Una parroquia local autorizó su conversión en 2011. Se salvó del proceso de expulsión a su país de origen bajo el argumento de que su nueva religión lo haría vulnerable.
El afgano que, antes de ser abatido el pasado sábado, mató a un niño ruso en un centro de refugiados de Alemania no había sido expulsado del país porque se convirtió al cristianismo y se consideraba que corría peligro si regresaba a su país de origen.
Según informó este martes el semanario Der Spiegel, el hombre de 41 años fue bautizado en 2011 mientras cumplía condena en una cárcel de Baviera por incendio provocado. En el informe se detalla que una parroquia de Augsburgo autorizó la conversión por considerarla sincera.
Detuvo su expulsión. Tras recibir el sacramento, solicitó asilo bajo el argumento de que, como cristiano, su vida corría peligro si volvía a Afganistán. El estado federado de Baviera atendió su pedido y detuvo el proceso de expulsión que ya se había puesto en marcha ese año.
El sujeto entró legalmente a Alemania en 2005 para reunirse con su pareja, quien tenía permiso de residencia en el país. Posteriormente, fue denunciado por violencia doméstica y un tribunal le dictó una orden de alejamiento, tanto de su exesposa como de otros familiares. También se supo que llevaba una tobillera electrónica.
Polémica. La Fiscalía de Ratisbona indicó que, según el testimonio de la madre del niño de cinco años, quien resultó herida, el afgano lo mató porque le molestaban los ruidos que hacía. Se lanzó sobre ellos y perpetró el ataque en presencia de otro hijo de seis años.
El caso ha causado revuelo en Alemania, en medio del debate suscitado en torno a deportaciones a zonas de Afganistán. Tras el atentado de la semana pasada en Kabul, con 150 muertos, la canciller Angela Merkel anunció la suspensión de estas deportaciones, con excepción de las de criminales y yihadistas. (Con información de EFE)
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