El custodio de la cuadra en la que vivía el sujeto lo calificó como un hombre trabajador. "Con los vecinos todo tranquilo, no lo veía violento ni nada", dijo.
Ningún vecino en la calle Fitzcarrald notó algún comportamiento extraño o inapropiado de Eduardo Romero Naupay, el tirador de Independencia. Ni siquiera el seguridad de la cuadra, don Hernán Panduro, quien conversó con el joven en algunas oportunidades.
"Yo un día le pregunté si tiene familia, me dijo que era solo. Tenía 32 años, me contó, pero no parecía, se le veía chibolo", contó a RPP Noticias minutos después del crimen.
Testimonio cercano. Panduro lleva ocho meses trabajando en la cuadra en la que vivía Romero, en Los Olivos. Siempre lo vio como un muchacho tranquilo y trabajador, jamás dio atisbo de algún comportamiento desequilibrado o violento.
"Él salía temprano, yo no lo encontraba cuando llegaba (del trabajo). Con los vecinos todo tranquilo, no lo veía un hombre violento ni nada. Para nosotros es raro que haya cometido este error", dijo algo dubitativo, como buscando entender el motivo de la acción.
Después de ocurrido el hecho, en su casa solo hubo un movimiento extraño: dos pequeñas salieron hacia la calle llorando, según el testimonio del seguridad. Luego entraron y la puerta no se volvió a abrir más. Un equipo de RPP Noticias buscó el testimonio de algún familiar pero no atendieron.
Desavenencias. Sin embargo, según el testigo, los problemas que tenía el ambulante con la autoridad municipal por la venta de salchipapas era frecuente.
"Un pata vino y me contó pues, que a cada rato los fiscalizadores lo querían botar de su lugar (de trabajo). El muchacho era pues todo bueno, tranquilo, no era violento, nunca se mostró violento. Tengo ocho meses acá y no sabía nada (de que portaba armas)".
El viernes era uno de los tres días en los que él salía con el carrito sanguchero. Los otros tres los hacía su prima, con quien turnaba el trabajo. Salió a vender al caer la tarde, el resto es historia conocida.
Comparte esta noticia