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La KGB continúa causando terror

Foto: EFE
Foto: EFE

Aparato de represión de la Unión Soviética se resiste al paso del tiempo en Bielorrusia donde existe una institución que sirve a los intereses del último dictador de Europa, Alexandr Lukashenko.

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KGB, un acrónimo que aún produce escalofríos en todo el mundo, sobrevivió a la caída del Comunismo y resiste el paso del tiempo en Bielorrusia, el último bastión de la máquina de represión estalinista.

"El objetivo del KGB es garantizar la seguridad de los ciudadanos, la sociedad y el Estado", señala la página web (www.kgb.by) del Comité de Seguridad Nacional bielorruso.

No obstante, ese organismo es en realidad el brazo armado del último dictador de Europa, el presidente bielorruso Alexandr Lukashenko, que lo utiliza para controlar a su población y reprimir a la disidencia política.

El presidente ruso, Borís Yeltsin, certificó en 1993 la defunción del KGB, pero mucho antes ya había desmantelado todas sus estructuras de espionaje, al considerar que su misma existencia se contradecía con un Estado democrático.

De hecho, el jefe del KGB soviético, Vladimir Kriuchkov, fue uno de los ocho miembros del Comité Estatal de Emergencia que destituyó al líder de la URSS, Mijail Gorbachov, en el golpe de estado de agosto de 1991.

En cambio, los bielorrusos se niegan a renunciar al legado del KGB, no en vano su fundador, Féliz Dzerzhinski, nació en 1977 en las afueras de Minsk.

Dzerzhinski, quien fundó de la Cheka (siglas de Comisión Extraordinaria), precursora de la KGB (1954), es un héroe nacional para muchos bielorrusos y, en especial, para Lukashenko, un confeso admirador de los modos del dictador soviético Iosif Stalin.

"Lukashenko ha mantenido en vigor tanto la economía planificada como la simbología soviética. Muchos bielorrusos aún tiemblan al oír el término KGB", comentó a Efe Ígor Garmash, director de un diario digital independiente.

Mientras, el líder opositor Yaroslav Romanchuk, que logró menos del 2 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales del domingo, cree que el KGB bielorruso no es tan poderoso como el soviético.

"Ahora debe compartir con otras estructuras y órganos la defensa de la seguridad nacional. El KGB es muy poderoso, pero no controla todos los ámbitos de la vida del ciudadano, como durante la Unión Soviética", señaló hoy a Efe.

Con todo, el KGB bielorruso sí parece omnímodo, ya que se encarga de garantizar la seguridad nacional y defender la integridad territorial del país, desempeña funciones de espionaje exterior y de contraespionaje dentro de las fronteras de Bielorrusia.

Además, se encarga de luchar contra las organizaciones terroristas, extremistas y cualquier grupo o individuo que amenace la seguridad nacional, lo que incluye opositores, defensores de los derechos humanos y periodistas independientes.

El comité se subordina directamente a Lukashenko, quien comparte voluntariamente el control sobre sus estructuras con el consejo de ministros.

"Lukashenko delega parte de sus funciones, pero está al tanto de todo lo que ocurre en la esfera de la seguridad nacional", indicó Garmash.

En estos momentos, el centro de detención del KGB en Minsk y otras prisiones preventivas acogen a, al menos, cinco de los candidatos a la Presidencia bielorrusa y varias decenas más de opositores, periodistas y activistas que participaron en las violentas protestas postelectorales del 19 de diciembre.

Según informa la organización de derechos humanos Viasna, una veintena de esos detenidos afrontan penas de varios años de cárcel por instigar los disturbios.

Entre ellos figura el candidato Vladímir Nekliáyev, que fue brutalmente golpeado el domingo por la policía de camino al centro de Minsk y, una vez en el hospital, fue secuestrado por agentes de seguridad.

También está la periodista Irina Jalip, esposa del candidato Andréi Sánnikov, y la redactora jefe de la página web opositora Charter97.org, Natalia Radina.

A su vez, uno de los detenidos, el veterano opositor Anatoli Lebedkó, líder del Frente Cívico Unificado, ha iniciado una huelga de hambre para protestar por su detención, ya que cuando estallaron las protestas se encontraba en su domicilio.

"Resiste como puede. No me dejan verlo. El abogado dice que han prolongado su estancia en el centro de detención del KGB por diez días. Después se verá si lo procesan o no", señaló hoy a Efe su esposa.

La Justicia bielorrusa ha incoado expedientes penales según el artículo 293 del código penal (organización de disturbios masivos), cargos que podrían acarrear a los procesados hasta 15 años de prisión.

Presuntos "escuadrones de la muerte" del KGB y del ministerio del Interior bielorruso adscritos a Lukashenko son acusados de la desaparición en las últimas dos décadas de cientos de opositores, activistas y periodistas bielorrusos y de otros países.

Entre los desaparecidos, según las revelaciones de fugados agentes del KGB, se encuentra el antiguo ministro del Interior, Yuri Zajarenko; el viceprimer ministro Víctor Gonchar, el empresario Anatoli Krasovski y el camarógrafo ruso Zmitser Zavadski.

EFE

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