Pese a perder sus hogares en el incendio del Rímac, la comunidad shipibo-conibo sigue trabajando por promover su cultura más allá de nuestras fronteras.
En noviembre del 2016, un incendio consumió cerca de 436 casas del asentamiento urbano Cantagallo. El desastre y los más de 2 mil damnificados de este incidente nos recordaron la presencia de una prácticamente ignorada comunidad que llegó a nuestra capital en los años 80 para extender su cultura desde Ucayali hasta el Centro de Lima: Los shipibo-conibo.
Tras el incendio los shipibo-conibo se vieron obligados a trasladar sus hogares a 10 kilómetros de distancia, hasta Campoy, en San Juan de Lurigancho. Sin embargo, ni la distancia, ni las nuevas condiciones a las que han tenido que adaptarse para encontrar un techo los han detenido en su trabajo de promover la cultura de su tierra.
RPP Noticias se trasladó hasta el espacio en el que construyeron su nueva comunidad. Un lugar que resalta por encima del resto de viviendas de esta zona gracias al distintivo sello shipibo-conibo que impregnaron estos residentes inmigrantes.
Ahí nos encontramos con dos de sus máximas referentes: Wilma Waynas y Olinda Silvano, quienes lucían con orgullo los trajes típicos de su cultura. Estas mujeres han trabajado por más de 30 años en dar a conocer sus tradiciones en nuestro país y fuera de él.
Sulabor les ha valido el reconocimiento de Ministerio de la Mujer, que las premió por su desempeño cultural en el evento “Mujeres construyendo nuestra autonomía y el desarrollo del país”.
“Le sorprenderá que hayamos colocado nuestro hogar en lo alto. Es que estamos acostumbradas a alejar nuestras viviendas del río, y aunque aquí no lo tenemos, nos gusta mantener la costumbre”, nos dice Olinda.
Su fachada, su decoración al interior y cada rincón de sus casas llevan el diseño del arte shibipo-conibo. Las mostacillas, las pinturas vegetales y los dibujos que representan a la flor de ayahuasca y a la anaconda, figuras representativas de su flora y fauna, se lucen por toda su vivienda.
“Nuestro trabajo es mantener viva nuestra cultura y presentarla al Perú y al mundo, ese trabajo inicia en casa”, aclara Wilma. El mensaje quedó claro. A los minutos, los hijos de Olinda llegaron al lugar, nos saludaron en perfecto español, para luego conversar con su madre en shipibo-conibo.
SUPERAR OBSTÁCULOS
Antes de que estas mujeres sean consideradas referentes de la cultura regional de nuestro país y reciban distintos reconocimientos de parte de nuestras autoridades, ellas y su comunidad tuvieron que soportar los duros episodios que vivieron los inmigrantes que dejaron sus tierras para mudarse a nuestra capital.
“Nuestra llegada a Lima no fue sencilla”, recuerda Wilma. “El serenazgo nos perseguía y nos decomisaba el trabajo que era nuestro sustento de vida. Además de eso, teníamos que soportar la fuerte discriminación de ese momento (años 80)”.
Ellas explican que, con el tiempo, la revalorización de la cultura peruana cambió la forma en la que era vista su comunidad. “Cuando éramos ambulantes, éramos desconocidas. Creo que las exposiciones, muestras y demás, no solo nos han ayudado a dar a conocer nuestra cultura, sino también a que sea reconocida y respetada”, agregó Olinda.
Como bien menciona Olinda Silvano, ellas ya dejaron de ser artistas ambulantes para convertirse en maestras artesanas. Ambas forman parte del colectivo Trenzando Fuerzas, que se encarga de unir el trabajo de las representantes del arte regional con el de las diseñadoras de alta moda, no solo para crear prendas, sino para compartir las técnicas y tradiciones de sus comunidades.
“Nosotras nos esmeramos para que nuestra bisutería, nuestros trabajos con semillas naturales, mostacillas y nuestro arte textil, se conserve. Enseñamos todo acerca del diseño Shaukén, que es el más antiguo y conocido, que transmite toda la mística de nuestros chamanes y su Ayahuasca, así como otras tradiciones”, dice Wilma.
La difusión de su cultura también ha traspasado las fronteras de nuestro país. Olinda nos reveló que dentro de poco, llegará a Canadá y a Estados Unidos para recibir capacitaciones en la industria textil, pero también para compartir sus conocimientos ancestrales.
“Hace algunos meses estuvimos en México, en un congreso de arte precolombino, y la verdad es que el interés por nuestra cultura que muestran en otros países es sorprendente y halagador”, comenta Olinda.
Olinda y Wilma, junto a Savi y Silvia, también representantes shipibo-conibo, no se detienen en estos logros. Ellas continúan extendiendo su legado cultural, a través de sus talleres, trabajos y sus hijos, para así evitar que su cultura se olvide con el paso del tiempo.
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