Con el anuncio de Warzone Pacific y -con él- su nuevo mapa, Caldera; todo apunta a que los días están contados para Verdansk, la ficticia ciudad que acogió el battle royale de Call of Duty desde su lanzamiento, el 10 de marzo de 2020.
Este nuevo capítulo en Warzone me deja sensaciones encontradas; ya que, por un lado, es necesario el cambio, pero, por otro, se extrañará el mapa original, que nos ha acompañado a lo largo de estos casi dos años.
Como ya saben, tengo un grupo de amigos, el Team Hoya, con los que juego religiosamente Warzone. No somos muy buenos (apenas hemos ganado unas cuantas veces el battle royale), pero las risas nunca faltan.
Por ello, como particular homenaje a Verdansk, decidí compartir con ustedes algunas anécdotas del Team Hoya, formado por Carlos, Luis (el ‘Chato’), Beto, Ronie y este servidor. Empecemos:
El camión mal estacionado
Todo el equipo había muerto, menos yo. Estaba sobreviviendo frente a equipos de cuatro; por lo que decidí escapar en un camión y ponerme a buen recaudo. Al llegar a un lugar libre, descendí del vehículo y evalué la situación caminando unos metros; cuando de pronto el camión me atropelló. Lo había dejado mal estacionado en una pequeña loma y la gravedad hizo su trabajo. Fin de la partida. Todos reímos para no llorar.
El incidente del helicóptero
Beto, Ronie, Luis y yo estábamos en las inmediaciones del Hospital y subimos a un helicóptero para dirigirnos a la TV Station. Luis estaba pilotando la nave, cuando comenzaron a dispararnos desde lo alto de un edificio. Empezamos a repeler el ataque, pero de pronto vimos que el helicóptero perdía altura a gran velocidad hasta que nos estrellamos. Todos muertos. ¿Qué pasó? La investigación posterior arrojó que el ‘Chato’ se confundió de botón y, en vez de disparar las granadas disuasoras del helicóptero, se cambió de asiento, dejando a la nave sin conductor. La muerte más torpe en la historia del Warzone.
La primera victoria
Le dediqué un post en su momento. Carlos, Beto y yo nos fajamos y sobrevivimos hasta el penúltimo círculo. Beto fue el primero en caer y, luego, yo. Carlos no tenía arma, por lo que le dije que podía coger la ametralladora que yacía junto a mi cadáver. Y así lo hizo. Con esa arma, Carlos pudo repeler el ataque con otro equipo y, luego, con un jeep arrolló al último integrante de los rivales. Merecido triunfo.
El valor de un loadout
Carlos, Beto, Luis y yo habíamos logrado sobrevivir un buen tramo de la partida y ya teníamos dinero para comprar el loadout. Así lo hicimos, y cada uno eligió su configuración favorita, a excepción del ‘Chato’, que se confundió y eligió cualquier cosa. Nuestro buen amigo se sentía incómodo con su elección, por lo que cuando pasamos por una tienda decidió comprar un nuevo loadout solo para él. Todos le recriminamos por su acto egoísta, ya que con ese dinero podríamos haber comprado algo más útil para el equipo. El ‘Chato’ aceptó su error, se disculpó y nos prometió: “Con esta configuración los llevaré a la victoria”. El resultado: fue el primero en morir en el siguiente encuentro con un equipo enemigo. Nunca hagas promesas que no puedes cumplir.
El pay-to-win
Carlos, Beto y Luis jugaban Warzone con sus buenos audífonos, mientras que yo me comunicaba con el equipo con los audífonos que llegaron por defecto en la caja de la PlayStation 4. Siempre me recriminaban por no tener buenos audífonos, ya que no escuchaba cuando un enemigo se acercaba a nuestro punto. Me decían que había una gran diferencia entre jugar con el sonido del televisor y con audífonos, algo que yo me resistía a creer. Hasta que el equipo decidió regalarme por mi cumpleaños un buen set de audífonos. Puedo decir que utilizarlos significó un antes y un después en mis jornadas de Warzone, ya que en verdad todo se escucha con nitidez, desde la dirección de las balas hasta los pasos de los enemigos cuando se acercan. Definitivamente, usar audífonos es un pay-to-win en Warzone.
“Me rompí la pierna”
Otra vez el ‘Chato’. Habíamos tenido una jornada negra en Warzone. Habíamos decidido jugar una última partida y nos fue pésimo. Beto, Luis y yo caímos, quedando solo Carlos en el campo de batalla. Nuestro compañero estaba realmente molesto por el paupérrimo desempeño del equipo aquella noche, pero aún así se dio el trabajo de juntar cuatro mil dólares y traer a uno de nosotros. El elegido fue Luis. “Vamos a revertir esto”, dijo el ‘Chato’ mientras caía, pero segundos después se le escuchó decir: “Carlos, me rompí la pierna. Sálvame”. Había medido mal el descenso y no abrió a tiempo su paracaídas. Carlos, más molesto aún, simplemente lo dejó morir.
Black Hawk Down
Carlos, Luis, Beto y yo acabábamos de aterrizar en el Hospital y estábamos buscando armas. Carlos tuvo la idea de ir por un helicóptero e intentar matar a los enemigos de la parte más alta. No pasaron ni diez segundos cuando escuchamos una explosión. Carlos había muerto. “Me lanzaron una granada”, justificó. Sin embargo, el ‘Chato’ -testigo de lo ocurrido- lo desenmascaró: “Se chocó con una antena y explotó”. Todos reímos, menos Carlitos.
Una victoria deshonrosa
Ronie, Luis y yo estábamos jugando una partida, cuando un equipo enemigo nos abatió. El ‘Chato’, aún con vida, utilizó su jeringa de resurrección como última instancia, pero el gas lo tapó por completo. Pensábamos que moriría en cualquier momento, pero algo ocurrió. El juego se ‘glitcheó’ y el operador de Luis quedó con vida; arrastrándose en el campo de batalla. “No me muero, soy inmortal”, dijo el ‘Chato’, mientras los demás veíamos atónitos cómo avanzaba por el campo de batalla arrastrándose. “Voy a ver si llego hasta el final”, añadió. Y así lo hizo. Se arrastró y arrastró hasta el último círculo, mientras los enemigos le disparaban, le lanzaban granadas, minas, cuchillos, etc.; pero no podían matarlo. Yo pensaba que, cuando llegue al final de la partida, el juego se rayaría, pero no: el sistema nos dio la victoria. “Los llevé a la victoria”, nos dijo orgulloso. Nadie estuvo de acuerdo con él.
Snake, Snake, Snaaaake!
Beto y yo estábamos jugando una partida en dúos y nos estaba yendo bien. En un determinado momento, subimos a un jeep para adentrarnos al medio del mapa, cuando comenzaron a dispararnos desde varios frentes. Beto, que estaba al volante, entró a un extenso túnel por debajo del aeropuerto y aceleró. Su mente lo transportó a la persecución final de Metal Gear Solid, porque no vio que un equipo rival nos había dejado una mina en la pista. Nuestro jeep explotó y perdimos la partida. “Pensé que el jeep aguantaría”, me dijo. “El jeep de Solid Snake aguantaba más”, añadió, entre risas.
El valor de esconderse
La segunda victoria del Team Hoya fue memorable. Todos estábamos muertos, menos Luis. El ‘Chato’ sobrevivió al Gulag y cayó en Downtown, cerca de uno de los edificios más altos. Presa del pánico, entró y subió por las interminables escaleras de la estructura hasta que se encontró con un contrato de ‘Más Buscado’ que cogió sin ver. Temeroso de atraer a los enemigos, se quedó en las escaleras del edificio a la espera de su muerte. Pero la suerte estuvo de su lado: no solo el círculo se fue cerrando a su favor, sino que una caja de loadout cayó sobre su techo. Dejó pasar los tres minutos del contrato agazapado en las escaleras y, con ello, trajo a todo el equipo de nuevo al campo de batalla. Caímos justo para coger el loadout y bajar en paracaídas mientras se cerraba el círculo final. Carlos quedó en un ‘mano a mano’ con un enemigo y lo eliminó. Ganamos una partida que minutos antes creíamos perdida; y todo gracias al miedo e instinto de supervivencia del ‘Chato’.
Glitches que cuestan la vida
Había quedado como único sobreviviente del equipo (mis amigos dicen tengo la suerte de que siempre me tocan rivales accesibles en el Gulag). Caí cerca de la estación de televisión. Sin armas ni placas para mi armadura, subí a un jeep y comencé a huir; pero un equipo rival me vio y comenzó a perseguirme. Entré al gran canal que pasa cerca y empecé a driblear las balas. Sin embargo, en un pequeño montículo, mi vehículo quedó estancado, atorado en lo que supongo un glitch del juego. Por más que aceleraba o iba en reversa, lo único que hacía era balancearme como si estuviera en un subibaja. Los enemigos seguramente se rieron de mi mala fortuna, mientras me disparaban a quemarropa.
Estas son solo algunas de las anécdotas que mi equipo ha vivido en estos casi dos años jugando Warzone. Nos hemos molestado, recriminado, indignado; pero nunca faltaron las risas. Se extrañará Verdansk, pero ya toca pasar la página y ver qué nos trae el nuevo mapa. Seguramente Caldera será escenario de nuevas historias memorables que contar.
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