Diana Kim se encontraba fotografiando a indigentes en Hawai, cuando se percató que entre ellos se encontraba su papá, a quien no veía hace 25 años.
Un reencuentro inesperado. Diana Kim, una joven abogada y fotógrafa de 30 años, llevaba casi 25 años sin ver a su padre, pero el destino se encargaría de rencontrarlos nuevamente aunque en una situación bastante adversa para el progenitor. La historia fue documentada en Facebook.
Fue la pasión por la fotografía que le inculcó su padre lo que llevó a Kim a iniciar proyecto personal que más tarde se convirtió en una iniciativa dedicada a la humanización de las personas sin hogar. Para ello se encargó de fotografiar a indigentes en las calles de Hawái por varios años.
Precisamente en una de esas jornadas fotográficas en el año 2012 que Diana tuvo un reencuentro inesperado con su padre, a quien no veía desde que ella tenía 5 años. Él llevaba una vida de indigente, presentaba una pérdida importante de peso, estaba descuidado y sucio, su ropa andrajosa y, además, sufría de esquizofrenia avanzada.
"Me acerqué a él sintiendo una sensación de incertidumbre, pero encontré el coraje para tocar su hombro y llamarlo. Él no me oyó. No me pudo oír", afirma Kim en la entrevista para NBCNews.
Los padres de Diana Kim se separaron cuando ella era una niña. Después ella y su madre pasaron varios años viajando de un lugar a otro en busca de una residencia fija, mientras que su padre decidió quedarse en Hawái, donde llevó una vida poco afortunada.
Cuando Diana intentó acercarse a su progenitor, solo recibió evasivas y una actitud de indiferencia, debido a una esquizofrenia severa que padecía. Durante un largo periodo el padre de la fotógrafa se negó a recibir tratamiento médico, comer, bañarse y usar la ropa nueva que le llevaba su hija.
Sin embargo, en octubre de 2014 el hombre sufrió un ataque cardíaco y fue trasladado al hospital. Su hija se enteró de lo sucedido y acudió en su ayuda. Después de meses de tratamiento médico, el hombre se recuperó del todo y a principios de 2015 volvió a tener una vida normal.
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