Además de los atractivos turísticos y la riqueza cultural, existen razones para enorgullecernos de nuestra gente.
Frente a los turistas, los peruanos resaltamos todas las cosas que nos producen orgullo, como nuestra variedad gastronómica, nuestra música y riqueza histórica. Pero nos falta sentirnos orgullosos de algo muy importante: nosotros mismos. Según una encuesta hecha por Ipsos el 2016, solo el 13% de personas considera a la gente como motivo de orgullo. ¿La razón? Aún existen algunos aspectos negativos relacionados al país como la delincuencia (68%), la corrupción (61%) y la discriminación (30%).
Sin embargo, también existen muchas características positivas que llaman la atención. Según el estudio, los peruanos somos creativos, ingeniosos, dedicados al trabajo, perseverantes, generosos y tenemos un gran espíritu emprendedor.
Estas tres personas son prueba de ello:
Mirando al cielo. La ingeniera mecatrónica Mónica Abarca (24 años) construyó en 2014 un dron capaz de detectar la contaminación en el aire para su proyecto de tesis. En 2015, sorprendió al jurado de Impacto Global-Perú con su prototipo y ganó una beca en el Centro de Investigaciones de la NASA.
Para Mónica, el cielo es el límite. Este año sorprendió al ganar el premio a Mejor Emprendedora en el Seedstars Summit 2017, el concurso mundial más grande de emprendimientos para mercados emergentes. En el sitio web de su startup, Quaira, define a su equipo como “los guardianes del aire”, porque actúan en contra de la contaminación monitoreando la calidad del aire, en cualquier momento y en cualquier lugar.
Poder femenino. Mariana Costa siempre supo que quería hacer algo grande, pero no fue hasta después de dar la vuelta al mundo que descubrió qué. Después de graduarse como economista, trabajó en la Organización de Estados Americanos para universalizar el acceso al registro civil en América Latina y el Caribe y lograr que nadie se quede sin un registro de nacimiento. Luego vendría un proyecto en temas de desarrollo e investigación en Kenia. Pero no fue hasta que surgió la idea de crear una agencia de desarrollo web que volvió a establecerse en Lima. Ella y su esposo se embarcaron en un proyecto que los llevó a un descubrimiento interesante: había escases de desarrolladores y los pocos disponibles, eran hombres. Ese problema se volvió una oportunidad cuando decidieron formar al personal que querían contratar. Y pensaron en mujeres.
Después de mucho trabajo duro, nació Laboratoria, una empresa social de tecnología que empodera a mujeres jóvenes que no han tenido acceso a una educación superior, dándoles la oportunidad de formarse y comenzar una carrera en el sector digital. Hace un año, la iniciativa se hizo visible mundialmente, al ser elogiada por Mark Zuckerberg y el ex presidente Barack Obama durante la Cumbre Global de Emprendedores 2016.
En un mundo que sufre de gran desigualdad de género en la industria tecnológica, Laboratoria avanza contracorriente: el porcentaje de mujeres en las principales compañías del sector no supera el 30%. Solo en Google, por dar un ejemplo, el 82% de los empleados son hombres. Para Mariana, las mujeres tienden a acercarse menos a estos campos por estereotipos. Pero una cosa es clara: definitivamente no es un tema de capacidad.
La educación primero. Para Andrea Ardiles, su vocación de servicio pudo más que el dinero que ganaba como ingeniera en una transnacional. En el 2013, convencida de que la educación puede transformar vidas, fundó Perú Goal, una organización que implementa Programas No Escolarizados de Educación Inicial y se involucra con el proyecto desde la construcción hasta el plan de estudios. En estos centros se realizan talleres educativos para niños de 3 a 11 años con la guía de voluntarios universitarios.
El sueño de Andrea se ha hecho realidad en San Juan de Miraflores, Ventanilla y en las provincias de Huaral y Huaraz. Ha trabajado con más de 300 voluntarios y ha beneficiado a más de 150 niños. Además, está desarrollando proyectos para mejorar la infraestructura de colegios estatales, pero sin olvidarse de su objetivo más importante: inculcar el amor por aprender.
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