Con cierta frecuencia nos encontramos con iniciativas públicas y privadas, ciertamente loables, para repensar el futuro del Perú con un horizonte de muy largo plazo, como el año 2050. Generalmente lo hacen por un efecto imitación ya que han “descubierto” en Internet iniciativas similares que se vienen realizando en el mundo, y se preguntan ¿por qué no hacemos algo igual en el Perú?
Como prospectivista peruano debería sentirme muy contento por que algunos compatriotas deseen involucrarse en la realización de estudios de prospectiva al año 2050. Pero creo que resulta bueno aclarar, desde el punto de vista académico, que eso no necesariamente podría generar impactos positivos para el país, en la medida que los posibles resultados de esos estudios estén acordes con la realidad que tocará vivir en el 2050.
Como hemos señalado en esta columna, la ciencia prospectiva tiene vigencia en el campo de la incertidumbre, es decir, en el área comprendida entre alta complejidad y alta indeterminación. Cuando uno habla del horizonte temporal del 2050, tiene que ser consciente de que, para aquel momento, ya debimos haber cambiado de era, de esta que llamamos “Era de la Tecnología Consciente” a otra posterior tras la aparición del fenómeno de la Singularidad Tecnológica (entre los años 2030-2040). Por lo tanto, por las extremadamente altas complejidad e indeterminación, estamos más cerca de la “ambigüedad cierta” que de la incertidumbre.
Parece un poco difícil de entender, pero lo que queremos señalar es que los métodos e instrumentos usuales de la prospectiva no resultan útiles si queremos hacer un trabajo serio pensando en el 2050. Pongamos un ejemplo sencillo: la mayor parte de los consumidores activos en el 2050 aún no ha nacido o se encuentra hoy cursando la educación primaria. ¿Podemos entonces usar las tendencias que vienen de esta década que dejamos (2010-2019) para intentar interpretar el comportamiento de los actores en el 2050?
Como toda ciencia seria, la prospectiva dispone de más de doscientas herramientas metodológicas para abordar el futuro de los temas que investiga, dependiendo principalmente del nivel de complejidad e indeterminación y del horizonte temporal de análisis. Por consiguiente, el diseño del juego de instrumentos que se van a emplear para un determinado estudio resulta crucial para establecer la calidad del mismo. Un mal diseño puede convertir al estudio en un simple ejercicio de “futurología”[1].
Entonces, ¿es posible realizar hoy estudios serios sobre el 2050? Sí, pero requiere de un abordaje de mayor solvencia técnica, que implica un dominio de metodologías que ayuden a manejar los altos niveles de complejidad e indeterminación, así como contar con la participación de expertos que tengan un gran conocimiento de las posibilidades de futuro al año 2050. Por ejemplo, estos expertos deben conocer muy bien la fenomenología socio-económica-ambiental que vienen creando y que crearán en la próxima década (2020-2029) las tecnologías transformadoras de la Cuarta Revolución Industrial. Estos fenómenos que hay que conocer y analizar su impacto hacia el 2050 son, entre otros:
- La economía de la abundancia
- La economía de los fabricantes (maker economy)
- La economía del empoderamiento
- El ingreso básico universal (UBI por sus siglas en inglés)
- Alimentos 2.0
- Dinero 2.0
- La descentralización de todo
- La extensión saludable de la vida
- La convergencia Hombre-Máquina
- Humano 2.0 (Homo sapiens sapiens 2.0)
Me despido con una pregunta: ¿Tenemos una masa crítica de expertos en el país sobre esa fenomenología como para pensar en estudios del Perú al 2050?
[1] Hoy se considera a la futurología como una pseudociencia. Fue creada durante los años 30 del siglo pasado en Alemania, como una forma de apoyar el intento nazi de crear el ansiado “Reich de los Mil Años” de Adolfo Hitler.
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