Alicia L. Bruzos, Universidade de Santiago de Compostela y Jose Tubio, Universidade de Santiago de Compostela
Siddhartha Mukherjee se refería al cáncer como el emperador de todos los males hace ya más de diez años y, ahora más que nunca, este título caracteriza muy bien esta enfermedad porque se ha descubierto que el cáncer puede contagiarse.
Los libros todavía definen el cáncer como una división descontrolada de células anormales en una parte del cuerpo que eventualmente pueden diseminarse por todo el individuo. Sin embargo, en al menos seis especies animales se sabe que el cáncer puede diseminarse a otros individuos diferentes. En otras palabras, el cáncer puede contagiarse.
Los cánceres contagiosos se dispersan mediante la transferencia entre individuos de células cancerosas vivas. Ningún virus, bacteria o parásito infecta las células del nuevo paciente, sino que es una célula cancerosa del individuo afectado la que se dividirá de forma descontrolada en el nuevo individuo. En otras palabras, estas células cancerosas adquieren la habilidad de contagiarse.
Dicha habilidad equivale a la creación de un nuevo “parásito” infeccioso: la célula cancerosa “parasítica” infectará a un individuo diferente al que la originó, se dividirá y sus células “hijas” continuarán infectando a otros individuos.
El hecho de que en el nuevo individuo coexistan células sanas propias con células cancerosas de otro individuo nos permite diagnosticar estos cánceres contagiosos pues el ADN de las células cancerosas no coincide con el de las células sanas.
Hasta el momento se han descrito ya cánceres contagiosos que afectan a perros, demonios de Tasmania, almejas, mejillones y berberechos, pero gracias a los avances en secuenciación del ADN, es posible que en la próxima década se identifiquen muchos más casos en otras especies.
Tantas historias como cánceres contagiosos
Mukherjee se remontaba en su libro al cáncer de mamá que padeció la reina persa Atossa en el 500 a. e. c. pero hoy sabemos de un cáncer todavía más antiguo y que, sorprendentemente, sigue vivo: el cáncer contagioso de perros. Recientes estudios científicos lo han datado con 8 000 años de edad y como sigue contagiándose de perro a perro quién sabe los años que vivirá.
Como si de un virus se tratase –pero sin tener nada que ver con un virus–, los cánceres transmisibles clonales se pueden comportar como una epidemia. Y justamente esto es lo que ocurrió con el cáncer contagioso de los demonios de Tasmania: en tan sólo unos 20 años la población se vio mermada debido al alto número de contagios de este cáncer que mata demonios a un ritmo alarmante.
En 2008 esta especie fue declarada en peligro de extinción y muchos temían su desaparición, pero los últimos estudios apuntan a que los demonios de Tasmania se están adaptando para convivir con este cáncer.
Más asombrosos son aún los cánceres contagiosos de bivalvos que, en ciertos casos, pueden infectar a individuos de otras especies. La célula de cáncer se origina en una almeja con el ADN de esa especie y después se propaga en poblaciones de otra almeja diferente. En estos casos, al secuenciar una almeja con cáncer se encuentra el ADN de dos especies de diferentes. Los mecanismos que permiten a una célula de cáncer evadir las defensas de un individuo de otra especie desconciertan a los científicos e investigaciones en todo el mundo tratan de dar luz a este campo.
¿Y en humanos existen cánceres contagiosos?
En las últimas décadas se han llevado a cabo numerosos estudios de secuenciación de pacientes con cáncer y, por ahora, solo ha habido casos raros de cánceres contagiosos en humanos. Los casos más alarmantes son quizás los contagios de cáncer de madre a hijo mediante la transferencia de células cancerosas durante el embarazo. Los análisis genéticos sugieren que las células cancerosas adquieren mutaciones que les permiten evadir las defensas del hijo.
En adultos, el cáncer solo parece contagiarse cuando las defensas de una persona no funcionan correctamente. Por ejemplo, los pacientes que reciben trasplantes de órganos pueden ser vulnerables a contraer el cáncer de su donante. En 2018, cuatro pacientes desarrollaron cáncer de mama después de recibir riñones, pulmones, corazón e hígado de una donante de 53 años que había muerto en un accidente. Las células cancerosas no coincidían con las de los pacientes, sino con las del donante que en el momento del trasplante no tenía la enfermedad.
De momento, no hay evidencias de que un cáncer contagioso similar al de perros, demonios de Tasmania o bivalvos se esté propagando en humanos. Aunque eso no quiere decir que no pueda suceder en un futuro.
En definitiva, es importante investigar los cánceres contagiosos ya que nos pueden ayudar a entender mejor los mecanismos que utiliza ese “emperador de todos los males”. Quizás así, algún día, podamos destituirlo.
Alicia L. Bruzos, Investigadora de genómica del cáncer y profesora de genética, Universidade de Santiago de Compostela y Jose Tubio, , Universidade de Santiago de Compostela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.