Hoy es el Día Mundial de los Océanos, una fecha creada por la Asamblea General de las Naciones Unidas para recordar el rol que juegan los ecosistemas marinos en la existencia de toda la vida en el Planeta, incluyendo la de los seres humanos.
Los océanos generan la mayor parte del oxígeno que respiramos, absorben una gran cantidad de emisiones de carbono, regulan el clima y alimentan a la población mundial. Que se mantengan sanos es entonces primordial. Sin embargo, la ciencia ya ha demostrado que el 66 % de los océanos se encuentra deteriorado.
Los datos son alarmantes: 8 millones de toneladas métricas de desechos plásticos ingresan al océano cada año; un tercio de las especies de mamíferos marinos se encuentran amenazadas, ya sea En Peligro o Peligro Crítico de extinción; y hasta 8 600 000 toneladas de recursos marinos son pescados ilegalmente cada año. El problema crece mucho más si consideramos que el 33 % de las poblaciones de peces en el mar se captura a niveles insostenibles y que el 60 % se pesca al máximo de su capacidad.
Es por eso que este año el tema del día mundial de los océanos, que se celebrará durante toda la semana a través de eventos online, es “Innovación para un océano sostenible”. El objetivo es destacar nuevos métodos, ideas o productos que aporten con soluciones para enfrentar los principales problemas del mar y que sean escalables, es decir, que se puedan replicar y multiplicar. “La programación del día y los eventos posteriores que tendrán lugar durante la Semana Mundial de los Océanos que arranca el 8 de junio, explorarán las innovaciones en categorías que incluyen tecnología, infraestructura de sistemas, gestión de recursos, productos de consumo, finanzas y exploración científica, y describirán cómo estas innovaciones pueden aplicarse, su impacto potencial y los recursos necesarios para transformarlas en soluciones duraderas”, señala las Naciones Unidas a través de su portal.
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La necesidad urgente de aplicar la ciencia y la tecnología
El tema de este año va de la mano con la puesta en marcha de una iniciativa impulsada por las Naciones Unidas denominada Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, que se ejecutará desde el 2021 hasta el 2030 y que busca garantizar que la ciencia apoye —mediante la cooperación internacional, la investigación científica y las tecnologías innovadoras— las acciones de los países para que estos gestionen correctamente los océanos. En definitiva, lo que se busca es lograr que se cumplan de aquí al 2030 los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una serie de metas a las que se comprometieron en 2015 los líderes mundiales para erradicar la pobreza, proteger el Planeta y asegurar la prosperidad para todos.
Uno de esos ODS es el Objetivo 14 que apunta a “conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos”. En concreto, para lograr ese propósito, una de las acciones que está llevando a cabo el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es el Ocean Innovation Challenge (OIC), que busca identificar, financiar y asesorar ideas innovadoras que sean efectivas, replicables y escalables para restaurar y proteger los océanos y costas.
“Se necesita una combinación de innovación técnica y políticas de vanguardia, incentivos financieros y económicos para transformar los sectores relacionados con el océano”, señala el PNUD y agrega que “en la actualidad, si bien hay un puñado de iniciativas relevantes, su alcance sectorial es limitado. Se requieren soluciones que abarquen las necesidades de innovación […] ya sea la reducción de la contaminación por plásticos, la eliminación de la sobrepesca o la mejora del acceso para los pescadores a pequeña escala”.
La primera convocatoria para identificar proyectos que ofrezcan soluciones innovadoras para contrarrestar la contaminación oceánica se lanzó a inicios de año. Aún no se conoce los nombres de los ganadores que recibirán subvenciones que van desde los 50 000 hasta los 250 000 dólares,
Algunas ideas sorprendentes
Existen proyectos enfocados en proteger los ecosistemas marinos que se vienen desarrollando con éxito desde hace algunos años. Uno de ellos, por ejemplo, se enfoca en conservar a las ballenas azules.
A pesar de que en muchos países se ha prohibido la caza de ballenas, varias especies de estos animales continúan estando en peligro pues no han podido recuperarse de los años de cacería que diezmaron a sus poblaciones. Actualmente las colisiones con barcos son una importante amenaza para estos animales, aunque todavía no se sabe exactamente cuántas ballenas mueren, considerando que la mayoría de estos eventos trágicos se registran en altamar.
Aún así, Susannah Buchan, bióloga marina experta en ballena azules, señala que en Estados Unidos se han construido modelos poblacionales a partir de los cuales “se cree que la tasa de crecimiento de ballenas debería ser mucho mayor a la actual y que una de las causas es que están muriendo muchas más ballenas al año por colisiones de lo que está registrado”.
Para solucionar este problema, Buchan se encuentra implementando en Chile una tecnología que ya está siendo aplicada en Massachusetts. La técnica consiste en instalar un micrófono acuático, o hidrófono, sobre un dron submarino que va navegando por una trayectoria previamente determinada y que identifica las vocalizaciones de ballenas. Cada dos horas, el aparato sube a la superficie y envía a los científicos, vía internet, las señales que va detectando. Esto permite alertar a las embarcaciones, a través del sistema de posicionamiento satelital, para que reduzcan la velocidad y eviten estar en la misma ruta que los animales.
Otro problema que están intentando entender y combatir con tecnología es el de la disminución del oxígeno en el océano. Este fenómeno está provocando mortandades masivas de peces y hasta cambios en la cadena alimentaria de las especies marinas, así lo demuestra una investigación científica publicada en 2018 en la revista Science. La causa de este fenómeno llamado desoxigenación es el aumento de la temperatura del agua, producto del calentamiento global, y el exceso de nutrientes descargados al mar derivados de las actividades humanas.
Para poder saber cómo enfrentar este problema es necesario entender su dimensión. Por eso científicos de Perú y Chile se encuentran desarrollando en supercomputadoras un modelo numérico para medir el oxígeno en el océano y proyectar la expansión de la desoxigenación y sus implicancias. El proyecto llamado SEPICAF (South Eastern Pacific Circulation from Argo floats) trabaja en instalar en el mar boyas que miden el oxígeno del agua. Ivonne Montes, jefa de la unidad de Oceanografía de la Subdirección de Ciencias de la Atmósfera e Hidrósfera del Instituto Geofísico del Perú, explica que “el problema es que hay muy pocas observaciones históricas”, por lo que es difícil poder hacer comparaciones, sin embargo, agrega que es por esa misma razón “que es muy importante empezar ahora las mediciones para poder monitorear las condiciones”.
Un tercer ejemplo de cómo la ciencia ha contribuido a la protección de los océanos es la creación, en 2018, del primer santuario de tiburones martillo (Sphyrna mokarran) en Costa Rica, y el primero a nivel mundial centrado específicamente en conservar el hábitat de los juveniles de esta especie.
La costarricense Ilena Zanella creó el centro de investigación Misión Tiburón que se ha encargado de demostrar que el Golfo Dulce, ubicado en la costa pacífico, al sur del país centroamericano, tiene una particular importancia como criadero de estos animales. “Allí las hembras paren a sus crías y los juveniles pasan sus primeros tres a cinco años de vida. Luego cuando son subadultos empiezan a migrar hacia aguas abiertas llegando a las islas oceánicas de Galápagos, Isla del Coco y Malpelo”, explica Zanella.
Aunque el tiburón martillo es una especie en peligro crítico, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en Costa Rica la comercialización de este animal es legal y, de hecho, las investigaciones realizadas por la bióloga marina y su equipo demostraron que el martillo es la especie de tiburón más capturada en el Golfo Dulce.
Fue así como, a partir de los datos recopilados por el equipo de Misión Tiburón, los humedales costeros del Golfo Dulce se declararon santuario de tiburones martillo, incluida una zona de no captura de 4000 hectáreas.
El artículo original de Michelle Carrere fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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