Una orden religiosa construye una capilla sobre un terreno por donde pasaría un gaseoducto.
Un grupo de monjas pertenecientes a la Congregación de las Adoradoras de la Sangre de Cristo, en una zona rural del estado de Pensilvania, Estados Unidos, levantaron una sencilla capilla dentro de su propiedad en el condado Lancaster.
Por ese lugar, la empresa Williams tiene planeado construir un tramo del gasoducto Atlantic Sunrise, el cual está valorizado en US$ 3,000 millones, que transportará el gas natural extraído de campos en el noreste de ese estado, hacia otros.
Demandan a autoridades. "Solo quisimos simbolizar, en realidad, algo que ya está allí: esta es tierra sagrada", dijo la hermana Janet McCann, miembro de la dirección nacional de la congregación en una entrevista con The Washington Post.
Además, las monjas demandaron también a las autoridades de la Comisión Federal Regulatoria de Energía por violar la Ley de Restauración de las Libertades Religiosas, norma que protege los parajes considerados sagrados por grupos religiosos.
"Como comunidad atesoramos la tierra como un regalo de belleza y sustento; la vemos como un legado para las generaciones futuras", señala la congregación en un a declaración de compromiso ético con la Tierra aprobado en 2005.
Apoyo de ambientalistas. Las religiosas cuentan con la ayuda de Lancaste Against Pipelines, el grupo medioambientalista local, que durante tres años ha protestado y tomado acciones legales contra los planes del gasoducto.
La protesta forma parte de un movimiento que pretende parar la construcción de grandes conducciones por todo Estados Unidos como en los casos de los proyectos más polémicos de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access.
Aunque los grupos indígenas de esas tierras lograron parar los planes tras meses de enfrentamiento con el Gobierno del expresidente Barack Obama, una de las primeras medidas que el actual mandatario, Donald Trump, tomó al llegar a la Casa Blanca fue autorizar la reanudación de la construcción de Keystone XL.
Comparte esta noticia