La cifra es perturbadora: casi seis millones de animales murieron durante los incendios forestales de 2019 solo en la Chiquitanía. Este número es el resultado de una investigación realizada por el Instituto de Ecologia de la Universidad Mayor de San Andrés, y ha sido publicada recientemente en la revista Ecología en Bolivia.
El estudio Muerte de mamíferos por los incendios de 2019 en la Chiquitania señala que en total 5 914 527 animales silvestres murieron durante los incendios que mantuvieron en vilo a Bolivia durante por lo menos tres meses. El estudio se centró en 48 especies de mamíferos.
«Se habló mucho del número de animales muertos, particularmente durante los incendios del año 2019. No había una estimación y nosotros la hicimos», señala Luis Pacheco, autor principal del estudio y profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Puras y Naturales, de la Universidad Mayor de San Andrés.
Para determinar la cifra, los investigadores utilizaron herramientas teóricas basadas en alometría, un sistema de medición que se sustenta en la masa corporal de los animales. Sin embargo, también lograron hacer estimaciones en el campo.
«La mayoría [de animales que murieron] ocurrió en áreas protegidas y con números por especie que varían entre cuatro individuos de jaguar hasta más de 3.6 millones de roedores», se explica en la investigación.
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¿Cómo definir la cantidad de animales que murieron en los incendios?
La investigación surgió en la Facultad de Ciencias Puras y Naturales de la Universidad Mayor de San Andrés cuando Pacheco planteó la interrogante a sus alumnos.
Un grupo de ellos se unió a la propuesta de hacer los cálculos y estimar cuántos animales pudieron haber muerto en estos incendios. «Lo que hicimos fue establecer la relación inversa entre la masa corporal y la densidad de la población. Aquellos animales que tienen una masa corporal mayor su densidad poblacional será menor», explica Angel Claure-Herrera, tesista de la carrera de biología en la universidad San Andrés y coautor de la investigación.
De esta forma —continúa Claure-Herrera— se logró estimar la abundancia de animales que había en el territorio evaluado; mientras que para definir la tasa de animales que murieron se recurrió a expertos en Bolivia y de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. «El total de la abundancia se multiplicó por la tasa de mortalidad y así obtuvimos la cifra de animales que murieron quemados por cada especie analizada».
Adicionalmente, Fabiola Suárez-Guzmán, integrante del equipo de investigación y funcionaria del Ministerio de Ambiente y Agua, recorrió parte del territorio afectado por los incendios. De esta forma se sumó el trabajo en campo a las estimaciones teóricas.
El estudio se concentró en alrededor de dos millones de hectáreas que se perdieron en el bosque Chiquitano a consecuencia de los incendios forestales del 2019.
La cifra corresponde a la evaluación que la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) realizó sobre el territorio quemado hasta fines de septiembre de 2019 (un total de 1 416 105 hectáreas), a lo que sumaron 427 847 hectáreas de bosque chiquitano chaqueño y 13 897 hectáreas de bosque chiquitano amazónico.
La investigación tuvo en cuenta la cantidad de este territorio que corresponde a las áreas protegidas que resultaron afectadas. Según la evaluación de FAN fueron 450 000 hectáreas en tres reservas: Área de Conservación e Importancia Ecológica Ñembi Guasu, la Reserva Municipal de Vida Silvestre de Tucabaca y el Área Protegida Municipal de Los Grandes Lagos Tectónicos de Exaltación.
Según los resultados de la investigación, en el caso de jaguares se llegó a la conclusión de que unos cuatro individuos murieron por el fuego; también se determinó que más de tres millones de roedores resultaron calcinados. Las cifras indican la muerte de por lo menos 3060 individuos de Tayassu pecari y 6220 de Pecari tajacu.
«La mortalidad de felinos de gran porte, como Panthera onca (jaguares) y Puma concolor (pumas) se consideró muy baja (5%), suponiendo que su agilidad les permitiría escapar del fuego; mientras que la mortalidad de especies de hábitats arborícolas se consideró muy alta, suponiendo que su ruta de escape sería hacia la copa de los árboles», señala el estudio.
Para la investigación no se tomó en cuenta las especies que habitan en los ríos, por considerar poco factible que hubieran sido alcanzadas por el fuego.
Sixto Angulo, investigador del Observatorio del Bosque Seco Chiquitano de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC), comentó que se trata de un ejercicio teórico interesante y que deja una base para ir complementando y contrastando en campo.
Angulo precisa que sería importante estimar también qué pasó con los animales que sobrevivieron al incendio o aquellos que habitan, por ejemplo, en madrigueras.
«Si hubo daño en recursos como los salitrales que son clave para los tapires, entonces la afectación va más allá de la zona destruida», señala para explicar cómo puede haber afectado los incendios a las especies que sobrevivieron.
Angulo señala que también se debe tomar en cuenta el efecto borde que es el desplazamiento de animales a zonas que no se quemaron. , por tanto, en los lugares a los que migraron las especies sobrevivientes posiblemente aumentó la densidad de las especies, por tanto, esto genera un impacto en el ecosistema y puede significar una mayor mortandad para aquellos animales que son el alimento de los que huyeron del incendio.
Uno de los datos más estremecedores es que a pesar de haber sido rescatados, muchos animales murieron en el camino. «Todos hemos sido testigos que ninguno de los animales rescatados sobrevivió, pese a los cuidados. Todos terminaron muriendo, más allá de la lesión, son animales silvestres sin contacto con la gente y esa cercanía les produce estrés. También hay una buena cantidad de los que sobrevivieron con algunas lesiones y que se convirtieron en presas», precisa Angulo.
Adicionalmente, el investigador del Observatorio de la Chiquitanía, menciona que no se conoce cómo los incendios afectaron la profundidad del suelo y cuántos animales pueden haber perecido en las madrigueras bajo tierra. «Tenemos especies que viven en cuevas subterráneas y que posiblemente no han podido escapar. ¿Estar bajo tierra los ayudó para salvarse o los calcinó como en un horno?», se cuestiona Angulo y menciona especies como el pichiciego mayor, llamado también ‘culotapado’ (Calyptophractus retusus), una armadillo que vive en suelos arenosos de la Chiquitanía.
También están otras especies de armadillos y los hurones que viven en madrigueras. «La tendencia es que cuando ocurre un incendio, su primera reacción es esconderse en su madriguera, y quizá murieron dentro de ellas».
El estudio también explica que la mortalidad de muchos individuos pequeños puede generar cambios de gran magnitud en la estructura comunitaria de grandes depredadores.
«Si bien la pérdida de algunas especies, como felinos grandes, puede haber sido baja en términos numéricos, su efecto en términos de funcionalidad ecosistémica requiere de una evaluación particular; especialmente si se considera que nuestra evaluación sólo se centró en los mamíferos», se indica en la publicación.
Pacheco se refiere, por ejemplo, a los jaguares que han podido morir de hambre al haber perdido parte de sus presas con el fuego. En ese sentido, también toma en cuenta el rol de los herbívoros y frugívoros en cuanto a consumo de plantas y dispersión de semillas que tendrá efectos en la dinámica del ecosistema. «Muchas especies morirán después del fuego, por falta de recursos alimenticios y refugio. La calidad del suelo luego de los incendios también cambiará, favoreciendo algunas especies de plantas y perjudicando el desarrollo de otras. El ecosistema se verá fuertemente afectado y su recuperación tardará bastante».
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Los primero incendios del 2021
Hace apenas dos semanas, más de 2000 hectáreas arrasadas fue el resultado del incendio que afecto el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Otuquis.
Según el Programa de Incendios Forestales de la Gobernación de Santa Cruz, 2283 hectáreas ha sido la cantidad total de territorio arrasado por el fuego que se inició el 28 de mayo y duró aproximadamente cinco días.
Una de las hipótesis que maneja la Gobernación de Santa Cruz es que el fuego pudo haber sido ocasionado por cazadores furtivos; pero no se descarta que haya llegado desde Paraguay, pues se trata de una zona de frontera con ese país.
El área protegida de Otuquis ha sido una de las más afectadas por los incendios de los años 2019 y 2020. Según un informe del 2020 de la Fundación Amigos de la Naturaleza, más de 685 mil hectáreas quemadas se registraron dentro de 21 áreas protegidas del país. El Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Otuquis, el AMNI San Matías, el Parque Departamental y ANMI Iténez y la Reserva Científica, Ecológica y Arqueológica Kenneth Lee estuvieron entre las más devastadas.
Luego de la grave afectación que sufrió Bolivia por los incendios de 2019 y 2020, el gobierno decidió, este año, elaborar un plan de prevención y control para estos casos.
La iniciativa denominada En defensa de la vida y el medioambiente contará con la participación de las Fuerzas Armadas que coordinarán con instituciones nacionales, departamentales y municipales para vigilar los bosques en Bolivia, además de buscar disuadir y sensibilizar a quienes realizan quemas ilegales -llamados chaqueos- en zonas sensibles a los incendios.
El ministro de Defensa, Edmundo Novillo, quien estuvo a cargo de la presentación del plan, ha informado que la Chiquitanía de Santa Cruz será el punto de inicio de esta propuesta debido a los antecedentes de años anteriores y al reciente incendio en Otuquis.
La Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierras (ABT) ha anunciado que los permisos para las ‘quemas controladas’ de hasta 20 hectáreas vencen este 30 de junio. Por tanto, el organismos estatal ha anunciado que emitirá una resolución administrativa para suspender las autorizaciones de ‘quemas’ a partir de esa fecha.
Los incendios que resultan de quemas descontroladas, así como los fuegos provocados para la expansión de la agricultura y la ganadería en zonas no autorizadas han sido la constante en los dos últimos años, en los que ocurrieron los incendios más devastadores.
Iván Arnold, director de la Fundación Nativa, señala que lo más preocupante es que esto no parece tener fin. «Pareciera que este año de nuevo vamos a tener incendios, de nuevo se verá desplazamiento de gente y nuevamente vamos a sufrir las consecuencias del fuego. Se viene una temporada compleja por los incendios».
El artículo original fue publicado por Yvette Sierra Praeli Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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