La frustración forma parte de la vida. Aunque no podemos evitarla, se puede aprender a manejarla adecuadamente desde temprana edad.
En la vida, hay situaciones en las que conseguimos nuestros objetivos y deseos, y otras en las que no. Esas vivencias, a las que denominamos frustraciones, pueden tener un impacto positivo en el desarrollo de nuestro carácter y personalidad. La clave está en aprender a manejarlas y superarlas. Hay que empezar a temprana edad para que los niños enfrenten de forma positiva a las distintas situaciones que se presentan en la vida.
Los niños creen que el mundo gira a su alrededor, que lo merecen todo y que pueden conseguir cosas al momento que las piden. No saben esperar porque no han desarrollado aún el concepto del tiempo ni la capacidad de pensar en los demás. Cuando su deseo no se cumple, expresan su frustración con enfado, tristeza, angustia, llanto y rabietas. Frente a estas emociones, muchos padres pierden el control de la situación y buscan complacerlos de manera inmediata.
Evitar que los niños se sientan frustrados no favorece su desarrollo integral como persona. Cuando sean adultos no sabrán cómo enfrentarse al fracaso. Según la página web chilena Psicología Infantil, los niños que no aprenden a tolerar la frustración son más impulsivos, impacientes y exigentes. Buscan satisfacer sus necesidades de manera inmediata y frente a la espera o postergación de sus deseos reaccionan con rabietas y llanto. Tienen mayor predisposición a desarrollar cuadros de ansiedad o depresión ante conflictos o dificultades mayores. Además, muestran una baja capacidad de flexibilidad y adaptabilidad.

Es por todas estas razones que se recomienda que los padres no siempre den a los hijos todo lo que ellos piden. Este simple acto permite que los pequeños aprendan a tolerar el malestar que provoca la frustración y a hacer frente a situaciones adversas.
También se les enseña con el ejemplo. Los padres deben mostrar una actitud positiva a la hora de afrontar situaciones adversas. Asimismo, se les debe incluir la cultura del esfuerzo y la perseverancia como la vía para resolver frustraciones, fracasos y tropiezos.
Otra recomendación importante es no intentar facilitarles todas las cosas a los hijos. Esto impide que ellos alcancen sus objetivos por sí mismos. Lo mejor será darles tareas y marcarles objetivos. En el proceso fracasarán y tendrás errores, pero solo el hecho de que se equivoquen garantiza el aprendizaje para toda la vida.

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