Este descubrimiento demostraría que el cuerpo humano aún no está del todo apto para poder sobrevivir por largos periodos de tiempo fuera de la Tierra.
Aún hay mucho por descubrir respecto a lo que yace en lo recóndito del universo y los efectos que puede causar en los humanos. Serena Auñón-Chancellor, una astronauta y médico de la NASA, reportó una investigación que señala un potencial peligro para la salud de los humanos en el espacio exterior.
El caso fue presentado a través de la revista New England Journal of Medicine. En dicha investigación, Auñon-Chancellor revela que este riesgo médico consiste en un coágulo en la vena yugular interna provocado por el flujo sanguíneo estancado en esta zona, asegurando que dicho síntoma se presentó en un miembro de la Estación Espacial Internacional (EEI).
“Estos nuevos hallazgos demuestran que el cuerpo humano todavía nos sorprende en el espacio y todavía no hemos aprendido todo sobre medicina o fisiología espacial” mencionó la astronauta en el informe.
Explicación del caso
El estudio se realizó con once astronautas quienes ayudaron no solo para poder atar cabos sueltos respecto a la fisiología circulatoria de los seres humanos sino también para preservar la salud de los astronautas que formen parte de futuras expediciones a la Luna, Marte u otros planetas del Sistema Solar.
Los exámenes realizados con este grupo midieron la estructura y la función de la vena yugular interna en los viajes especiales de larga duración ya que es en estos donde los astronautas están propensos a cambios sostenidos de sangre y fluidos tisulares, entre otros. Las pruebas fueron aplicadas a los tripulantes con un horario programado y en diversas posiciones hasta que revelaron un coágulo de sangre en la vena yugular interna de uno de los astronautas.
La condición de este hombre fue confirmada radiólogos en la Tierra que le realizaron un ultrasonido de seguimiento. Debido a que la NASA no había tratado con esta condición en el espacio anteriormente, desconocía los potenciales riesgos del coágulo y los efectos que la gravedad y la tensión superficial podían tener sobre éste.
Se procedió a aplicar una dosis alta de un anticoagulante conocido como enoxaparina hasta que llegó una nave espacial de suministro a la estación, quien les brindó apixaban y otros fármacos de estas características. Esto logró reducir el tamaño de la anomalía pero no consiguió que el flujo sanguíneo espontáneo se produzca por más de 90 días de tratamiento.
Al aterrizar en la Tierra, se reveló que el coágulo se había aplanado contra las paredes de los vasos y desapareció a los 10 días de haber regresado al planeta. Tras seis meses de estudio, se llegó a la conclusión de que el paciente no presentaba síntoma alguno.
Lo que más asombra de este descubrimiento es que el paciente no tenía antecedentes familiares o personales respecto a coágulos sanguíneos y no había presentado dolores de cabeza ante situaciones de ingravidez. Este suceso ha provocado que los científicos de la Agencia admitan que aún se necesita de más investigación ante un riesgo simbiótico espacial.
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