Los niños que reciben demasiados regalos o recompensas de sus padres tienden a perder sensibilidad y pueden sufrir trastornos en su vida adulta.
Muchas veces escuchamos decir a los padres: “Quiero darle a mis hijos lo que yo no pude tener”. La frase es comprensible e incluso demuestra consideración por los pequeños de la casa, pero podría esconder un silencioso trastorno. Hablamos del síndrome de los niños hiperregalados.
Así denominan los psicólogos a la conducta que se desarrolla en menores sobreestimulados con regalos o recompensas en el seno familiar. Aquellos pequeños que reciben en demasía juguetes, ropa y todo aquello que puedan ver y desear. No solo en fechas importantes, como la Navidad o el cumpleaños, sino en cualquier día del año.
Para el psiquiatra colombiano Santiago Duque, esta actitud de los padres contribuye a que el niño “pierda la sensibilidad y la emoción que traen los regalos. Además hace que el menor no dé valor a la recompensa como tal”.
Un niño que recibe todo lo que pide, señala el especialista, no es un menor tolerante a una negativa. “Y en la formación siempre es necesario un nivel de frustración. Que el niño sepa que el regalo es un premio que debe ser ganado por hacer algo bueno”.
Este exceso de estímulos positivos podría llegar incluso a comprometer el comportamiento de los niños en su etapa de adultez. Un niño hedonista, en permanente búsqueda del placer, difícilmente soportará reveses de grande y tendrá problemas para sobreponerse a un mal momento.
La experta española María Navarro califica a los “niños hiperregalados”, como “enormemente cómodos” y “con falta de imaginación e ilusión por las cosas”.
Pero ¿cómo manejar correctamente la entrega de dádivas a los hijos? Los especialistas apuntan a cuatro puntos importantes:
- Darle un sentido de valor a la recompensa y entregar algún regalo que el niño desea intensamente.
- Hacerle entender que la dádiva debe compartirse con otros niños, en la medida de lo posible. Así se forma un carácter de colectividad y comunidad.
- El regalo debe lograr enseñar algo al hijo, como el valor del esfuerzo para lograr un objetivo.
- Se debe entregar recompensas que de verdad el niño necesite.
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