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La ciudadela perdida del Señorío de Cinto

Cortes
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El reducto de indios que formaron los frailes franciscanos alrededor del convento que levantaron en 1572 fue formado por los pueblos Cinto y Collique.

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Cortesía/Edith Huamán Yovera
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Cortesía/Edith Huamán Yovera
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Cortesía/Edith Huamán Yovera
Cortesía/Edith Huamán Yovera
Cortesía/Edith Huamán Yovera
Cortesía/Edith Huamán Yovera

Cuando los españoles pasaron por esta parte de la hoy región Lambayeque, en el valle habían pequeños señoríos. Uno de esos era Cinto, cuyo curaca gobernaba esta parte de lo que ahora es el espacio donde está asentada la gran Capital de la Amistad.

La sede de los Cinto era una gran ciudadela que fue abandonada a partir de 1572, cuando los pobladores fueron obligados a vivir cerca al recién levantado monasterio, que fue sede del Reducto de Indios Chiclayo, para que los frailes franciscanos los cristianizaran. Ese fue el embrión poblacional de lo que ahora es Chiclayo.

La ciudadela de Cinto, abandonada por sus pobladores, fue sumiéndose en el olvido y enterrada por las arenas del tiempo. Pero aún hoy, a pesar de los siglos transcurridos, pueden notarse las murallas, los caminos empedrados, los cementerios. ¿Dónde queda?, ¿dónde está? Como decía mi abuelita Toribia Cruzado: ¡aquisito nomás!

La ciudadela Cinto está a 35 kilómetros al Este de Chiclayo y forma parte del complejo arqueológico que comprende también el Cerro Pátapo y las huacas Brava, Santa Rosa y El Tambo. La capital del Señorío Cinto reúne muralla, caminos empedrados, cementerios, estructura de piedra que da la idea de haber sido una ciudadela de piedra o fortificada.

Los arqueólogos lambayecanos señalan que es una maravilla arqueológica debido a que en el tiempo prehispánico cualquier comunidad no poseía este tipo de arquitectura, por lo que los investigadores coinciden en sostener que este lugar era el centro de un pueblo progresista y vigoroso, y el origen de Chiclayo está profundamente ligado al Señorío de Cinto.

Ahora, después de estar por cinco siglos, enterrada, llena de monte y arena, los arqueólogos han limpiado el área y van a comenzar a realizar las excavaciones arqueológicas. El equipo de arqueólogos que tiene esta responsabilidad están dirigidos por José Bonilla Sánchez y lo integran sus pares José Guerrero Gonzaga y Julio Torres Vargas, quienes han asumido el desafío de entregar resultados alentadores que coadyuven a reforzar la hipótesis del esplendor del Señorío de Cinto.

La humedad amenaza

Las estructuras de adobe de este complejo arqueológico tienen un gran enemigo. La humedad, originada por las filtraciones de los cultivos de parceleros y de la empresa agroindustrial Pucalá así como de la laguna de oxidación de Epsel.
 
“Lo lamentable sería que si no se hace nada por impedir que la humedad avance, los chiclayanos no podrán conocer plenamente en qué consistió su origen, no podremos saber la rica cultura de Cinto. Es como si los hijos o hijas no supieran nunca quién fue su padre o madre”, atinó a decir el arqueólogo Bonilla Sánchez.

Indicó que coordina con el director de la Unidad Ejecutora Naylamp 005-Lambayeque, doctor Carlos Elera Arévalo, para evitar el deterioro de este monumento arqueológico y de esta manera poder cumplir con el trabajo científico de la mejor manera posible.

El conservador Pedro Rivera Chozo dijo que la excavación tiene que ir de la mano con la conservación, debido que “de nada valdría rescatar un monumento arqueológico, si no se le protege, preserva y promociona para la posteridad”.

Por: Juan César Cabrejos

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