En verano del 2007, mientras veían alejarse a Ivotí Pora y Preto en los bosques del Gran Parque Iberá, los científicos de Conservation Land Trust, ahora Fundación Rewilding, se hacían muchas preguntas. Era la primera pareja de osos hormiguero gigante (Myrmecophaga tridactyla) que liberaban como parte de un novedoso programa de reintroducción. Si bien habían preparado a los ejemplares durante meses, exponerlos a la vida silvestre suponía un desafío hasta ese momento desconocido. ¿Lograrían sobrevivir?
Ivotí Pora (‘flor bonita’ en guaraní) fue la primera osa en llegar al programa. Por más de dos años una familia la había criado como mascota en su casa de Palpalá, una localidad de la provincia de Jujuy, en Argentina. Desconocían que estaba prohibida su crianza doméstica. Por eso, cuando se enteraron del proyecto, la donaron al equipo de biólogos y veterinarios que trabajaban en el retorno de esta especie extinguida en Corrientes. “Al recibirla no sabíamos si iba a adaptarse al campo”, confiesa Alicia Delgado, responsable del centro de rescate de la Fundación Rewilding. Han pasado 14 años de ese momento y hoy tienen muchas certezas del camino transitado.
Un dato importante: un par de años antes de la liberación de Ivotí y Preto, en 2005, la Fundación ya se había propuesto devolver al ecosistema del Iberá las especies que había perdido en las últimas décadas. El avance de la frontera agropecuaria y la cacería extinguieron en la provincia de Corrientes a los osos hormiguero gigante y otros animales emblemáticos como el yaguareté o jaguar, la nutria gigante y el pecarí labiado. Al no contar con reproductores en la zona, había que repoblar con individuos trasladados de otras regiones. La empresa asomaba retadora.
Pero ¿con qué especie empezar? En ese momento eligieron al oso hormiguero gigante ¿Por qué? Lo explican los científicos en esta historia.
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Ciencia al rescate
Se consideró que el oso hormiguero gigante, también conocido localmente como yurumí, reunía las mejores características para esta misión.
“Es una especie carismática. No iba a generar conflictos en la reintroducción. No era lo mismo un arranque con el yaguareté, que en ese momento podía acarrear algunos cuestionamientos en la sociedad”, menciona Delgado.
La buena predisposición encontrada en distintas provincias también influyó en la decisión. Las direcciones de fauna del norte del país (Santiago, Chaco, Formosa, Salta, Jujuy y Tucumán), donde el oso hormiguero tiene poblaciones silvestres, estaban dispuestas a donar individuos.
Si bien en estas zonas los osos todavía no están próximos a la extinción, existen amenazas en su relación con los pobladores locales. “La problemática es que la gente sale al bosque a cazar con sus perros y pueden cruzarse con el oso. En ese encuentro, para preservar la integridad de sus perros, muchas veces terminan matándolo”, dice Gustavo Solís, veterinario de la Fundación Rewilding.
Las principales víctimas de estos violentos cruces son madres que llevan en sus lomos a crías pequeñas. Durante sus seis primeros meses de vida, los osos hormigueros dependen de su madre para desarrollarse y sobrevivir en la vida silvestre. Estos cachorros huérfanos, rescatados por los guardaparques o encontrados en casas como mascotas, son los que ingresan al proyecto. “El 80 % de los ejemplares que incorporamos tienen ese origen”, explica Alicia Delgado.
El que tiene a su cargo los rescates es Solís. El veterinario hace hincapié en la importancia de actuar con prontitud ante el aviso de un oso encontrado. “La clave del éxito está en acudir rápido”, precisa y añade que un simple mensaje enviado a su celular como “mi vecino tiene un oso hormiguero” puede ser el disparador para activar un mecanismo ya aceitado. Estas alertas provienen de pobladores locales, fuerzas de seguridad o veterinarios de la zona. Todos ellos forman parte de una red de colaboradores que se fue tejiendo en el tiempo.
Entre las instituciones aliadas que se fueron incorporando al programa Solís destaca a Parques Nacionales, zoológicos, bioparques y universidades. Todas ellas hacen posible el rescate.
“Acudimos al lugar donde se encuentra el oso con el primer objetivo de salvarle la vida”, refiere. Los cachorros encontrados suelen presentar signos de deshidratación y desnutrición debido a una mala alimentación. Una vez hechos los primeros chequeos médicos, las Direcciones de Fauna de cada provincia habilitan los permisos para trasladar al oso hasta el Centro de Rescate de San Cayetano (Corrientes).
Esta locación fue diseñada por la Fundación Rewilding para la recepción y tratamiento de osos hormigueros gigantes. “Es una experiencia única en el mundo, como una clínica pediátrica para estos mamíferos”, describe Solís.
El trabajo es intenso cada vez que ingresa un nuevo ejemplar. El animal rescatado empieza por ser sometido a una cuarentena que se extiende por un mes. Durante esas semanas pasa por distintas revisiones y análisis para descartar cualquier enfermedad.
Los ejemplares pequeños que llegan en mal estado apenas pesan más de un kilo. En ese momento es difícil imaginar que muchos de ellos llegarán a la adultez pesando cerca de 50 kilos. “Un cachorro de dos kilos puede necesitar hasta 14 meses en tener un tamaño y peso adecuado para ser liberado”, cuenta el veterinario.
Un lugar para crecer
La recuperación depende de una buena alimentación. La veterinaria Ana Carolina Rosas interactúa con los osos en esta fase inicial de crianza. Dice que el trabajo es complejo ya que deben suplir todo lo que haría la mamá para sacar adelante el ejemplar.
El primer alimento que reciben los cachorros rescatados es una fórmula de leche maternizada que se les da con biberones. “Hay que estar atentos a cómo degluta, para evitar que se ahoguen”, refiere Rosas.
En este periodo son animales muy vulnerables que necesitan alimentarse cada dos horas y que demandan de ambientes cálidos de manera permanente. Incluso en los días más fríos los cubren con mantas y entibian sus recintos con bolsas de agua caliente. Sin embargo, la asistencia no debe ser invasiva. Un cuidado excesivo podría estresarlos o generar un apego que los vuelva dependientes. “Debemos dejar que desarrollen sus instintos”, señala Rosas, y agrega que solo así podrán estar aptos para ser liberados.
A las pocas semanas, los osos dejan el biberón y empiezan a ser alimentados con su dieta natural: hormigas y termitas. Los científicos notaron que este cambio no les cuesta a los individuos, aun cuando muchos de ellos hayan pasado la mayor parte de su vida en cautiverio. “Es un hábito que está innato. Nos ha tocado osos de 15 días de vida, que no traen ningún conocimiento de la madre. Y a los dos meses, cuando entran en contacto con la tierra, empiezan a rascar para buscar hormigas”, dice la veterinaria.
La anatomía de estos animales es particular. Tienen una cabeza pequeña en relación a su cuerpo que puede llegar a medir dos metros de largo. Es posible mantenerse en contacto en los primeros años, considerando que no tienen dientes sino una lengua larga donde se adhieren los insectos. Su mecanismo de defensa está en las garras, que también usan para romper los termiteros, hechos con tierra compactada. Precisamente, el oso hormiguero cumple el rol de regulador de las colonias de insectos.
Valerse de sí mismo para conseguir alimento, saber encontrar refugios y aprender a protegerse con la cola son requisitos comportamentales que los científicos toman en cuenta para la liberación. En la cuestión física, cada ejemplar debe alcanzar como mínimo un peso de 20 kilos. “El individuo tiene que ser juvenil. Debe tener al menos un año de edad para despertar el comportamiento salvaje que le permitirá defenderse en vida libre”, acota Rosas.
Cuando todas esas condiciones están dadas, el animal deja el establecimiento de crianza y pasa a un corral de presuelta. Este establecimiento, de una hectárea, se ubica en pleno Gran Parque Iberá, en el mismo entorno donde se realizará la liberación. Durante un mes, el animal reconoce su nuevo hogar. Ahí también se le coloca unos pequeños transmisores, en forma de collar, que permitirá monitorear sus primeros dos años de vida silvestre en el caso de los machos. “Normalmente eso demoran en asentarse en un lugar y establecer su territorio. En el caso de las hembras, tratamos que permanezcan un año más con el collar, para detectar si son capaces de desarrollar crías”, describe la veterinaria. Luego, el seguimiento continúa a través de cámaras trampa.
Rosas advierte que elegir el momento de la liberación no es un dato menor. “Tiene que ser en primavera o verano, que son épocas donde la comida abunda y los desafíos son menores. Eso ayuda al periodo de adaptación”, precisa. Por ello, si un oso alcanza el peso y el comportamiento en invierno, los científicos prefieren demorar unos meses la liberación. Consideran que soltarlos en una época favorable aumenta las posibilidades de una inserción exitosa.
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El nuevo hogar
La reserva de Rincón del Socorro, de 13 mil hectáreas, fue el lugar elegido para iniciar la liberación. Se tomó la decisión luego de hacer un inventario de hormigas, analizar la topografía del lugar y detectar la abundancia de pastizales.
Ivotí y Preto, que provenían de un zoológico, fueron la pareja que reescribió la historia del Iberá. “Ya eran adultos, por eso teníamos dudas si iban a sobrevivir. Fueron grandes luchadores”, dice Gustavo Solís cuando recuerda esos inicios.
Dos años después de su liberación, en 2009, Ivotí tendría su primera cría a la que bautizaron como Tekobé (‘nacida en libertad’ en guaraní). “Esta primera reproducción nos alegró a todos. Fue un indicio que ella pudo adaptarse perfectamente al ambiente”, dice el veterinario. En los años siguientes, se registraron seis crías más de la osa. “Le dio al Iberá muchos ejemplares”, agrega Solís, quien describe a Ivotí como la matriarca de Rincón del Socorro.
En ese núcleo, la Fundación liberó 33 ejemplares. En 2013 comenzaron a insertar individuos en el área de San Alonso, de 10 mil hectáreas, con el objetivo de conformar una segunda comunidad. Ahí se liberaron 23 osos. A la fecha, estos dos lugares del Gran Parque Iberá ya cuentan con poblaciones autosustentables, es decir, que no requieren de una atención adicional. “En ello vimos que la tasa de natalidad es superior a la de mortalidad”, describe Alicia Delgado.
Conformados esos dos primeros grupos, la Fundación amplió la distribución. Actualmente las liberaciones buscan fortalecer los núcleos de la reserva Carambola y la zona de San Nicolás, que se abrieron en 2018.
En estos 14 años de ejecución, el programa ha rescatado más de 120 ejemplares, de los cuales fueron liberados 93 entre los cuatro núcleos. Además, a través del monitoreo los científicos han contabilizado más de 70 crías nacidas en vida silvestre. Delgado estima que cerca de 200 osos hormigueros viven libres en los bosques del Iberá.
“Cuantos más núcleos poblacionales podamos establecer va ser mejor. Por eso debemos continuar el proceso de reintroducciones”, dice la bióloga. A su vez, la Fundación coordina con las autoridades provinciales de Corrientes la formación de corredores verdes que permitan los vínculos entre los distintos núcleos. “Que haya conectividad de tierras ayuda a que el flujo de fauna sea más fácil”, subraya.
Para conocer el uso que hacen del hábitat los individuos reintroducidos, un equipo de científicos del Instituto de Biología Subtropical (IBS), liderado por el Dr. Yamil Di Blanco, publicó un estudio que se hizo a 20 animales monitoreados. La investigación mostró que los animales evitan las áreas con ganado. “Aparentemente porque éstas no tienen pastizales altos y bosques densos, que son requeridos para encontrar protección de sus depredadores naturales y de cazadores y perros”, señala el investigador en el trabajo.
El estudio plantea la posibilidad de que en un futuro la expansión de la población de osos pueda verse limitada por la actividad productiva. Si bien es un escenario aún distante, pues el foco está en el fortalecimiento de los núcleos poblacionales, lanza una advertencia a tener en cuenta.
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Aprendizaje de vida
Los relatos de los pobladores más antiguos indican que el oso hormiguero gigante habitó en el Iberá hasta fines de los 60. Son varias generaciones que no vieron al animal, por ello, cuando el equipo de la Fundación Rewilding buscó referencias en las localidades vecinas se topó con un alto desconocimiento. “Muchos pensaban que nunca existió en la zona o creían que se trataba de osos como los de los norteamericanos”, recuerda Delgado.
Biólogos y veterinarios entendieron que era imprescindible dar a conocer la especie entre las comunidades. Desde el inicio del proyecto recorrieron varias localidades rurales difundiendo las características del animal y compartiendo cada avance de las reintroducciones. Entraron a escuelas, centros comunitarios, capacitaron a fuerzas de seguridad e incluso montaron escenificaciones teatrales para conectar a las poblaciones con la historia de vida de los osos.
“La gente los empezó a querer. Este trabajo de sensibilización impulsó que el Oso Hormiguero Gigante fuera declarado Monumento Natural Provincial en Corrientes”, menciona Delgado. Con esta medida, promulgada en 2014, quedaba prohibida la caza y la posesión en cautiverio de esta especie en la región.
El camino transitado junto a los osos fue aleccionador para el equipo de la Fundación Rewilding. “Es el proyecto que abrió camino a los demás”, dice Delgado. En los años venideros y con la experiencia adquirida, la organización fue reintroduciendo en el Iberá venados de las pampas, yaguaretés, guacamayos rojos, entre otras especies extintas. La bióloga menciona que con el hormiguero construyeron la base de la metodología: los convenios con otras instituciones, la rigurosidad de la cuarentena, los cuidados de la crianza, la instalación de corrales de presuelta y el monitoreo de telemetría.
Pese a que los alumbramientos ya no son novedad, Alicia Delgado dice que en la Fundación lo siguen viviendo con la misma emoción que los inicios. “Ver que esos ejemplares que llegaron en condiciones sensibles son padres es una satisfacción enorme para el equipo”, expresa. Catorce años después de Ivotí y Preto, el panorama en el Iberá es mucho más prometedor. Traer de vuelta las especies extintas es también traer esperanza.
El artículo original fue publicado por Oscar Bermeo Ocaña en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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