Cada año Tjalle Boorsma cabalga por los Llanos de Moxos en busca de los nidos de la paraba barba azul (Ara glaucogularis). Sus periplos empiezan los últimos meses del año, época en la que esta ave endémica de Bolivia empieza su ciclo de reproducción.
Son viajes intensos porque la paraba no solo instala sus nidos en zonas inaccesibles de la sabana inundable de los Llanos de Moxos, al norte de Bolivia, sino porque la reproducción de esta ave se realiza en época de lluvia y en lugares donde encuentra la palmera Moriche (Mauritia flexuosa), especie que elige para instalar su nido, cuenta Boorsma.
Por eso se planteó instalar rastreadores GPS en esta especie en Peligro Crítico de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Aunque esta idea recién pudo concretarse este año, cuando en la última expedición realizada a las sabanas del Beni lograron colocarle el aparato a tres individuos adultos de la paraba barba azul.
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Los vuelos de la paraba barba azul
“Tenemos dos formas de búsqueda de la paraba barba azul. La primera es recorrer los lugares donde se podría encontrar sus nidos y el segundo método es el rastreo con GPS”, explica Boorsma, director de Conservación de la Asociación Armonía.
Los recorridos por los campos inundados se realizan desde el 2016, pero la colocación de los rastreadores GPS es reciente. Boorsma viajó acompañado de Lisa Davenport, una investigadora especializada en el rastreo de aves mediante el uso de esta tecnología. El equipo, además, estuvo conformado por dos científicos brasileños especializados en parabas, Lucas Carrara y Luciene Carrara, quienes utilizaron una nueva estrategia de captura para instalar los rastreadores en las alas del ave.
Davenport señala que esta investigación permite estudiar los movimientos de esta especie y aprender sobre sus hábitats críticos tanto dentro como fuera de la reserva. “Estábamos preocupados por la falta de conocimiento sobre la migración de estas aves durante la temporada de reproducción”, explica la científica y menciona que uno de los hallazgos a partir del uso de esta tecnología son los espacios de anidación de la paraba barba azul.
La principal ventaja de la telemetría satelital –explica Davenport– es que no es necesario capturar nuevamente al mismo individuo para obtener datos. Además, obtenemos información tanto cerca o lejos de su ubicación actual. “Yo recibo datos por Internet cada tres días que me dicen dónde están las aves. Esto también significa que podemos determinar el tipo de hábitat y la condición del mismo si contamos con personas que recorren esos lugares», asegura.
Con esta investigación también descubrieron que las parabas viajan entre 40 y 80 kilómetros cuando dejan el espacio de conservación de Armonía en busca de lugares para anidar.
Hasta ahora los investigadores sabían de la importancia de la palmera Motacú (Attalea princeps), como fuente de alimentación para esta ave, pero desconocían la importancia de la palmera Moriche (Mauritia flexuosa) para la instalación de sus nidos. “Hemos descubierto que la Palma Real o palmera Moriche es clave para sus nidos y estas no están en la zona sur. Hasta ahora no sabíamos que era muy importante”, revela Boorsma.
En el lugar de destino del ave, el Motacú estaba mezclado con palmeras Moriche, por ello, las parabas abandonaban la reserva Barba Azul en busca de un bosque con ambas palmeras.
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Un nuevo censo de la especie endémica
Una investigación científica realizada por ocho especialistas de Armonía y publicada en la revista Bird Conservation International ofrece información relevante sobre la situación de la especie.
Según el artículo que acaba de ser publicado se trata de la primera estimación rigurosa del tamaño poblacional de la paraba barba azul cuyo resultado indica que existen entre 426 a 455 individuos de esta especie.
“El estudio lo hicimos durante 23 días con tres equipos de campo en 11 lugares que corresponden al hábitat de las tres subpoblaciones de Bolivia”, explica Sebastián Herzog, investigador principal del estudio.
Herzog dice que esta cifra es superior a lo que había sido reportada hasta ahora, sin embargo, agrega que esto no significa que la especie haya superado el peligro de extinción. “Un ave endémica que bordea los 450 individuos aún está seriamente amenazada. Sin embargo, el número no es tan crítico como se pensaba”.
El investigador considera que los programas de conservación con cajas nido o nidos artificiales que se lleva en los lugares donde se encuentra esta especie está dando buenos resultados.
Enzo Aliaga, director general de Biodiversidad y Áreas Protegidas de Bolivia, también considera que las acciones de conservación que se realizan permiten mantener la población de la especie, que en décadas pasadas fue diezmada por el tráfico de vida silvestre y el uso de sus plumas en bailes tradicionales.
Aliaga dice que además del plan nacional para proteger a esta especie, existen acciones desarrolladas por organizaciones ambientales que buscan traer de vuelta a las aves que fueron llevadas fuera del país en las décadas de 1980 y 1990. “Estas aves fueron llevadas a países europeos donde incluso se están reproduciendo. Ahora estamos impulsando un proyecto para reintroducirlas”, precisa.
Para Aliaga es muy importante proteger el hábitat de esta especie y mantener los espacios donde aún existen las palmeras que utiliza para sus nidos y alimentación. “Estamos hablando de áreas extensas y remotas. Esta especie habita solo en las pampas del Beni, uno de los lugares de más difícil acceso. Ahí no hay camino y la vegetación muchas veces es destruida por las quemas”, advierte Aliaga.
Rodrigo Soria, director de Armonía, explica que la experiencia con las cajas nido en las dos zonas de conservación que tiene esta institución han permitido el nacimiento de más de 100 pichones.
“Gracias a la investigación con GPS hemos descubierto 15 nidos de la especie que están entre 40 a 50 kilómetros al noroeste de nuestra reserva”, explica Soria. También se refiere a la investigación sobre la población de la paraba, de la que formó parte. “No se había hecho un censo sistemático por más de 15 años. Las evidencias del 90 indicaban que se trataba de una población pequeña”, indica.
Soria menciona también que la diversidad de acciones para proteger a esta especie han dado resultado. Una de ellas ha sido el programa de elaboración de plumas artificiales para abastecer a los danzantes de un baile tradicional de Bolivia que sacrificaba a estas aves con el fin de obtener sus plumas para el tocado.
Finalmente indica Soria que a todas estas acciones de conservación hay que sumar ahora la nueva información que ofrecen las investigaciones recientes y el proyecto que planea trabajar en los predios de los ganaderos para evitar que se pierda el hábitat de esta especie emblemática de Bolivia.
El artículo original de Yvette Sierra Praeli fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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