Hoy tenemos en el programa a las especialistas Gina Graham y Mariella Vega, psicólogas, que nos ayudarán a controlar lo que aveces pensamos es incontrolable... nuestros hijos.
Uno de los problemas comunes que se observa en las familias de hoy, son padres que admiten tener dificultad para poner límites a sus hijos. Y es que la mayoría de padres de esta generación no se identifican con una educación basada en el autoritarismo, sin embargo, la mayoría, por miedo a no ser aquellos padres, terminan cayendo en el otro extremo: la “permisividad”. Pero qué pasa, al ver que este estilo de disciplina no funciona, empiezan a ser autoritarios; luego surge la culpa y vuelven a ser permisivos, creando gran inestabilidad en los niños, quienes terminan haciendo lo que creen más conveniente.
Ser padres permisivos significa educar a los hijos con ausencia de límites, lo que implica falta de respeto a nosotros mismos, libertad sin orden, darles opciones ilimitadas y por lo tanto enseñarles que todo lo que ellos quieren es absolutamente válido, aún cuando esto signifique perjudicar a los demás.
Por otro lado, ser padres autoritarios significa tener un control excesivo sobre nuestros hijos, ausencia de libertad para que tomen decisiones y falta de respeto hacia ellos, en pocas palabras “ahora haces esto porque yo mando.”
Llegar a un punto medio donde se puedan establecer límites con amabilidad, es educar con dignidad y respeto, buscando la cooperación de nuestros hijos y desarrollando en ellos valiosas habilidades de vida sin llegar a excesos ni decisiones extremistas.
¿Cómo lo hacemos?
Ten presente que, si bien el autoritarismo aplasta, la permisividad y sobreprotección ahogan. Los hijos necesitan percibir que estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se puedan contener y de guiarlos mientras no saben para dónde ir. Sólo una actitud firme, consistente respetuosa les permitirá confiar en nuestra capacidad y en su propia capacidad. Aquí algunas sugerencias a partir de la disciplina positiva que nos podrían ayudar a ser firmes y amables al mismo tiempo:
- En vez de dar órdenes, haz preguntas que inviten a la reflexión, Jane Nelsen llama a esto “preguntas curiosas” (¿qué piensas respecto a…,? ¿qué sientes…?, ¿qué has decidido…?).
- Habla menos y actúa más. Acércate a tu hijo y muéstrale lo que tiene que hacer, en vez de decir “1000 veces los mismo” desde lejos, esperando que “obedezca” rápidamente.
- Practica la escucha activa. Deja de hablar un momento y trata de escuchar las palabras y el mensaje detrás de las palabras.
- Crea rutinas y luego recuérdale qué es lo que habían acordado. Ej. Tu hijo se levanta de la mesa al terminar de comer y va directo a jugar, entonces le puedes recordar “¿qué es lo que tenemos que hacer después de cenar?”
- Dale opciones limitadas, esto les dará la sensación de que no tienen que obedecer todo a rajatabla y que tienen la opción de elegir.
- Decide lo que harás y se consecuente. Jugaré contigo, apenas termines de hacer las tareas.
- Practica el autocontrol. Cuando entramos en la lucha de poder queremos CONTROLAR todo, pero cuanto más controladores queremos ser, más DESCONTROLADOS nos volvemos. A la primera persona que tenemos que controlar es a nosotros mismos.
- Ponerse de acuerdo. Ambos padres tienen que manejar el mismo estilo de crianza para no crear confusión en los hijos que inviten a buscar “al más bueno” .
- Involucra a tus hijos en la solución de problemas. Esto hace que los chicos desarrollen el sentido de pertenencia, estén motivados a asumir sus responsabilidades y estén menos propensos a desobedecer.
Ps. Gina Graham – Certified Positive Discipline Parenting & Classroom, Educator.
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