La religiosidad en las obras peruanas elaboradas tras la conquista tenía un objetivo. Ricardo Kusunoki explica cómo los españoles utilizaron el arte para convertir a los incas.
En Semana Santa, es pertinente resaltar la importancia del arte tradicional religioso en el Perú. Con la llegada de los españoles a América, empezaron una serie de cambios culturales en las poblaciones que habitaban el llamado nuevo continente. Entre ellos, quizás el de mayor impacto, fue la evangelización y conversión de los incas del politeísmo al catolicismo.
Ante la dificultad de este proceso debido la diferencia de idiomas entre conquistadores e indígenas, el arte se convirtió en la herramienta clave para la adaptación de la nueva religión.
Los conquistadores decidieron entonces traer pinturas y demás piezas de arte desde Europa, así como a artistas que pudieran adoctrinar a los indígenas a través de diferentes expresiones artísticas.
"La pintura cumplía la función de explicar los dogmas tanto a aquellos que recién ingresaban a la fe, como a los propios españoles”, explica Ricardo Kusunoki, curador de arte colonial en el Museo de Arte de Lima.
“La pintura colonial tiene un sentido muy didáctico, a diferencia del arte europeo que es más hermético, culto y lleno de referencias rebuscadas”, afirma Kusunoki. “La idea es que el mensaje religioso llegue de manera más directa al espectador“.
De esta forma, los españoles fueron orientando las habilidades artesanales de las poblaciones peruanas hacia las expresiones religiosas, para luego utilizar sus obras como palabra evangelizadora. Para ello, las escuelas decidieron adecuar las pinturas y piezas que elaboraban para que los nuevos fieles pudieran entenderlas e identificarse con ellas.
"En el caso de la pintura, como es una tradición tan nueva, en realidad lo que ocurre es que surgen estilos locales, pero que no tienen una relación con el pasado prehispánico, sino que son frutos de sociedades completamente nuevas“, agrega Kusunoki.
Estas piezas de arte solían permanecer en los conventos y escuelas en los que eran elaborados y no podían ser llevados a las casas de sus autores. Fue recién en el siglo XIX en que aparecen los primeros artistas populares independientes, como José María Arguedas, quien también tuvo una faceta como pintor, y José Sabogal.
En ciudades como Cusco, Ayacucho y Cajamarca, estas expresiones artísticas, ligadas a la religiosidad siguen elaborándose como hace casi 500 años, a través de familias de artesanos como los Mendivil, los Quispe Yupari, entre otros.
Estas piezas son exhibidas en los museos de nuestro país, como MALI, Pedro de Osma, Convento Santo Domingo, Convento San Francisco de Asis (Cusco), Museo Andrés Avelino Cáceres (Ayacucho), entre otros.
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