La gestión del tiempo es uno de los grandes caballos de batalla de muchas personas. En muchas ocasiones, el no saber gestionar el tiempo de manera adecuada puede llegar a generar estrés e insatisfacción.
Todas las personas somos capaces de manejar el tiempo con eficacia, pero para hacerlo es necesario identificar primero qué estamos haciendo mal. Aquí algunas ideas:
No mantener una lista de tareas pendientes. Si alguna vez has tenido la sensación de haber dejado de hacer algo importante entenderás la necesidad de tener una lista de tareas pendientes. Es vital que esta lista esté organizada por prioridades y que muestre las tareas que debes hacer a una hora y momento determinados.
No tener metas personales. Es importante tener una meta hacia la cuál que caminar, por más sencilla que sea. El establecimiento de metas personales es esencial para gestionar bien el tiempo. Cuando sabemos a dónde queremos ir podemos administrar nuestras prioridades, nuestro tiempo y nuestros recursos para llegar allí. Las metas también nos ayudan a decidir en lo que vale la pena emplear el tiempo y diferenciarlo de lo que es solo una distracción.
No establecer prioridades. No siempre es fácil establecer prioridades, sobre todo cuando nos encontramos con una gran cantidad de tareas que parecen urgentes. Sin embargo, es esencial aprender a priorizar las tareas con eficacia para administrar mejor el tiempo.
No saber dominar las distracciones. Identificar cuáles son las acciones o circunstancias que nos distraen es fundamental. El correo electrónico, el teléfono, las aplicaciones de mensajería instantánea, la televisión o la radio son algunas de las circunstancias que distraen y te hacen perder la concentración, y con las que se pierde una gran cantidad de tiempo.
Para gestionar el tiempo de forma eficaz es necesario minimizar las distracciones y gestionar las interrupciones de forma efectiva. Por ejemplo, delimitar un tiempo diario a la lectura del correo y a la contestación de mensajes, apagando los chats e incluso el teléfono o rechazando las llamadas cuando no sea urgente. Gestionar las interrupciones mejora la concentración y, por lo tanto, la productividad.
No descansar. Es imposible concentrarse y ser productivo en el trabajo o en el estudio sin darse un tiempo para descansar y recargar energías. El descanso permite pensar de forma creativa y trabajar con eficacia.
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