En Lambayeque existen más de 30 mil taxistas, en medio de este universo solo siete mujeres se dedican a este servicio.
En una sociedad donde el caos vehicular es un dolor de cabeza, el sol es abrazador y la cantidad de unidades sobrepasa los límites, sería difícil encontrar a mujeres manejando unidades dedicados al servicio de taxi.
Sin embargo este prejuicio va quedando atrás en Chiclayo (región Lambayeque) y prueba de ello es la presencia de siete mujeres que hace mucho dejaron los prejuicios atrás y se enrumbaron en nuevas aventuras al volante.
RPP Noticias conoció la historia de Carmen Paisig Rimarachín (34) una joven mujer chiclayana, que desde hace tres años trabaja todos los días en este oficio, con el fin de sacar adelante a su pequeño hijo de diez años de edad. Ella no teme las críticas de los compañeros y pese a que en este oficio impera mucho el machismo, ha podido poco a poco hacerse un espacio en esta difícil actividad.
“Es un gran trabajo que pocas mujeres podemos desempeñar, hoy en día todavía existe el machismo, pero trabajo es trabajo, uno lo hace por sacar adelante a nuestros hijos. A veces por ser mujer nos discriminan, tanto los conductores e incluso los usuarios, temen o piensan que no podemos desempeñarnos como taxistas, pero con la ayuda de Dios vamos saliendo adelante”, confesó.
Algunos piropos
Carmen cuenta que no todo ha sido sufrimiento, ya que en este devenir del oficio algunos caballeros la llenaron de piropos y buenos deseos, luego que ella brindo el servicio de transporte con mano firme y vigilante.
“A veces te dicen que te quedes con el vuelto, te lanzan piropos, halagos, dicen que haces un buen servicio, pero nunca me han faltado el respeto o se han querido pasar, al contrario dice que se sienten seguros de viajar, yo dejé atrás ese dicho: mujer al volante peligro constante”, agregó.
Ardua jornada y sueños por cumplir
Su jornada empieza a las 7:30 am y va terminando a las 10:00 pm, y en los ratos de receso aprovecha para llevar a su niño al colegio y recogerlo. El auto que maneja es alquilado y su sueño es reunir dinero, para comprarse su propio carrito y ayudar a su madre.
Su mirada tiene una luz de esperanza y pese a que es difícil salir adelante en un mar de faros y llantas donde 30 mil machos gritan para ganar pasajeros, ella es un símbolo de la lucha con dignidad que realizan las mujeres, por un mundo de igualdad con oportunidades para todos.
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