La capital del Perú cumple 485 años de fundación española. Para recordar el pasado (y comparar el presente) de la ciudad, revisa este listado de tradiciones que por mucho tiempo la han identificado.
Este 18 de enero, Lima cumple 485 años de fundación española. Con el paso del tiempo y de los cambios propios de la ciudad, algunas de las costumbres y tradiciones locales más marcadas han ido desapareciendo. RPP Noticias se comunicó con Marco Capristán Núñez, director de Pinceladas Limeñas, y Jesús Cosamalón Aguilar, profesor del Departamento de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica, para conocer sus referencias de la originalmente conocida “Ciudad de los Reyes”.
Cosamalón explica que es necesario reconocer a Lima como una localidad formada por migrantes, por lo que no está de acuerdo con el concepto de una cultura “netamente limeña”. Sin embargo, sí destaca algunas particularidades. Capristán, por su parte, ha estudiado a detalle el auge, la evolución y la pérdida de los rasgos más cotidianos y documentados de la sociedad en la capital. Aquí, un listado de esas costumbres o personajes extintos:
Comprarle a los pregoneros
Eran vendedores ambulantes, que visitaban los patios públicos de las casas limeñas para promocionar sus productos -generalmente, alimentos- a viva voz. Además, tenían horarios establecidos y solían identificarse con alguna prosa a gritos. Se mantuvieron vigentes durante casi toda la época colonial y desaparecieron tras la apertura del Mercado Central de Lima.
Así lo señala Marco Capristán: “Como en la Lima antigua no había luz eléctrica y los mercados funcionaban solo los fines de semana, los pregoneros ofrecían sus productos en las casas. Comienzan a desaparecer tras el boom del guano, alrededor de 1850, cuando -con los grandes ingresos económicos- llegó al Perú una serie de obras de modernidad. Con el Mercado Central de Lima, que funcionaba todos los días de la semana, los pregoneros se mudaron a las puertas o los interiores de este. Para 1879, ya no había pregoneros”.
Actualmente, la versión más cercana de los pregoneros son los comerciantes ambulantes. Jesús Cosamalón explica que la figura del ambulante es especialmente importante en la identidad de Lima. “Contribuyen a generarnos una imagen sobre la ciudad. Además, se presentaron como una solución de gran impacto durante las crisis económicas de las últimas décadas”.
Salir a 'jironear'
Entre las décadas de 1920 y 1940, uno de los lugares más concurridos por los adolescentes o jóvenes de Lima era el Jirón de la Unión. “Salir a jironear” significaba caminar por su largo tramo -generalmente, vestido de alguna manera especial- para visitar las tiendas y, sobre todo, conocer a nuevas amistades. Actualmente, el Jirón de la Unión sigue siendo muy recorrido, pero por fines más comerciales, turísticos o de simple tránsito.
Arrojar papeles como celebración
Esta costumbre se solía dar el último día laborable de diciembre, a propósito de las celebraciones por el Año Nuevo. Consistía en arrojar los papeles desde las ventanas de las oficinas. Tanto instituciones estatales como privadas ubicadas en Lima se sumaban a esta tradición, que dejaba las calles del Centro repletas de hojas, fólderes, periódicos, calendarios rasgados y documentos triturados. “Tuvo un auge entre las décadas de 1960 y 1980, pero se dejó de lado a partir de los 90. Las calles quedaban bastante sucias y las entidades empezaron a prohibirlo”, señala Capristán.
Vestirse de negro en Semana Santa o de morado en octubre
Hasta las décadas de 1970 y 1980, era muy común observar a personas vestidas completamente de negro durante la Semana Santa o de morado en octubre, para las celebraciones del Señor de los Milagros. Además, durante la Semana Santa se solía ocultar o tapar algunas imágenes religiosas que no tuvieran relación con la muerte de Cristo. Pese a que ambas fiestas religiosas siguen muy vigentes y captan a millones de devotos en Lima y en el Perú, algunas cosas han cambiado. Ahora, usar un vestido morado para ir a trabajar resultaría extraño.
Como lo indica Capristán, algunas tradiciones de estas fechas sí se han mantenido, como el recorrido de las siete iglesias y el sermón de las tres horas. “Muchos limeños aún recorren siete iglesias en un día, que es una costumbre muy virreinal. También está el “sermón de las tres horas”, que fue inventado por el sacerdote limeño Francisco del Castillo. De hecho, esta última tradición -que consiste en leer las palabras de Cristo entre las 12 y las tres de la tarde del Viernes Santo- se difundió a todo el Perú y también a muchas partes del mundo”.
Ir en grupo a la playa La Herradura
En los años anteriores a 1980, La Herradura era el lugar más de moda durante el verano. El ahora extinto servicio de tranvía facilitaba a los limeños pasar por debajo del Morro Solar para visitar esa playa del sur (además de otras en Barranco y Chorrillos), cuya fama también atraía a los artistas extranjeros del momento. Su auge se intensificó entre las décadas de 1940 y 1960. Hoy, la playa ha perdido su atractivo.
Fotos post-mortem
El historiador de Pinceladas Limeñas recuerda que, aproximadamente entre 1860 y 1915, se mantuvo en Lima una tradición algo macabra: fotografiar a niños fallecidos. “La alta mortalidad infantil y la creencia del momento llevó muchas personas a ofrecer fotografías post-mortem en sus estudios. Los deudos llevaban, entonces, los cuerpos de sus hijos y los sometían a una pequeña sesión en la que se los hacía posar como si estuvieran vivos o dormidos. Esta costumbre decayó junto con la mejor calidad de vida y la supervivencia de los niños a las enfermedades que antes no superaban”, explica el especialista.
El emblemático cementerio limeño, Presbítero Matías Maestro, ubicado en Barrios Altos, ofrece muestras permanentes de estas fotografías de archivo.
Personajes urbanos extintos
Las tapadas limeñas son figuras que quedaron en la Historia. Las primeras eran las mujeres que ocultaban sus rostros y vestían largos trajes para evitar que las identifiquen. Esto respondía a un contexto de condena social hacia las mujeres que paseaban por las calles sin la compañía de un hombre. Como estaba prohibido transitar sin el esposo o el pariente varón, algunas mujeres adoptaron la vestimenta (la saya y el manto) que las anonimizaba, pero que al menos les permitía salir de sus casas o mirar la calle desde los balcones. Las tapadas limeñas tuvieron una vigencia aproximada de 300 años, entre fines de 1500 y fines de 1800.
Por el mismo periodo, existió el sereno, que no era la autoridad municipal que se conoce actualmente, sino el responsable de iluminar la ciudad. Con ayuda de una escalera, los serenos se encargaban de colocar y encender las velas dentro de los faroles de las calles. Desaparecieron con la implementación del alumbrado a gas. Las ‘lloronas’, por su parte, también eran muy solicitadas en esa época. Se trataba de mujeres que eran contratadas para llorar desconsoladamente en los velorios.
Casi al término de 1870, con el sistema de tranvía en Lima, se hicieron conocidos los ‘gorreros’, que eran aquellas personas que eludían el pago de ese servicio de transporte. “Se colgaban de los lados del tranvía en marcha para no pagar. Algunos incluso se vengaban del maquinista cuando este los expulsaba: subían al techo, manipulaban el cable de contacto y dejaban el tranvía estancado. Era bastante común que la gente no pagara por el servicio y esa es una de las razones por las que el sistema quiebra a mitad de la década del 60”, precisa Capistrán.
* NOTA: Este artículo fue publicado originalmente el 18 de enero del 2019
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