Incluso para los más dormilones, hay momentos en los que un descanso reparador es tarea casi imposible: el insomnio es un monstruo difícil de combatir.
(Agencia N+1 / Beatriz de Vera) La importancia del sueño adecuado en los hábitos y funciones cerebrales es compleja y profunda. Dormir no solo es un placer, es necesario para que el cuerpo se reponga y el cerebro recupere su normal funcionamiento.
Pero aunque es una actividad vital, que sabemos realizar desde que nacemos, hay personas a las que no les resulta fácil. Incluso para los más dormilones, hay momentos en los que un descanso reparador es tarea casi imposible: el insomnio es un monstruo difícil de combatir. Estas son algunas cosas que tienes que saber, para que no te pille desprevenido.
Podría ser genético
Pese a que normalmente los trastornos del sueño se relacionan con una condición psicológica, una reciente investigación publicada en Nature Genetics ha encontrado nuevos vínculos entre estos problema y los genes, que indican que el insomnio podría estar escrito en el ADN. En total, los científicos encontraron que hay siete genes relacionados con el riesgo a padecerlo, que se habían asociado previamente con trastornos del sueño, como ansiedad, depresión, neuroticismo y un bajo sentido de bienestar. Según los investigadores de la Universidad Vrije de Amsterdam (Países Bajos), los resultados podrían abrir la puerta a nuevos tipos de tratamiento para esta dolencia que padecen entre el 10% y el 22% de los adultos en todo el mundo, y a una mejor comprensión de por qué hay gente que cae rendida nada más tocar la cama y otros que tardan horas en conciliar el sueño.
O incluso culpa del cambio climático
Las noches más cálidas de lo normal podrían estar teniendo una consecuencia directa en el sueño de los humanos, de acuerdo a un estudio de la Universidad de California en San Diego (EE.UU.), publicado en Science Advances, que augura que los pobres y los ancianos serían los más afectados por el incremento de temperaturas y la consiguiente falta de sueño. El trabajo tomó como referencia las observaciones de la ola de calor que azotó San Diego en octubre de 2015, lo que representa el mayor estudio hasta la fecha que busca una relación entre los informes de sueño insuficiente y las temperaturas inusualmente cálidas de la noche. Usando los datos de 765.000 encuestados de los EE.UU. de 2002 a 2011, junto con los datos de la temperatura nocturna, el paper muestra que los aumentos en las temperaturas nocturnas amplifican las noches autodeclaradas de sueño insuficiente.
Perjudica a la memoria
Después de una mala noche, el cerebro humano está sobresaturado de información, lo que genera efectos desastrosos en la memoria, afirma un estudio de la Universidad de Friburgo (Alemania). El equipo de investigadores examinó los cerebros de 20 personas después de un sueño reparador y también después de una noche de sueño interrumpido. Cuando habían descansado mal, los participantes mostraron peores resultados en pruebas de memoria que cuando habían dormido bien. Además, tenían mayores niveles de ondas theta en el cerebro, por lo que era más fácil estimularlos usando pulsos magnéticos.
Ambos son signos de una conectividad más fuerte entre neuronas. Al formar nuevas memorias, las conexiones entre nuestras neuronas (sinapsis) se hacen más fuertes, creciendo con el transcurso del día. Y el sueño sirve para debilitar dichas conexiones, dando lugar a nuevas conexiones. Es decir, que sin la reducción sináptica, el cerebro pierde la capacidad de formar conexiones nuevas y frescas, alterando la codificación de nuevas memorias.
No solo te afecta a ti, a tus hijos también
Un estudio de profesionales de la salud de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard (Boston, EE.UU.) concluyó que la duración del sueño de los niños estaría influenciada por la duración del descanso de sus padres y la confianza de estos en su capacidad de educar en este aspecto a sus hijos. En suma: para que los niños de una familia duerman más, es necesario que los padres alarguen su sueño y pierdan el miedo a ayudar a los menores en esa misma tarea.
El documento, publicado por el Journal of Clinical Sleep Medicine, detalla que para llegar esta conclusión se tomaron en cuenta las respuestas de 790 padres, con una edad promedio de 41 años. La encuesta reveló que la duración media diaria del sueño de los padres fue de 6,9 horas y 9,2 horas, en el caso de los niños. Asimismo, se pudo observar una asociación (no causalidad) entre una mayor confianza de los padres (57% reportaron sentirse "muy" o "extremadamente" seguros) en su propia capacidad de ayudar a sus niños a dormir lo suficiente: los menores llegan a dormir en promedio 40 minutos más a diario con padres seguros. Y mientras mejor duerman estos, de acuerdo con el estudio, mejor dormirán los menores: la duración del sueño de los niños aumentaba cerca de 5 minutos por día por cada hora extra de sueño de los padres.
Si es por jet lag, la ciencia tiene la clave para vencerlo
Una investigación publicada en Cell Metabolism explica que las variaciones en los niveles de oxígeno en el ambiente pueden restablecer y reiniciar los relojes circadianos de los ratones. Algo que, de ser replicable en humanos, podría marcar una senda para que las aerolíneas regulen la presión de aire al interior de las cabinas de sus aeronaves para así ayudar a sus pasajeros a combatir mejor el jet lag, el trastorno del sueño y la alimentación producido por un viaje en avión con cambios horarios considerables.
Las cabinas de los aviones comerciales regulan la presión del aire al interior de sus cabinas para que sea equivalente a la densidad de aire en una ciudad a 1.800-2.400 metros sobre el nivel del mar. Esta presión baja le ahorra desgaste a la aeronave, pero afecta a los pasajeros, que sufren de mal de altura por los bajos niveles de oxígeno. De ahí que algunas aerolíneas consideren ajustar la presión de sus vuelos a niveles más bajos, aunque los recientes hallazgos sugieran que esto puede dificultar la recuperación tras un viaje.
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