Cada dos meses, 30 nuevas alumnas inician esta aventura en la que aprenderán cómo ser la asistenta ideal para trabajar en naciones como Canadá y Estados Unidos.
El Gobierno de Filipinas imparte desde hace unos años cursos de "súper empleadas del hogar", a los que se apuntan cientos de mujeres que si cumplen su sueño de encontrar trabajo en el extranjero remitirán divisas al país para mantener a su familia.
Cada dos meses, 30 nuevas alumnas inician esta aventura en la que aprenderán cómo ser la asistenta ideal para trabajar en naciones como Canadá, Estados Unidos, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos o España.
Unos diez millones de emigrantes filipinos enviaron en remesas a su país 16.400 millones de dólares en 2008, un volumen solo superado por India (45.000 millones), China (34.0000 millones) y México (26.000 millones), según datos del Banco Mundial.
"Me gustaría ir primero a un país asiático como Singapur antes de viajar a los Estados Unidos o Europa", dice May, de 27 años, una de las alumnas del programa que el Estado ofrece de forma gratuita en Manila desde hace cuatro años.
Las estudiantes se distribuyen las tareas en un "aula" en la que no faltan un simulacro de salón, tres camas que se afanan en hacer y deshacer por turnos para adquirir práctica, delicados objetos a los que deben sacudir el polvo y una alfombra para limpiar con el aspirador, aparato desconocido en la mayoría de los hogares filipinos.
En la clase contigua, que es la réplica de una cocina, aprenden las artes culinarias básicas de distintas culturas y borran cualquier rastro de grasa y resto de comida de los hornos y fogones.
Aunque son de origen humilde, la profesora Rachel de la Torre aclara que todas han terminado la educación secundaria y hablan un inglés fluido.
"La mayoría son solteras, pero en todas las promociones tenemos varias mujeres casadas y con hijos que deciden apuntarse con el objetivo de buscar trabajo en el extranjero y enviar el dinero a su familia", detalla la maestra.
De la Torre explica que casi todas las chicas son duchas en la materia porque realizan las tareas domésticas a diario en sus propias casas, pero el curso les concede un certificado que abre las puertas del extranjero.
"Me gustaría ir a otro país y puede que en marzo pueda marcharme a trabajar a Taiwán. Me apunté al curso porque me da un certificado", dice Ruby, de 34 años.
Su compañera May corrobora que el módulo formativo no presenta grandes dificultades, aunque se encuentra con algunos escollos: "La parte más dura para mí es que hay que seguir algunos procedimientos en el trato con el patrón".
El programa no se limita a la parte práctica sino que incluye una formación sobre primeros auxilios, trabajo en equipo y sobre todo trato profesional con los jefes y prevención contra posibles abusos.
"Antes se daban casos de abusos por parte de algunos patrones y otros también se enfadaban mucho porque se producían malentendidos", indica De la Torre.
El Gobierno ofrece una multitud de cursos gratuitos como éste en campos como la informática, la hostelería o el masaje con el objetivo de preparar a los nacionales para trabajar en el extranjero.
Según las estimaciones gubernamentales, entre ocho y diez millones de filipinos desempeñan distintos oficios en el extranjero y enviaron 16.400 millones de dólares en remesas en 2009, más del diez por ciento del Producto Interior Bruto del país.
La asociación de emigrantes del país, Migrante, calcula que cada día una media de 3.000 filipinos dejan su tierra para probar suerte en otra parte.
Todos parten en busca de trabajo que no pueden conseguir en casa, pero algunas, como May, esperan algo más del destino cuando se gradue como "súper empleada del hogar".
"Soy soltera, pero espero que mi príncipe azul esté en América (Estados Unidos)", afirma May.
EFE
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