La banda peruana ha lanzado el disco que todo amante del heavy metal estaba esperando.
Óxido 1
Óxido
Independiente
Perú
Calificación: 10/10
Escribe: Rafael Valdizán
A mediados de los años ochenta, un grupo de muchachos muy jóvenes (incluso en edad escolar) había colocado —sin proponérselo— la piedra fundacional del rock pesado en el Perú.
Y no es que antes no hubiesen bandas que encendieran las guitarras distorsionadas y entregaran música robusta y de alto octanaje: los nombres de Tarkus, Pax y Up Lapsus ya formaban parte de nuestra historia. Pero lo que hizo Óxido fue sembrar la semilla de un árbol que, poco después, pasó a ser un frondoso bosque de bandas duras.
Eran tiempos del rock subterráneo. Tiempos de esplendor del rock peruano gestado en garajes y en precarias salas de ensayo.
Lo de Óxido fue fundacional porque luego de escuchar algunos demos por la radio (Pico Ego Aguirre, guitarrista de Los Shains y Pax los había puesto en su programa de radio Miraflores), el que menos quiso armar su propia banda, urgido por la fuerza y la energía que inyectaba el cuarteto. La fila de bandas de metal en los ochenta se hizo copiosa y dio a luz uno de los mejores momentos del género en nuestro país.
Mi testimonio es de la época. Puedo decir que la primera vez que escuché a Óxido en una cinta fue una epifanía. Sencillamente no podía creer que en el Perú hubiese una banda que tocara con tal personalidad un estilo de música que uno solo podía presumir lejano e inalcanzable.
Sonaban a Black Sabbath. Pero, además, dejaban entrever alguna cosecha proveniente de otras partes: particularidades que los hicieron únicos. Había todo un metalenguaje urbano en su propuesta: transmitían el olor a asfalto, el calor de la cuadra, el lazo umbilical de una collera de patas. Esquina, barrio, cervezas.
Luego llegaron los conciertos: los vi en un colegio de San Felipe y en la concha acústica del Parque Salazar, en Miraflores. De pronto, el silencio. La banda se disolvió y dio origen a otros proyectos como Almas Inmortales y Mazo. Todo había pasado tan rápido, que no hubo tiempo de lamentaciones.
Fue lamentable que todo ocurriera en medio de la grave crisis económica de un país en bancarrota, gracias al primer gobierno aprista. La mayoría de bandas de la época no pudo grabar, y Óxido no fue la excepción. Pero su huella permaneció inalterable aún hasta nuestros días.
Es por eso que el lanzamiento del CD "Óxido 1" es tan importante. Era el disco que no debía faltar en nuestras repisas. Eran las canciones que jamás debían morir sin ver la luz. Era el testamento de la piedra angular del heavy metal peruano. Y por fin lo tenemos.
"Óxido 1" consta de ocho temas grabados por la formación clásica de la banda, reunida para la ocasión: Fernando de la Flor (voz), Javier Mosquera (guitarras), Jorge Cortés (bajo) y Germán Vegas (batería). También participa Orlando 'Rula' del Carpio, quien se ocupa del bajo en algunas pistas.
La música de Óxido se construye desde la firmeza de potentes riffs de guitarra en quintas. De ahí la consanguinidad con el ADN de Black Sabbath. Son acordes macizos, en ocasiones oscuros y en otras acopladas a esencias blueseras. Los riffs sostienen todo, sobre lo cual ya se agregan los demás arreglos, los ritmos (que van de lo más pesado a sorprendentes giros de velocidad) y los solos de guitarra a cargo del maestro Javier Mosquera.
La placa se abre con El Ángel de la Muerte, un tema pesado y épico que cabalga como el corcel de una batalla medieval. Sin necesidad de bucear en la letra, uno ya sabe que musicalmente nos ofrece el perfil de un guerrero que va por todo: vida o muerte. Sin duda, uno de los clásicos de la banda. Le sigue Siempre Hay Sangre en las Cadenas, que arrastra una cadencia de medio tiempo y explota en uno de los coros más recordados del cuarteto.
Los temas Óxido y Jinete del Tiempo se erigen como alfiles que cruzan el tablero de lado a lado, y preparan la llegada de la que considero la obra maestra de la banda: El Sol. Una suerte de suite que comienza con un arpegio misterioso en guitarra acústica y que luego da paso a una arremetida frontal en clave de rock pesado —con un riff de guitarra memorable—, como antesala al corpus central de la canción. A esto prosigue un giro de compás acelerado para luego volver al paso marcial del inicio y morir con el arpegio acústico en fade out.
El turno es de otras dos obras magistrales: Sacrificio en el Templo (de inicio pesado y un viraje extremo hacia la velocidad) y Espíritu de Hierro (que tiene uno de los riffs más memorables creados por Óxido y por cualquier otra banda de metal: como un intenso y recurrente golpe de puño). La placa se cierra con Atila, por ahí la canción que me resulta menos familiar del catálogo del grupo, pero no por esto menos contundente.
En suma, una obra monumental e histórica que no debe faltar en tu colección.
Óxido presentará el disco el sábado 30 de junio en El Calabozo. Bandas invitadas: Pax, Volcano, Espíritu de Hierro y Lelo Gige (ver flyer).
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