El técnico argentino Mauricio Pochettino, 47 años, asumió la dirección del Tottenham en 2014.
Admirar no es caer en el absolutismo de imitar, admirar es saber valorar y canalizar lo positivo e incorporar sus propios matices en busca de superar lo admirado.
Mauricio Pochettino no se considera discípulo de Marcelo Bielsa, pero si respeta y reconoce lo que significó su imagen para su formación. Como futbolista, como técnico, como persona.
Estuvo a nada de jugar en Rosario Central, pero lo fueron a buscar hasta su casa Jorge Griffa y el propio Bielsa para llevarlo al otro lado de la vereda, donde se convirtió en insignia. Tiene como concepto el respeto por la pelota, aunque también incorporó la versatilidad de saber que hay momentos donde debe desprenderse de ella para encontrar espacios.
Sus estudios en gestión de empresas le han servido para saber administrar la ‘pobreza’. Esta temporada no sólo no incorporó refuerzos en Tottenham, además tuvo la capacidad para convencer a sus principales figuras como Harry Kane o Christian Eriksen de creer que el proyecto debía de consolidarse y tener un año inolvidable, a pesar de las innumerables ofertas, atractivas en todo aspecto, que se les presentaron. Algo impensado, si, para los que carecen de convicción, para Pochettino, algo normal. Ni hablar de su aporte a las divisiones, ejemplos como el mismo Kane o Harry Winks lo respaldan.
Su fidelidad con el Espanyol lo han hecho asegurar que no dirigirá al Barcelona, rival de la ciudad de los azules y blanco. Así es Pochettino: trabajador, creyente, estudioso, como mucho recursos tácticos y nobleza para corregir rápido sus propios errores, como cuando leyó en la serie contra Ajax necesitaba alguien (Sissoko) al costado de Wanyama para recuperar la pelota e imponerse físicamente y no un zaguero más. Jürgen Klopp no la tendrá fácil.
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