Drogas legales e ilegales se usan con creciente frecuencia para mejorar el rendimiento laboral. ¿Vale la pena? ¿Cuáles son los peligros?
El ‘doping laboral’ existe y es un problema cada vez más álgido, sobre todo en los países desarrollados. De manera similar a lo que hacen algunos deportistas tramposos, muchos ejecutivos y trabajadores de mandos medios y bajos en las empresas están recurriendo a drogas —legales e ilegales— para mejorar su desempeño laboral.
Esto es consecuencia de la creciente presión por obtener resultados y el entorno cada vez más competitivo en el que se desempeñan todos los profesionales. Según un reportaje de Deutsche Welle, en 2013 una aseguradora alemana estimó que el 5% de los trabajadores de su país habían consumido drogas psicotrópicas o anfetaminas para mejorar su rendimiento en el trabajo. Y entre los alumnos de las universidades de Estados Unidos, la proporción está en torno a 25%.
A la cabeza de los estimulantes más empleados por los trabajadores siguen estando la nicotina y la cafeína. Ambos son legales, pero no por ello inocuos, pues pueden generar adicción y crecientes niveles de dependencia. Todos estamos al tanto de los efectos nocivos del tabaco (basta con ver los anuncios en las cajetillas de cigarrillos), mientras que consumir en exceso cafeína puede causar síndrome de abstinencia, deshidratación y, en casos extremos, alucinaciones y gastritis, señala la web especializada Bekia Salud. No obstante ello, lo más preocupante es la surgimiento y creciente popularidad de las llamadas ‘drogas inteligentes’, como el metilfenidato y el modafinilo. Ambas estimulan las conexiones neuronales, pero su consumo entraña una serie de riesgos: arritmias, palpitaciones, hipertensión, problemas en la piel y episodios psicóticos son algunas de las complicaciones relacionadas con el abuso de estos fármacos, según un reportaje publicado por el diario español El Mundo. Igualmente grave y peligroso se puede calificar el hecho de que estas drogas generan tolerancia y una elevada dependencia.
Por otro lado, se ha observado que estos fármacos, también denominados ‘potenciadores cognitivos’ tienen un impacto importante en la confianza y autoestima de los trabajadores, al punto que algunos pueden sentirse “capaces de todo” luego de consumirlos.
Pero esta puede ser una arma de doble filo, porque el exceso de confianza puede llevar a tomar decisiones temerarias que resulten equivocadas. A la vez, pueden resultar complicados cuando se trata de realizar tareas en equipo, pues afectan la sociabilidad de quienes las consumen. Con todo, estas drogas prometen mejorar en el rendimiento y la productividad de los empleados. ¿Justifica eso los riesgos que entraña su consumo? El debate está servido, sobre todo en las economías más avanzadas. Es cuestión de tiempo para que lleguen a nuestro país.
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