La bióloga Sofía Zalazar no había nacido la última vez que se vio a un muitú (Crax fasciolata) en los bosques del Iberá. Fue en los años setenta que la población de esta ave de monte empezó a reducirse drásticamente en la Argentina. Desapareció de las provincias de Corrientes y Entre Ríos, quedando solo pequeñas poblaciones silvestres en áreas boscosas de Chaco y Formosa, al noreste del país.
Un par de años atrás, cuando Zalazar empezó a indagar sobre la presencia del ave en los bosques correntinos del Parque Nacional Iberá, como parte de su tesis doctoral, la información que le brindaban los pobladores de la zona era bastante vaga y escueta. “Un pájaro negro grande que canta”, mencionaban los mayores tratando de recuperar imágenes del pasado. “Los últimos registros tienen más de 40 años”, decían algunos guardaparques de la zona. En ese momento entendió que esta ave no solo estaba desapareciendo de los bosques, sino también de la memoria colectiva de los pueblos. “No encontramos a nadie que la describa con exactitud. Fueron muchos años sin la especie”, refiere la bióloga.
Esta tendencia al olvido tuvo, sin embargo, un punto de quiebre el último febrero con el nacimiento de tres pichones de muitú. La investigadora explica que el largo periodo de ausencia de la especie en Iberá fue combatido con una ardua estrategia de reintroducción ejecutada desde 2019 y que vio sus primeros resultados dos años después. “Ver cómo una especie vuelve a cumplir su rol dentro de los bosques y que los individuos logran reproducirse es un paso importantísimo en la recuperación de un ecosistema”, apunta.
La emotiva escena de los pichones saliendo de los cascarones se suma a otros nacimientos como parte de los proyectos de reintroducción en el parque —como el caso de jaguares, osos hormigueros, guacamayos rojo y nutrias gigantes— desarrollados desde hace 14 años por los científicos de la Fundación Rewilding Argentina.
Los pichones nacidos en febrero fueron capturados, junto con sus padres, por los biólogos para que transiten más seguros sus primeras semanas de vida. Crédito: Fundación Rewilding Argentina
Pero, ¿qué llevó al filo de la extinción al muitú?¿Qué problemas han diezmado a la población de esta ave galliforme considerada la más grande del país?
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Tras el rastro del muitú
En su investigación doctoral, promovida por el Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal), la bióloga Sofía Zalazar encontró como principales causas a la caza directa y la pérdida de hábitat asociada a la deforestación.
Por su tamaño y volumen, el muitú parece una gallina gigante, ya que mide más de 80 cm y pesa algo más de tres kilos. “Eso las hace codiciadas por su carne”, comenta la especialista. Y a esto se suma la pérdida de hábitat asociada sobre todo a la deforestación para producción ganadera y agrícola. Ello repercute en la relación de estas aves con los cursos de agua, como ríos o lagunas. “Necesita amplios territorios con masa boscosa y buen estado de conservación. Eso es un inconveniente porque no podría habitar en cualquier bosque empobrecido”, dice Salazar.
El Gran Parque Iberá –que comprende el Parque Nacional y el Parque Provincial– suma 700 mil hectáreas de llanura subtropical. En el centro se encuentran los humedales, que conviven con variados ambientes como la selva paranaense, el monte chaqueño, el espinal y los pastizales abiertos. En el último siglo, la amenaza de extinción de especies autóctonas como el muitú o el yaguareté o jaguar (Panthera onca), generó en la zona un desequilibrio que los científicos de la Fundación Rewilding buscan ahora revertir.
“Un ecosistema no está sano si no están todas las piecitas. Funciona como un motor que tiene muchas partes que generan la funcionalidad. Queremos ver al Iberá como estaba 100 años atrás”, dice Zalazar. Para cumplir ese deseo, habría que traer de vuelta a las especies claves, aquellas que tienen un rol marcado en este ecosistema. ¿Qué hace al muitú tan relevante para la armonía de este ecosistema?
El 80% de su dieta son frutos. Al ser un ave grande, se alimenta de frutos carnosos de gran porte, mayores a los que podrían comer aves más pequeñas e incluso mamíferos. Esto lo convierte en el principal dispersor y depredador de semillas del Iberá. “Al defecar las semillas en distintos sitios ayuda a regenerar los bosques. A su vez, al romper otras semillas duras y abundantes en su estómago, controla y mantiene la heterogeneidad del ambiente”, comenta la bióloga.
El 80% de la dieta del muitú se basa en frutos carnosos que extrae de los árboles. Crédito: Fundación Rewilding Argentina.
Por eso, en el 2019, el proyecto de reintroducción de ejemplares pasó del papel a la acción. La repoblación de muitú suponía traer individuos de otros lados y para ello fue clave una donación de animales en cautiverio de la empresa de energía brasileña Itaipú Binacional (Foz de Iguazú). Fue así que se empezó a reescribir la historia de los bosques correntinos.
Talía Zamboni recuerda con entusiasmo la llegada de los nueve muitúes provenientes del refugio Bella Vista en Foz de Iguazú. Si bien había mucha ansiedad por acelerar el proceso, para avanzar debían verificar que los ejemplares recién llegados no tuvieran ninguna enfermedad. Por ello, fueron puestos en cuarentena en un espacio acondicionado por la fundación Rewilding en Corrientes.
“Ahí fueron aislados y sometidos a chequeos sanitarios. Se los anestesió y se les tomó muestras de sangre, las cuales fueron analizadas por laboratorio para determinar que no porten enfermedades importantes”, describe Zamboni, Coordinadora de Conservación del Proyecto Iberá.
Durante los controles se aprovechó para colocarles unos pequeños transmisores en forma de mochila. Estos dispositivos livianos permitirían monitorearlos posteriormente. Tras ello, los individuos fueron llevados a una gran jaula de 14 metros de alto, donde se aclimataron durante cuarenta días a las características del nuevo entorno. Al ser especies nacidas en cautiverio había que entrenarlas también en la alimentación silvestre. “En ese tiempo se les ofreció frutas y semillas nativas, que es lo que iban a encontrar en el ambiente”, anota Zamboni.
La liberación de las aves no se dio de un momento a otro, sino que fueron familiarizándose progresivamente con su nuevo entorno. La bióloga explica que las puertas del jaulón se abrieron semanas antes del adiós definitivo, “para que todas salgan y vuelvan cuando quieran”. Finalmente, en febrero de 2020 los nueve ejemplares fueron liberados a su nuevo y definitivo hogar.
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Volando a un nuevo hogar
El zona de liberación elegida es la Reserva Natural Yerbalito, un área protegida de 1200 hectáreas ubicada al norte del Gran Parque Iberá. Por sus extensiones de bosques —que incluyen pastizales, pajonales y bañados— y la posible conexión con el río Paraná (a 15 kilómetros de distancia), se consideró el lugar propicio para la reintroducción de la especie. “Tiene gran cantidad de árboles con frutos y bosques asociados a lagunas internas. Es un ambiente muy apto, donde ya ha habitado en el pasado”, dice Zamboni.
Las aves liberadas exploraron su nueva casa durante los primeros meses. En el monitoreo los científicos advirtieron cómo los ejemplares recorrían varios kilómetros, llegando hasta los límites de la reserva. Después de este tiempo de exploración, llegaría otra buena noticia: la formación de dos parejas reproductoras. Aunque el monitoreo también reveló algunos sucesos desafortunados.
De este grupo de nueve ejemplares, cuatro no sobrevivieron a la vida silvestre siendo depredados por gatos montés, zorros y comadrejas. Esta experiencia sirvió para diseñar un método de entrenamiento en la jaula de presuelta —como se llama al recinto que ocupan antes de su liberación—, el cual ya se viene aplicando a un segundo grupo de muitúes que se espera liberar en septiembre.
Sofía Zalazar, quien ahora es una de las responsables del monitoreo, indica que todos los proyectos de reintroducción tuvieron una pérdida del 50% de ejemplares por depredación. “Por eso, a partir de este segundo grupo hemos reforzado el entrenamiento. Les mostramos a sus futuros predadores para que sepan reconocer su presencia y puedan escapar a tiempo”, señala.
Pese a estos incidentes, el proyecto cobró nuevos bríos con las dos parejas formadas. Una vez consolidadas, comenzaron a construir nidos y una de ellas pudo completar los treinta días de incubación en noviembre del año pasado. El equipo de Rewilding siguió con mucha expectativa la puesta de huevos hasta la eclosión. Pero un nuevo evento postergaría la alegría: “Al romperse los huevos, los pichones saltaron a seguir a sus padres, pero fueron automáticamente depredados”, recuerda Zalazar.
La bióloga había visto esta escena cuando supervisaba a las poblaciones silvestres en Formosa. Dado que apenas ponen dos huevos por incubación, el reto era evitar una nueva pérdida. “Aprendimos que había que cuidar a los pichones porque son vulnerables”, menciona Zalazar. Los científicos se prepararon para la siguiente puesta, que tuvo un desenlace feliz en febrero de este año. En esta camada, al romperse los huevos, los polluelos y sus padres fueron recapturados para aislarlos en un recinto de presuelta. De este modo, transitaron seguros el periodo de mayor vulnerabilidad.
Se usan cámaras trampa como parte del monitoreo que se hace de los ejemplares liberados en el Parque Iberá. Crédito: Fundación Rewilding Argentina.
Ver crecer nuevamente a una especie en un ecosistema en donde estaba extinta es una postal que emociona a los diversos actores involucrados. Esta campaña redobla sus expectativas con la próxima liberación de diez ejemplares llegados en plena pandemia desde el Criadero Onza Pintada de Curitiba (Brasil). “Esta llegada nos marca que en plena pandemia hay que seguir trabajando y aún más por la conservación, ya que pandemias como éstas son el resultado de la crisis ambiental”, refiere el veterinario Gustavo Solís de la Fundación Rewilding en un reciente video de divulgación.
La nueva liberación está programada para septiembre, justo cuando arrancan los meses de la temporada reproductiva de estas aves. Sofía Zalazar mira el trabajo realizado en perspectiva y confía que en diez años pueda verse nuevamente el Iberá repoblado del muitú. Apunta que en su horizonte futuro estaría formar poblaciones autosuficientes en otros sitios donde el ave dejó de existir. O en aquellos lugares donde pocos sobreviven a las amenazas, como en Formosa y Chaco.
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Los muitúes también regresan al Gran Chaco
Si bien investigaciones como las de Sofía Salazar permitieron conocer que subsisten pequeños grupos de muitú en el Chaco Húmedo, a 400 km del Iberá; no hay precisiones del número de individuos que habitan el país. La estimación más consensuada entre los especialistas ronda los 2500 ejemplares. La abrumadora disminución llevó a categorizarla como una especie En Peligro en Argentina. Para fortalecer a esta diezmada población, los científicos de la Fundación Rewilding se sumaron a las iniciativas locales emprendidas.
En ese duro camino, la mañana del último 5 de junio sumó nuevos logros a la estrategia para mejorar el índice poblacional del ave en el bosque chaqueño: la primera suelta de dos parejas de muitúes criados en cautiverio en esta región.
Marta Soneira, secretaria de Desarrollo Territorial y Ambiente de Chaco, calificó la liberación como un “hito histórico” en la agenda ambiental de la provincia. Jorge García, director del Complejo Ecológico de Sáenz Peña, donde fueron criados y entrenados los ejemplares, añadió que “es un hecho insólito y hermoso que cada vez que abrimos una jaula y un animal tenga la oportunidad de vivir en libertad”.
Rodrigo Fariña, Coordinador de Especies del Programa NEA de Aves Argentinas, recuerda ese día como un acontecimiento feliz y destaca la suma de voluntades que permitieron esta liberación: el Gobierno Provincial de Chaco, el Centro Ecológico Sáenz Peña, Administración de Parques Nacionales, Conicet, la Fundación Rewilding y Aves Argentinas.
“Se unieron diferentes iniciativas que venían diseñándose años atrás. Las investigaciones previas de Conicet dejaron claro la necesidad de proyectos de reintroducción para fortalecer las poblaciones disminuidas”, señala Fariña.
A la par de los proyectos de conservación, se busca mitigar el impacto de la caza directa en la zona. Por eso que el muitú haya sido declarado en los últimos años Monumento Natural en las provincias de Formosa y Chaco, es considerado un gesto importante para hacer más visibles las amenazas que enfrenta esta ave. “Estas normas determinan que su caza es ilegal y promueve la valoración de la especie”, dice Zalazar.
Guardaparques y científicos interactúan continuamente con los pobladores de las localidades aledañas para dar a conocer la realidad del muitú y sus amenazas. “Me emociona que hoy mucha gente en la región chaqueña lo reconozca y quiera aportar a su conservación”, comenta Zalazar.
El Iberá y el bosque chaqueño acogen nuevamente al muitú en sus bosques y con ello recuperan a una especie nativa. El crecimiento de la población de esta ave en los próximos años será clave para asegurar su conservación.
El artículo original fue publicado por Oscar Bermeo Ocaña en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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