La reciente difusión de un audio de la conversación de un grupo de congresistas sobre el Tribunal Constitucional mancha el proceso de elección de miembros de este organismo. El Parlamento ya tiene lista su próxima tormenta perfecta.
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Carecemos de instituciones fuertes, la realidad se encarga de demostrárnoslo todos los días: el Congreso pierde cada vez más credibilidad y representatividad; El Ejecutivo, formado por el presidente y su consejo de ministros, tiene serios problemas para actuar con una oposición que les pone cabe; el Poder Judicial no se recompone del escándalo de las mafias de los ‘cuellos blancos’ y en el Ministerio Público las cosas avanzan por el esfuerzo de los fiscales del equipo Lava Jato, no por un fortalecimiento institucional, y no tenemos partidos políticos que representen a la población.
En un contexto tan delicado como el que estamos pasando, en el que buena parte de nuestra clase política y empresarial está manchada por escándalos de corrupción, contar con un Tribunal Constitucional confiable, es una de las pocas garantías a las que podemos aferrarnos.
¿Por qué? Porque si una ley vulnera los derechos de la ciudadanía para beneficiar intereses particulares, es el TC el que puede declararla inconstitucional, si el Poder Judicial viola los derechos de cualquier ciudadano que está siendo juzgado, es el TC el encargado de poner orden. En un país con un sistema parlamentario unicameral y un Poder Judicial tan cuestionado, el TC cobra un poder exagerado que debe poder administrar de manera sabia.
¿Qué se necesita para eso? Que este órgano independiente esté formado por personas honestas, de diversas posturas políticas y con diferentes miradas sobre la realidad que puedan tomar decisiones ponderadas. El Congreso entonces, tiene el deber de poner candidatos diversos y elegirlos respetando ese equilibrio, pero todo indica que están buscando llenar los seis cupos disponibles con amigotes puestos ahí, para darle la razón en todo a las propuestas fujiapristas, o para preparar candados que impidan a la justicia hacer su trabajo.
La jugada estaba cantada. Tanta rapidez para elegir los miembros del TC, cuya elección debe ser producto del debate y del consenso ya daba mala espina. Pero el audio en el que se escucha a Miguel Torres de Fuerza popular y Javier Velásquez Quesquén del Apra transando para colocar nuevos candidatos más acordes con sus intereses, le pone rostro y voz a lo que era obvio.
La crisis se desató en el Congreso, la elección de los miembros del TC se manchó y un grupo de bancadas exige que se suspenda el proceso. Si la mayoría da marcha atrás, el tema podrá resolverse con premura, pero sin atolondramientos. Si el pedido se desestima prepárense para la próxima crisis política: la elección de los miembros del TC sonara a repartija y Vizcarra podrá aprovechar la marea revuelta para exigir que se vayan todos, nuevamente,
Por lo pronto Jose Luis Sardón, miembro saliente del TC, ha pedio que el caso sobre la libertad de Keiko Fujimori lo vea el próximo Tribunal Constitucional, afianzando la sospecha de que la mayoría congresal busca un TC a la medida de sus preocupaciones e intereses.
Amárrense al mástil de este barco que en cualquier momento naufraga. El Congreso ya tiene lista su próxima tormenta perfecta.
Las cosas como son
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