Cantautor nacional conmovido por la desaparición física del Rey del Pop escribe una sentida misiva para un blog
Acabo de ver en la televisión mientras corría en la trotadora, la noticia de la muerte de Michael Jackson. No he podido continuar con mi rutina. La noticia me devastó.
Nunca fui un fan de Jackson debo confesar, pero su pérdida se lleva quizás todo el "soundtrack" de mi niñez, de mi adolescencia, de mi generación.
Michael Jackson en su mejor momento nos dio joyas del soul con los Jackson Five, o como solista con obras maestras como One Day in Your Life, I"ll Be There o Rock With You. Sin embargo, su estrellato definitivo ocurrió en la más exagerada etapa industrial de la música, los ochentas, y él la lideraba en todo, baile, canto, composición y, por supuesto las ventas.
Lideró la época más engañosa de la música, sí, aquella de la que Springsteen todavía se avergüenza por haber salido bailando estilo "new wave" en el video de Dancing in the Dark, o de la que Bowie huyó a tiempo al olerse el mismo contexto de frivolidad ochentero luego de sus éxitos Let"s Dance o Modern Love también optó por abandonar ese riesgoso y predecible barco que era el "mainstream" musical ochentero.
Jackson, sin embargo, siguió en el juego y se vio envuelto en el deber irreversible de hacer más hits radiales, más thrillers, más superventas, encaminándose en un absurdo e infinito marketing que hacía tiempo lo hizo abandonar lo artístico.
Michael Jackson las pasó muy mal, todo debido a las presiones que existían para que todo le salga perfecto.
Sé que siempre fue un chico de familia, un hombre generoso y un músico absoluto. ¡Un genio! Déjenme quedarme con ese Jackson que siempre admiré. Ese que ahora me duele haber perdido. Ese niño prodigio que sé que será la imagen imperecedera del icono musical más grande del pop norteamericano.
Dios bendiga a Michael Jackson por toda la ternura que nos despertó de niño, el talento imparable que le refregó al mundo de grande y la fuerza y valentía con la que enfrentó todos los problemas y costos de la megafama que al final de su vida le llegaron. No hurguemos en chismes ni historias más allá de su música. El se fue en orden, arreglo sus cuentas. Quedémonos con el más grande legado que un hombre puede dejar: SU ARTE.
Dios bendiga a Michael Jackson.
Pedro Suárez-Vértiz
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