Existen grandes desigualdades entre hombres y mujeres en el acceso y la continuación de la educación, siendo ellas las más desfavorecidas. Según el Instituto de Estadística de la UNESCO, 16 millones de niñas en el mundo nunca irá a la escuela.
Según Unicef, lograr la igualdad y promover la autonomía tanto en niñas como niños contribuye a que todas las personas alcancen su potencial. Sin embargo, nuestra sociedad está marcada por desigualdades que han sido normalizadas y reproducidas dentro de las familias, afectando sobre todo el desarrollo de las niñas, adolescentes y mujeres.
La misma organización considera que el empoderamiento de las niñas, adolescentes y mujeres es clave para romper con el ciclo de discriminación y violencia, puesto a que una plena autonomía económica, física y política, asegura el cumplimiento de sus derechos con igualdad de condiciones. En este sentido, se debe apuntar a una educación con igualdad para que cada vez más niños, niñas y adolescentes tengan la libertad e información necesaria para tomar decisiones sobre su futuro.
Asimismo, es necesario recordar que estas desigualdades también afectan a los niños, adolescentes y hombres al influenciar en la forma cómo se expresan y actúan. Al respecto, el “Marco conceptual para las políticas públicas y la acción del estado”, elaborado por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) señala que las mujeres son asociadas con atributos como la pasividad, fragilidad, emocionalidad y abnegación; mientras que los varones son asociados con la agresividad, fuerza y liderazgo para ocupar los roles de proveedores y portadores de opinión.
Pese a haber logrado un mayor crecimiento de escolaridad de las mujeres, según al Instituto Nacional de Estadística (INEI), persiste la brecha educativa entre la población adulta femenina respecto a sus pares masculinos. Por ello, es importante entender cómo las desigualdades perpetuadas a través de la crianza y la educación, perjudican el futuro de los niños y niñas.
Impacto en la autoestima
La desigualdad afecta el bienestar de una persona, debilita su autoestima y dificulta su desarrollo. Para la Unicef, la discriminación por género, identidad étnica, orientación sexual, entre otros, pueden tener un efecto negativo, ya que se basa en prejuicios sobre algunos grupos de personas y determinará las metas que considerarán importantes en su vida.
Estas diferencias entre niños y niñas comienzan desde muy temprano, amplificándose progresivamente en el tiempo y se constituyen en una pauta natural durante la adultez. Por ejemplo, al pensar que los niños tienen más habilidades para el liderazgo mientras que las niñas son naturalmente sumisas, no sólo las niñas serían limitadas en su desempeño educativo o viendo afectada su autoestima (“yo no puedo hacerlo”), sino que también se ejerce presión sobre los niños para que se ajusten a roles que restringen la expresión de sus emociones.
Desigualdad en la educación
De acuerdo con el INEI, la libertad de la mujer aumenta si ésta cuenta con mayor nivel de instrucción, ya que mejora su capacidad de crítica, reflexión y acción para cambiar su condición y aumenta su acceso a información. De esta manera, tiene mayores posibilidades de disfrutar de un trabajo satisfactorio, participar en el debate público, cuidar su salud y la de su familia.
No obstante, las niñas y adolescentes se enfrentan a estereotipos que las coloca en los roles de maternidad, cuidado doméstico y servicio. Por ejemplo, durante la pandemia, son ellas las que han sufrido los impactos de la carga del hogar debido a la educación en casa y, de acuerdo, con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la reciente data muestra que las adolescentes invierten más horas en estas labores en comparación con sus pares masculinos. Además, señala que la evidencia de pandemias pasadas muestra que las adolescentes se encuentran en particular riesgo de no retornar a la escuela cuando la crisis haya terminado.
Respecto a la maternidad, el embarazo en la adolescencia entraña una serie de adversidades para las adolescentes en como los riesgos de morbimortalidad materna, complicaciones obstétricas asociadas a la inmadurez fisiológica y problemas nutricionales; además de enfrentar deserción escolar y exclusión social debido a que muchas son pobres, con poca educación, madres solteras y sin pareja.
Por otro lado, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA Perú), la no culminación escolar en el caso de los hombres de 17 a 18 años es de alrededor del 42.7%, porcentaje ligeramente mayor que la obtenida por las mujeres (37.6%). Esto se podría deber a un contexto en el que los varones precipitan su entrada al mercado laboral por la necesidad de proveer, teniendo como consecuencia una menor expectativa de ingresos.
Obstáculos en el mundo laboral
Según ENAHO 2018, las mujeres se encuentran ampliamente representadas en ocupaciones como trabajadoras del hogar (95,4%) y vendedoras (70,1%). Por el contrario, tienen menor presencia en ocupaciones de gerentes, administradores y funcionarios; lo que se debe a las limitaciones relacionadas a estereotipos respecto al liderazgo femenino que enfrentan las mujeres altamente calificadas y en actividad laboral para poder ascender en el trabajo.
Las desigualdades también se manifiestan al momento de elegir el futuro profesional, al considerar que existen oficios específicamente para hombres y para mujeres. Por ejemplo, en 2018 la carrera universitaria más popular entre el alumnado femenino fue educación (INEI). Sin embargo, los datos del Ministerio de Trabajo (MINTRA) revelaron que es la profesión peor remunerada del país, con un promedio de salarios por debajo de los 1500 soles mensuales, en todas sus especialidades. Por su lado, lo hombres escogerían la carrera de ingeniería, de la que tres de sus especialidades se encuentran entre las diez carreras mejor pagadas a nivel nacional.
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