamanca. Lo que siguió fue un trabajo de mucha participación de la comunidad.

El proyecto trabaja de cerca con la comunidad.
El proyecto trabaja de cerca con la comunidad. | Fuente: Yaqua

¿Cómo se obtiene el agua para Yaqua y cuán sana es?

La tecnología que usamos es un sistema de agua bajo gravedad. Captamos con cemento el agua de manantiales, que nunca ha tocado el exterior, luego conectamos con tubos bajo la tierra a un gran reservorio de 10 mil litros que construimos de la mano de la comunidad, y con tubos bajo tierra llegamos a la casas. A cada una le damos un caño y un lavadero con dos alas, con agua que es, literalmente, de manantial. Antes de captar el agua hacemos una muestra y la llevamos al Ministerio de Salud. Ellos hacen un examen de las características, una prueba bacteriológica y microbiológica. Si está apta, seguimos con el proyecto.

¿Todo el trabajo se hace con la comunidad? ¿Hombres y mujeres?

Sí. Creamos una junta administradora del agua, elegida con todo el proceso de voto secreto y demás, donde se hace una junta de 50% hombres y 50% mujeres. Nos dimos cuenta de que el acceso a agua potable fomenta mucho la igualdad de género.

¿En qué tiempo eligieron las comunidades en Huancavelica?

Fue primero en Huancavelica y luego en Ayacucho. Los dos proyectos se hicieron a lo largo de un año. Cada uno ha representado una gran inversión. El primero le costó directamente a Yaqua 140 mil soles. Valorizamos también el aporte de la comunidad, su trabajo. El segundo fue una inversión de 180 mil soles en alianza con una gran empresa de la zona.

¿Cuánto cuesta una botella de Yaqua?

Cada una la vendemos a S/ 1.50. Hay algunos puntos de venta que le incrementan el precio, puede llegar hasta S/ 1.70.

¿Cuántos son en el equipo?

Somos cinco personas

¿Cinco personas? Yo pensaba que era una multitud mayor (risas)

(Risas) Sí. Somos cinco personas con un promedio de 24 años. En todo el proyecto siempre ha habido gente muy joven, con mucha capacidad y mucho deseo de aportar.

EL CAMBIO MEDIANTE EL AGUA

Este proyecto ya ha sido reconocido. Ha merecido incluso premios y entrevistas internacionales. Cuéntanos.

Hemos tenido el privilegio de ganar el premio Creatividad Empresarial (2015), que fue para nosotros una sorpresa y un gran logro. Cuando me invitaron al podio a dar las palabras de agradecimiento, lo primero que dije es que yo había ido por el concierto de Fito Páez, porque en la premiación dio un show, así que no preparé ningún discurso. Fue una linda sorpresa que a todos en el auditorio nos sorprendió. A fines del 2016 fuimos reconocidos como uno de los 10 start-ups más promisorios del mundo en temas de agua, porque ya estamos incluyendo el tema tecnológico. Hemos ganado el premio Start Up Perú en la categoría de emprendimientos dinámicos y otras consideraciones como un premio de Derechos Humanos en la Universidad Católica, el premio CEMEX-TEC en México y hace poco CNN nos acompañó a visitar un proyecto en Ayacucho. Fue la primera vez que sucedía esto, fue una gran sorpresa y una gran satisfacción compartir a nivel regional el impacto que se está generando.

Veamos finalmente la economía. ¿Cuánto cuesta el proyecto y como se distribuyen las utilidades y los gastos?

Tenemos el precio al público entre S/ 1.50 y 1.70. Se vende en todas partes: supermercados grifos, farmacias, hoteles y restaurantes. Luego nosotros les damos el margen que necesita al punto de venta, puede ser entre un 10% hasta un 40%, dependiendo de las facilidades que nos den en tema de distribución. Nosotros pagamos nuestros costos de producción, de distribución y gastos administrativos, como los sueldos en la oficina. Lo que queda, lo que sería la utilidad, ese margen que luego de la reinversión, lo destinamos al 100% a nuestros proyectos de agua potable.

¿Cuál es la contribución de las comunidades que reciben agua potable?

Al momento de la ejecución, ellos aportan su mano de obra, que es valorizada como tal. En el proyecto de Huancavelica, la mano de obra valió 24 mil soles. Después de eso, cuando se culmina el proyecto, aportan S/ 1.50 mensual que se acumula para solucionar cualquier avería en el sistema. Luego de 20 años, porque este es un proyecto de 20 años de tiempo de vida, el dinero servirá para el mantenimiento necesario para que dure mucho más. Nosotros decimos que los proyectos que hacemos en Yaqua van a durar para toda la vida.

Del punto de vista digamos poblacional, ¿las comunidades que ayudan qué puedan representar?

De la población rural, entre un 30 y  40%. Son comunidades con 400 personas o menos, ahí donde nosotros queremos llegar. Son  bien pequeñas estas comunidades y son las más olvidadas. Hay algo que a mí siempre me marca que es cuando veo a un joven de mi edad, de 27 años, en una de estas comunidades y me digo que esa persona podría ser yo. El Perú debería ser un país donde el lugar en el que nazcas no defina el éxito que puedas tener. Ese es el propósito que nosotros tenemos.

Este modelo, que está demostrado que puede funcionar en el agua, se puede trasladar a otros sectores. El agua para mí es el inicio de todo, te da productividad, igualdad de género, medio ambiente, salud y educación. Si uno quiere cambiarlo todo, empecemos por el agua.

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