Alianza Lima oficializó la llegada del argentino Miguel Ángel Russo. Además de un largo CV, el técnico de 62 años cuenta con harta experiencia de vida: venció a la muerte dos veces.
Lo supo al ver su orina. Estaba en un restaurante de Bogotá y le provocó ir al baño. Fue. Normalmente, orinaba mirando al techo o pensando en cualquier otra cosa, como la mayoría de hombres -según él mismo cuenta-, pero ese día no. Ese día, Miguel Ángel Russo bajó la mirada y vio su orina. El color era distinto. Raro. Oscuro. Mucho más oscuro de lo normal. Algo no estaba bien. Tenía cáncer.
No hubo dolores ni síntomas, pero tenía cáncer. Cáncer a la próstata, para ser más exactos. Las células de su glándula crecían sin control y, aunque no lo había notado, estaba enfermo. Bajar la mirada lo ayudó a descubrirlo a tiempo. A sus 61 años -43 dedicados al deporte- su cuerpo lo obligaba a hacer una pausa. El entrenador de Millonarios de Colombia debía dejar de pensar en el título para empezar a luchar por sobrevivir.
El argentino cambió las mañanas de entrenamiento por los días de quimioterapia, los esquemas de juego por las medicinas intravenosas y la idea de los tres puntos por la de seguir vivo.
Fue operado dos veces: en setiembre 2017 y en enero 2018. Ganó el Torneo de Finalización en ese lapso de tiempo, en diciembre, dos días después de recibir una ‘quimio’. En silencio, con apoyo del club y de los doctores que nunca lo trataron como ‘Miguel Ángel DT’ sino como ‘Miguel Ángel persona’ (sin fotos ni autógrafos de por medio), se recuperó y regresó a sus labores profesionales.
“Lo voy a decir por última vez: el cáncer que tenía no lo tengo más. Esto se cura con amor”, dijo, con cinco kilos menos y hartas emociones acumuladas, en una conmovedora conferencia de prensa. Sin embargo, los problemas no habían terminado. Las cosas no salieron como se esperaba.
El cáncer ya no estaba, era cierto, pero una infección intrahospitalaria había entrado en su organismo. Y él estaba preparado para las quimioterapias y las intervenciones, pero no para eso. No para batallar contra una bacteria que no tenía antibiótico. No para superar una fiebre de 40 grados que no desaparecía. No para pasar días y noches internado. No para volver a luchar contra la muerte.
Mientras tanto, Millonarios peleaba por el título de la Superliga ante Atlético Nacional. Y su técnico, aunque no pudo viajar a Medellín, estuvo atento desde Bogotá. “Este título es para el ‘profe’ Russo, que nos mandó las indicaciones desde la clínica”, dijo el capitán de Millonarios, Andrés Felipe Cadavid, luego de salir campeón bajo el mando de su colaborador directo, Hugo Gottardi.
Pero, para Miguel Ángel Russo, la batalla no había terminado. Tras un par de semanas en la cama de un hospital, viajó a su natal Argentina. En Colombia tenía a los profesionales que necesitaba, pero en tierras ‘che’ estaba su gente. Y, tal como había dicho antes, para curarse, necesitaba amor. Y, tal como ya lo había hecho antes, se curó.
“Nunca me di por vencido. En algún momento uno flaquea, pero es un segundo, y luego sale. Decir que uno es fuerte toda la vida es mentira. Con la operación estuve tranquilo. Con la bacteria decía 'no me puedo morir por una bacteria. No es justo. Con todo lo que anduve en la vida, y todo lo que me falta, no es justo. ¿Cómo me va a matar algo que no puedo ni ver?'”, contó meses después a Deportes RCN.
Así era. Ya había ganado una Libertadores con Boca Juniors en 2007, además de torneos de Segunda División con Lanús, Estudiantes de La Plata y Rosario Central, y dos títulos con Millonarios. Ya había dirigido en Argentina, Chile, España, México y Colombia. Le faltaba Perú. Le faltaba llegar a Alianza Lima y pelear a nivel continental contra River Plate e Inter de Porto Alegre.
Hoy, a sus 62 años, tras confirmarse su llegada al equipo íntimo, puede pensar tranquilamente en lo suyo, que es vencer retos. Mirar hacia abajo le salvó la vida. Ahora, tras ‘renacer’ dos veces, solo le queda mirar hacia arriba. A eso apunta. A seguir sumando logros. Y de ganar sabe bastante.
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