238 familias shipibo konibo afectadas por un incendio a fines del año pasado, dejarán temporalmente la zona de Cantagallo donde se construirán sus nuevas viviendas
Han pasado más de 8 meses desde que ocurrió el incendio en la zona de Cantagallo en el Rímac, lugar donde hace casi 16 años habita la comunidad shipibo-konibo, que llegó desde Ucayali. Esta semana comenzarán a cumplir su más anhelado sueño: tener una casa propia y segura. Pero eso los obliga a trasladarse temporalmente mientras las construyen.
“Queremos una vivienda digna para nuestros hijos”, dijo Cordelia Sánchez García de 32 años, artesana y madre de tres niños. Ella contó que la vida en la comunidad no ha sido fácil. Tras el incendio, perdieron todo, pero en la comunidad (o "común-unidad", como los shipibo-konibo se llaman a sí mismo) se ayudaron unos a otros para levantar nuevas viviendas de material humilde y para equiparla con lo básico.
Son 238 familias empadronadas las que partirán hacia un terreno habilitado de más de 19 mil metros cuadrados, también en el Rímac, para luego regresar al Nuevo Cantagallo. El Ministerio de Vivienda anunció que a fines de agosto iniciarán las obras del nuevo complejo habitacional para las familias que se registraron. Además, podrán acceder al programa Techo Propio. Se estima que el nuevo complejo habitacional estará listo en diciembre de 2018.
Del caos a la esperanza
Juan Agustín Fernández, secretario de la Organización y Defensa de Acushikolm, una de las tres asociaciones existentes en Cantagallo (Acushikolm, Ashirelv y Avshil) dijo a RPP Noticias que cuando les explicaron el proyecto sintieron desconfianza, pero hoy confían en la palabra del presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski, quien los visitó un mes después del incendio del 4 de noviembre de 2016, que dejó más de 2 mil personas damnificadas y 436 viviendas destruidas.
PPK les prometió casas antisísmicas de material noble, servicios de luz, seguridad, agua, desagüe y títulos de propiedad.
“Después del incendio perdimos todo y aún muchas casas están cubiertas de plástico. Cada uno ha buscado la manera de levantar su techo. Las familias de Lima y provincias se solidarizaron con nosotros. Ese gesto fortaleció nuestro ser interior y estamos agradecidos”, comentó Juan Agustín Fernández.
Bekanwe significa 'bienvenido'. Con esta palabra nos recibe Dora Inuma Ramírez de 64 años, mientras prepara patarashca de cahuara, un plato típico de Ucayali. Ella fue una de las primeras en llegar a Cantagallo hace una década y media.
Obstáculos. De cumplirse la construcción de viviendas en Cantagallo, la comunidad shipibo-konibo superará una de sus mayores dificultades, pero aún deben enfrentar un problema que se resiste a desaparecer: la discriminación.
Muchas madres artesanas son discriminadas por su vestimenta y por no hablar bien el castellano. Son asaltadas y a veces acosadas. “Muchas mujeres vienen llorando porque los serenos les decomisaron sus collares, pulseras, mantas. Nosotros no hemos venido a ser un obstáculo para el desarrollo de Lima, no somos mendigos. Somos una cultura milenaria con el arte, la medicina, la comida, la música, nuestra lengua indígena”, explicó Juan Agustín Fernández.
Cultura viva. Pese a la discriminación por la ropa que usan, el idioma que hablan y las costumbres que tienen, la comunidad shipibo-konibo insiste en sus traciones y maneras, que enseñan a los más pequeños. Aunque los más jovenes han nacido en Lima, todos aprenden a hablar el shipibo-konibo en la Institución Educativa Intercultural Bilingüe de la Comunidad Shipiba en Cantagallo.
El plan de la comunidad es crear un circuito turístico en Cantagallo, en donde los visitantes serán recibidos con danzas, teatro y música, donde puedan enseñar su lengua y ofrecer comida, pinturas, bordados, collares y pulseras.
El Gobierno les ha prometido que ni bien se concluyan las obras, las familias shipibo-konibo podrán habitar sus viviendas, un nuevo hogar para una cultura milenaria.
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