El alto número de muertes de esta especie podría ser irreversible si es que la tendencia continúa.
(Agencia N+1 / Hans Huerto) La ballena franca (cetáceos de 15 m de largo y 72 toneladas bautizados así por los pescadores, que las hallaban más francas o fáciles de cazar porque nadan más lentamente y flotan antes de morir) del Atlántico Norte, en peligro de extinción, está desapareciendo a mayor ritmo en meses recientes: al menos 13 de unas 450 (cerca del 3%) han muerto este año, la mayoría en los últimos 2 meses en el Golfo de San Lorenzo de la costa oriental de Canadá.
El número inusitado de decesos podría dañar permanentemente a la especie, de acuerdo con la bióloga Moira Brown del Acuario de Nueva Inglaterra en Boston. De las 13 muertes, al menos 4 han sido causadas por la acción del hombre: tres por colisiones con barcos y una por redes de pesca. Ante ello, las autoridades canadienses han redoblado el monitoreo de estos animales y restringido la circulación de las naves de pesca cerca a las poblaciones de estos animales hasta que migren hacia el sur a finales de este año.
Preocupante estado. La crisis de esta especie (la primera casi la lleva a la extinción en la primera mitad del siglo pasado, para ser salvada por políticas restricciones pesqueras) sugiere que estos animales vienen ubicando su rango más al norte cada año, en busca de nuevas fuentes de alimento, tal vez conducidas ahí por el calentamiento de los mares, exponiéndolas a nuevos peligros. No obstante, la revista Science cita a Kim Davies, oceanógrafa postdoctoral en la Universidad de Dalhousie en Halifax, Canadá, quien asegura "es totalmente posible que las ballenas francas siempre hayan utilizado ese hábitat".
No obstante, desde 2010, la presencia de estas ballenas en estas latitudes decayó con la migración del referido copépodo y el aumento de enredos entre hembras, que golpeó la tasa de natalidad de la especie. Ello disparó la migración más al norte, confirmada por el aumento de avistamientos de grupos en el Golfo de San Lorenzo, frente a las costas de Québec, desde 2015. Ese año y el siguiente, los científicos encontraron de 40 a 45 ballenas cerca de la Isla del Príncipe Eduardo, en la parte norte del golfo. Este verano, las tripulaciones documentaron más de 100.
Algunas teorías. Según oceanógrafos de la Universidad de Cornell y la Universidad de California en Santa Bárbara, las ballenas francas podrían estar migrando en busca de copépodos de Calanus, una especie subártica que prefiere aguas más frías. Los modelos oceanográficos han predicho que los copépodos cambiarán su rango hacia el norte en mares en latitudes más bajas, y el Golfo de Maine se ha calentado fuertemente en los últimos años. Pero Davies y otros investigadores dicen que no está claro que la distribución de la ballena franca ha cambiado o que el calentamiento es responsable, pues los investigadores podrían estar encontrando más ballenas en el Golfo de San Lorenzo por estar buscándolas más sistemáticamente.
Independientemente, todos están de acuerdo en que las ballenas están en territorio traicionero, y algunos creen que es probable que reaparezcan. "Esperamos que las ballenas francas continúen visitando" el golfo, dice Matthew Hardy, un director científico de Fisheries and Oceans Canada en Moncton.
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