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Los derrames de petróleo crónicos e incalculables en las costas de Piura y Tumbes

Los registros que llevan los organismos del Estado sobre los barriles de petróleo vertidos a la naturaleza están llenos de imprecisiones y no se sabe cuánto se ha derramado realmente.

El Perú le delegó a las petroleras la responsabilidad de monitorear sus propios derrames pero las empresas han sido sancionadas por entregar información falsa e incompleta.

La existencia de cinco lotes petroleros que se superponen al espacio propuesto para la reserva marina ha sido una de las razones por las que esta área ha demorado en aprobarse.
La existencia de cinco lotes petroleros que se superponen al espacio propuesto para la reserva marina ha sido una de las razones por las que esta área ha demorado en aprobarse. | Fuente: Vanessa Romo

El primer pozo de Sudamérica se instaló, hace más de siglo y medio, en el distrito tumbesino de Zorritos, al norte del Perú. Los pescadores cuentan, como si fuera leyenda, que el lugar tiene ese nombre porque solo el olor del zorro es equiparable al del petróleo. Hoy, entre Piura y Tumbes, los departamentos que conforman la Costa Norte del país, hay 1200 pozos petroleros operativos, que en 2018 aportaron el 66 % de la producción nacional de petróleo. Casi 12 millones de barriles, según las estadísticas anuales de Perupetro, la agencia estatal de promoción de explotación de hidrocarburos.

Al mismo tiempo, esta zona es de las más biodiversas del mar peruano. Ernest Hemingway encontró en Cabo Blanco, caleta de la Costa Norte, al pez monumental de ‘El viejo y el mar’, en su versión fílmica. Sabía que el merlín negro más grande del mundo, que midió cuatro metros y pesó 780 kilos, se había pescado ahí. Los enormes merlines son solo una clave de la diversidad del mar de esa región que, además, proporciona la mitad de los pescados frescos que consumen los peruanos.

Por la cantidad de petróleo que se almacena y se produce en la Costa Norte, con frecuencia se vislumbran manchones negros que se expanden, sumergen y diluyen en el agua, adhiriéndose al ecosistema.

Mongabay Latam analizó los reportes oficiales de derrames y calculó que, en 10 años, al menos 9743 barriles de petróleo han sido vertidos en todo el territorio del país (mar y tierra), es decir, 1 549 137 litros, lo que equivale al agua que transportan unos 310 camiones cisternas.

Del total de derrames registrados, el 88 % ha sucedido en el mar de la Costa Norte. Todas estas cifras, sin embargo, son en la práctica más grandes y ningún organismo del Estado está enterado del total real.

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La fiscalización en manos de las petroleras

El 8 de enero de 2014, pescadores de Zorritos denunciaron que la empresa estadounidense BPZ Exploracion & Produccion, derramó crudo en el mar a unos 10 kilómetros frente a la costa. Para tomar muestras, los pescadores sumergieron baldes frente a la mancha, incluso metieron las manos al mar pintándoselas de negro. Antes de que la empresa controlara del todo el incidente, comunicó que no se trataba de un derrame propiamente sino de un vertimiento. Según dijeron, se había vertido una cuarta parte de un barril de petróleo, es decir 63,3 litros.

Un barril entero equivale a poco menos de 159 litros, el combustible suficiente para ir a Quito desde Lima en un vehículo de cuatro cilindros; un viaje de más de 28 horas.

El accidente ocurrió cuando la empresa transfería crudo de la plataforma CX-11 —ubicada mar adentro, en el Lote Z-1— al buque Trade Wind Palm, mediante una manguera rota que sumergieron 40 metros en el agua. Contrario a lo comunicado por la empresa, el peritaje de la Dirección General de Capitanías y Guardacostas (DICAPI) arrojó que la cantidad de crudo vertido ascendía a 11,9 barriles. Aun así, en su informe final, BPZ reiteró, ante el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), que el derrame había sido solo del 40 % de un barril.

 

Plataforma de SAVIA Perú, frente a la costa de Cabo Blanco, lote Z2B.
Plataforma de SAVIA Perú, frente a la costa de Cabo Blanco, lote Z2B. | Fuente: Karen de la Torre

El OEFA, notando la diferencia, sancionó a BPZ por presentar información falsa. En su sanción refirió que la cantidad derramada incluso podía ser mayor ya que, entre la plataforma y el buque, se transfirieron 92 barriles de petróleo y la rotura de la manguera era de 21 centímetros.

Un pescador de 40 años, baja estatura y cara redonda, que llevaba más de la mitad de su vida extendiendo redes dentro de las cinco millas del mar, fue testigo del derrame. “Siempre dicen que es menos porque hacen que no se vea. Cuando vino el equipo de contingencia regaron químicos que hacían que el petróleo desapareciera de encima ¿ya? Días después, cuando nosotros jalábamos las redes de fondo, salían con petróleo, manchadas. Olían fuerte a petróleo. Fueron tres o cuatro meses que estuvo así”, dice el pescador que prefiere que su identidad no sea publicada. Asegura haber visto una decena de vertimientos, los describe como caminos, hilos negros que se hinchan en el agua.

Las petroleras están obligadas a reportar al OEFA y al Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería (Osinergmin) los derrames de crudo. En dichos reportes deben indicar el lugar, la hora, el motivo, las acciones de mitigación y la cantidad derramada. Para el Osinergmin, si la cantidad vertida es menor a un barril, se debe colocar en un registro aparte, que se envía mensualmente.

Monumento petrolero en la entrada de Talara.
Monumento petrolero en la entrada de Talara. | Fuente: Karen de la Torre

Mongabay Latam analizó los reportes de Osinergmin y calculó que en 10 años, tomando en cuenta los vertimientos menores y mayores, se han derramado, en todo el territorio peruano, 9743 barriles de petróleo crudo, agua con petróleo, hidrocarburo líquido o agua de producción, en 9439 eventos. En perspectiva sería como considerar que a diario, durante una década, se vertieron casi tres barriles de crudo.

De ese total de eventos, el 88 % ha sucedido en la Costa Norte. Aunque de acuerdo con lo reportado por las petroleras, ahí solo han vertido poco más de la tercera parte de lo derramado a nivel nacional, es decir, 3104 barriles.

El registro del OEFA, por su parte, tiene menor alcance. Su función fiscalizadora comenzó en marzo de 2011 y desde entonces ha registrado solo 631 eventos. A diferencia del Osinergmin, que sanciona las deficiencias de las operaciones en la industria de energía, hidrocarburos y minería, el OEFA sanciona los daños ambientales. Tomando como base el registro de Osinergmin correspondiente a los años en que la OEFA ya se encontraba funcionando, es posible observar que en el 84 % de los casos la OEFA no sancionó a las empresas ni tampoco corroboró la información que estas entregaron.

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Cifras imprecisas 

Los derrames que ocurren dentro del mar no son monitoreados. Ni el Osinergmin ni el OEFA corroboran las cifras de las petroleras. En la práctica, este es un ejercicio exclusivo de la Dirección General de Capitanías y Guardacostas (DICAPI) que vigila que no se viertan desechos en el mar por estar prohibido.

Entre los años 2013 y 2018, el OEFA abrió seis procesos administrativos contra las petroleras que hicieron vertimientos en el mar: en dos utilizó los peritajes de la DICAPI para sancionar a las empresas por mentir sobre la cantidad derramada. En otros dos, al no haber peritajes de DICAPI, consideró la información consignada por las petroleras sin cuestionarla. En dos más, las empresas ni siquiera proporcionaron la información de la cantidad vertida y sobre esta ausencia se determinó la sanción.

El vertimiento de BPZ, expuesto al inicio de este reportaje, corresponde a uno de los casos en los que se entregó información falsa. El segundo ocurrió en julio de 2013 cuando la petrolera SAVIA, colombiana-surcoreana, reportó el derrame de 2,5 barriles al mar, pero la DICAPI precisó que habían sido 48,57 barriles.

En las primeras millas del mar de Cabo Blanco se han construido 25 plataformas que ahora son operadas por la empresa Savia Perú. Están ubicadas dentro del lote Z-2B.
En las primeras millas del mar de Cabo Blanco se han construido 25 plataformas que ahora son operadas por la empresa Savia Perú. Están ubicadas dentro del lote Z-2B. | Fuente: Vanessa Romo

Para la investigación de este reportaje se revisaron las bases de datos de eventos menores y mayores del Osinergmin, además de la base de datos de Emergencias Ambientales del OEFA. También se examinaron los reportes mensuales que las petroleras otorgaron al Osinergmin desde 2015 hasta julio pasado. Por el lado del OEFA, se revisaron los procesos administrativos sancionadores por derrames de petróleo en Tumbes y Piura, ocurridos entre 2009 y octubre del 2018.

En los documentos es común ver reportes que no contienen información sobre la cantidad vertida. Un caso es el del 22 de septiembre de 2014, también de BPZ. La petrolera derramó crudo en el mar sin decir cuánto. El OEFA sancionó la falta de información pero, para conveniencia de BPZ, ese año estaba vigente la Ley ‘del paquetazo ambiental’: del 2014 al 2016, el Estado exoneró del pago de multas ambientales a las empresas del sector productivo por lo que BPZ no obtuvo sanción económica y no fue posible saber cuánto crudo derramó.

El 3 de abril pasado, en medio de una caminata diurna, habitantes de Lobitos registraron un derrame no documentado por el Osinergmin ni por el OEFA. Las fotografías, tomadas por los vecinos como prueba, están dentro del lote VI, operado por SAPET. Sin embargo, el último derrame menor informado por SAPET a Osinergmin fue en septiembre del año pasado.

OEFA, en cambio, supervisó a SAPET el mismo día que los vecinos de Lobitos tomaron las fotografías, pero la supervisión fue en Pariñas, un distrito cerca de Lobitos. Ahí OEFA no encontró “hechos que constituyan presuntas infracciones administrativas”, se lee en su acta de supervisión.

La base de datos del Osinergmin está llena de registros en «cero» por consideración unilateral de las empresas. Esta cifra, sin embargo, no indica ausencia de derrame sino cantidades vertidas al mar menores a un barril. Solo entre enero y julio de este año, de los 69 derrames reportados en esos siete meses, 21 corresponden a “cero”.

El Osinergmin aseguró a Mongabay Latam que actualmente están pidiendo precisión en los datos para que no haya más ceros.

Sumada a las dificultades técnicas y humanas para calcular la verdadera cantidad de petróleo derramado, la confianza que el Estado ha depositado en las petroleras para que sean ellas quienes entreguen información sobre sus derrames, ha dado como resultado un registro impreciso sobre el petróleo que se ha vertido en la naturaleza. El reporte de 3104 barriles derramados al mar, que ni siquiera considera las rectificaciones de DICAPI, es apenas un indicio de la cantidad real. 

Prueba de las imprecisiones en los reportes es el informe de la Comisión del Congreso que investigó los derrames de petróleo en el Oleoducto Nor Peruano: en su informe final refiere que se han vertido, solo en la Amazonía, 25 000 barriles en los últimos 9 años. Esa cantidad que no se condice con la reportada por las petroleras de la selva norte, selva central, selva sur, zona zócalo y noroeste. De acuerdo con los informes enviados al Osinergmin, durante los últimos 10 años, los derrames en todo el territorio nacional no suman ni 10 000 barriles de petróleo crudo, agua con petróleo, hidrocarburo líquido o agua de producción.

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El viaje del Petróleo en el mar 

Gregorio Eche, sargento de playa de Lobitos, localidad piurana, es un hombre delgado, de 80 años de edad, que dice estar cansado de dar entrevistas sobre escasez de peces y contaminación. En el distrito de Lobitos hay cuatro concesiones petroleras: el lote X explotado por China National Petroleum Corporation (CNPC), al norte del distrito; el lote XV, de la Petrolera Monterrico, en el centro; el lote VI, que opera SAPET, sucursal de CNPC, al sur y el lote Z-2B que opera SAVIA, dentro del mar.

“Gracias a Dios el mar se limpia solo”, dice el sargento de playa, “las mismas olas se encargan de sacar lo malo, no es como los derrames en los ríos, que se convierten en tragedia”. Su hipótesis es secundada en la caleta y, aunque es cierto que el mar degrada naturalmente al petróleo, su limpieza no es tan simple como para depositarla en el vaivén de las olas.

Andrea Collantes, bióloga marina experta en derrames, explica que en el mar, el petróleo vertido desciende. En un primer nivel, sus componentes más ligeros se evaporan o disuelven, mientras que los más pesados inician un proceso de oxidación hasta llegar a los sedimentos. Al estar en la superficie, la mancha impide que el fitoplancton reciba la luz solar. El movimiento del mar puede romper su concentración hasta formar pequeñas esferas negras que se descomponen. Existe la probabilidad de que, en la columna de agua, estas esferas empequeñecidas sean consumidas por organismos, entre ellos peces. Aquellos que no mueren por la contaminación, se introducen en la cadena alimenticia. Quizá son pescados y llevados hasta la mesa de cientos de familias peruanas.

 

La biodiversidad más abundante en este espacio es la que existe bajo el mar. En los Arrecifes de Punta Sal se registra un alto endemismo de especies invertebradas.
La biodiversidad más abundante en este espacio es la que existe bajo el mar. En los Arrecifes de Punta Sal se registra un alto endemismo de especies invertebradas. | Fuente: Yuri Hooker

Lo que explica Collantes es respaldado por diferentes estudios científicos que han documentado que no siempre, tras un derrame, acontece una mortandad masiva de especies, sino que también procede la bioacumulación de los componentes del petróleo.

Collantes detalla que existe la posibilidad de que el movimiento del mar devuelva las esferas de hidrocarburo a la superficie para que se evaporen, aunque siempre existe el riesgo de que una parte se hunda en los sedimentos. Además, agrega que lo que puede ocurrir es que “los peces pequeños se traguen las esferas de petróleo y mueran de hambre, porque van a sentir que están llenos cuando no. Lo mismo que pasa con el plástico”.

La frecuencia de los derrames en la costa norte es una pieza clave para comprender su importancia: el problema de contaminación del petróleo surge cuando la cantidad de hidrocarburos es mayor a la capacidad de degradación que tiene el mar.

Antes de la empresa china CNPC, la brasileña Petrobras operó el lote X hasta finales del 2014. En sus reportes de derrames menores a un barril, llegó a registrar de 100 a 200 eventos por mes y de 10 a 30 eventos por día, según los datos que reportó al Osinergmin. Ninguna otra petrolera ha reportado a ese nivel de detalle sus derrames.

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Necesidad de cuantificar

Según distintos estudios científicos consultados por Mongabay Latam, el petróleo en el mar tiene distintos efectos en los organismos marinos. Por ejemplo, en los informes Contaminación ambiental: monitoreo y evaluación, así como en Calidad acuática e hidrocarburos de petróleo, determinación de Hidrocarburos de petróleo en sedimentos marinos, en posesión del Instituto del Mar Peruano (IMARPE), está documentado que los hidrocarburos se adhieren a las branquias de los peces afectando su respiración; lo mismo pasa con las vías respiratorias de los mamíferos marinos; o bien, las comunidades marinas pueden sufrir deformaciones, pérdida de fertilidad y reducción del nivel de eclosión de huevos. Los efectos para los mejillones (Mytilidae) y otros moluscos que se adhieren a las rocas son especialmente determinantes, ya que pueden perder su capacidad de adhesión y por ende su capacidad de alimentarse.

La pesca también encuentra efectos negativos: hay especies que varían su ruta migratoria al detectar el petróleo.

Miguel Ángel Saldaña Serrano,  investigador especialista en ecotoxicología, concuerda con Collantes en que otra posibilidad es que las especies bioacumulen componentes de hidrocarburos: “los peces, como nosotros, tienen su sistema de defensas y van a tratar de defenderse de los componentes del petróleo. Los peces que no mueran, los pescadores los van a capturar y van a llegar al consumo humano”.

Pescadores de Zorritos denunciaron en el 2014 que la empresa estadounidense BPZ Exploracion & Produccion derramó crudo en el mar a unos 10 kilómetros frente a la costa.
Pescadores de Zorritos denunciaron en el 2014 que la empresa estadounidense BPZ Exploracion & Produccion derramó crudo en el mar a unos 10 kilómetros frente a la costa. | Fuente: Mongabay Latam

El investigador del laboratorio de biomarcadores de contaminación acuática e inmunoquímica (LABCAI), de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), en Brasil, detalla que es necesario hacer estudios de monitoreo tanto en el mar como en las especies, hasta en derrames no significativos, ya que toda información dota de herramientas al Estado y a las empresas para mitigar los impactos ambientales.

En mayo de 1988, la Comisión Permanente del Pacífico Sur (CPPS), con apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), realizó una publicación de los mapas de áreas críticas y recursos vulnerables como prioridades de protección contra la contaminación accidental por petróleo en el pacífico sudeste. El área crítica número uno se conformó por el territorio demarcado por los puertos de Paita y Punta Aguja; playas como Los Organos, El Alto, Talara y Colán, de la Costa Norte. A sabiendas de ello, los últimos monitoreos públicos de contaminación por hidrocarburos totales del petróleo en el mar han sido del 2010 y del 2008.

La publicación del 2008 es la que ofrece más información. En ella, el Instituto del Mar Peruano detalló que el nivel de concentración de hidrocarburos aromáticos, disueltos en agua y sedimentos marinos de Talara, era comparable con áreas críticas reportadas en Chimbote y el Callao —características por su nivel de contaminación—,  aunque inferiores al nivel máximo permitido establecido por la Comisión Oceanográfica Internacional en 1984 (10 microgramos por litro).

Ambos estudios ofrecen únicamente monitoreo de Talara, que si bien es una de las caletas que más aporta peces al consumo humano directo, lo mismo hacen las playas norteñas de Cabo Blanco, El Ñuro, Los Organos, Máncora, Cancas, Acapulco, La Cruz, Puerto Pizarro y Zorritos.

La versión completa de este reportaje de Karen de la Torre fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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