En pleno 2020, ad portas de la nueva generación, la industria de los videojuegos apunta a lanzamientos que destaquen en lo que yo considero el trinomio del éxito: gráficos, jugabilidad e historia. Es debatible, pero si un videojuego destaca en estos tres apartados, hablamos de prácticamente un candidato a GOTY.
No se me malinterprete: los buenos videojuegos no dependen solo de estos tres apartados, pero sí creo que son lo que la mayoría busca en estos productos. Es más, muchas veces se perdonan apartados jugables mediocres o poco novedosos, si es que el videojuego tiene una “buena historia” o sus gráficos son “realistas”.
Esto era inconcebible hace unos años, cuando los reyes de la industria eran los videojuegos de arcade. Estos títulos, dentro de su simplicidad, encerraban la fórmula del éxito: una jugabilidad que enganchaba y retaba a los usuarios a ser mejores, a superar sus récords... a seguir metiendo fichas en la máquina.
Conversé del tema con mi camarada Enrique ‘Junior’ Martínez, de Parallax, quien me recordó que en aquellas épocas no había siquiera una historia per se detrás de estos lanzamientos. Y ahí entraba a tallar la imaginación de los propios jugadores.
“En ese entonces tenías que usar tu imaginación. El arte de las cajas de Atari o el de las máquinas de arcades como Yars' Revenge o Missile Command mostraban a personajes que nunca veías en el juego real. Tu imaginación llenaba ese hueco”, señaló.
“En los arcades de antaño, jugabas para ser el mejor, para romper récords, para sacar petróleo a tus propinas. En temas de historia, no había mucho que explotar. Pocos brawlers como Final Fight o X-Men tenían historias interesantes”, añadió.
Una lección de historia
Esta suerte ‘necesidad’ por retarte a ti mismo, por lograr mejores registros, la sentí al jugar las colecciones Namco Museum Archives Vols. 1 y 2, de Bandai Namco, lanzada hace un par de semanas en PC y Nintendo Switch.
Venía de jugar The Last of Us Part II, y el golpe generacional fue brutal... pero harto satisfactorio. Necesitaba jugar algo que no me haga estar atento a diálogos, a seguir el hilo de una historia o preocupado por mi superviviencia.
Necesitaba diversión pura y dura. Y eso fue lo que encontré en este par de colecciones, que incluyen auténticos clásicos:
Vol. 1: Pac-Man, Galaxian, Xevious, Mappy, Dragon Buster, Dig-Dug, The Tower of Druaga, Sky Kid, Dragon Spirit: The New Legend, Splatterhouse: Wanpaku Graffiti y una version 8 bits de Pac-Man Championship Edition.
Vol. 2: Battle City, Pac-Land, Dig-Dug II, Super Xevious, Galaga, Rolling Thunder, Mappy-Land, Legacy of the Wizard, Dragon Buster II, Mendel Palace y Gaplus.
Mis favoritos son -sin ningún orden en particular- Battle City, Galaxian, Galaga, Rolling Thunder y la version 8 bits de Pac-Man Championship Edition. Este último se convirtió en una suerte de obsesión, al punto que llené todo el tablero de mejores registros con mi nombre.
Y gracias a que estoy jugando la versión de Switch, puedo aprovechar cualquier tiempo libre para retomar mi última partida y volver a retarme por unos minutos más. De hecho, mientras redactaba este análisis, me animé a jugar un par de partidas de Gaplus.
Bandai Namco homenajea a estos auténticos clásicos y, de paso, nos dan una lección de historia de cómo eran los videojuegos antes. Es una opción muy recomendable, tanto para los gamers más jóvenes, para que vean cómo era la industria antes; y para los más veteranos, para recordar los buenos viejos tiempos.
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