El rector de la Universidad Católica, que celebra su centenario, conversó con Raúl Vargas en 'Fuera de Serie' sobre el pasado, presente y futuro de la casa de estudios.
El 2017 se conmemoran los 100 años de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). El doctor Marcial Rubio Correa, el noveno y actual rector, conversó con Fuera de Serie para recorrer este centenario, recordar qué ocurrió en el pasado e imaginar que ocurrirá en el futuro de esta casa de estudios.
¿Cómo podemos contar lo que ha ocurrido con la Universidad Católica en 100 años?
La universidad comenzó de forma muy pobre, con cinco alumnos. Hoy tiene 27 mil. Trabajó en pobreza y dependiendo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos hasta 1949. En el 31 se cerró San Marcos por cuatro años, por los movimientos políticos que hubo. La única otra universidad que había en Lima era la Católica. Allí se dio un pequeño crecimiento. Cuando se abrió, algunos profesores y alumnos regresaron a San Marcos, pero otros se quedaron. El segundo gran crecimiento fue en el 49, cuando fue considerada universidad nacional y ya podía dar grados y títulos en sí misma sin depender de San Marcos. Allí comenzó un moderado crecimiento y después creció sostenidamente desde los sesentas hasta nuestros días.
¿Cómo se fueron adecuando a los tiempos? Una de las preocupaciones contemporáneas es que los rápidos cambios de la sociedad obligan a imaginar reformas muy grandes en el sistema universitario.
La universidad comienza con estudios de Humanidades. Casi inmediatamente, se incluyó derecho. Luego llegaron pedagogía e ingeniería, que viene de tiempos antiguos, y después se van creando otras disciplinas, poco a poco. Hay que pensar en que hasta la mitad del siglo XX, el conocimiento no avanzaba tan rápido. Se daban descubrimientos enormes, que eran casi los primeros, como la luz eléctrica, la radio, la televisión, la grabación. En estos días, en el siglo XXI, la Unesco dice que el conocimiento se duplica cada tres años.
Caricaturescamente, si la carrera dura cinco años, lo que uno estudió en primero lo tiene que reestudiar en el cuarto (risas). Debe cambiar drásticamente la manera de enseñar. Ya no estamos en una época de donde el profesor le da todo el conocimiento al alumno. Ahora se aprende y el profesor es una ayuda en este aprendizaje. Hoy se puede estudiar el cerebro y cómo aprende el ser humano, lo que se traslada en la enseñanza. Tratamos de formar a estos chicos, que vienen entre 17 y 25 años, para que trabajen hasta sus 80 años.
En algunos casos, ya no se pueden aceptar las pesadísimas charlas del pasado y los alumnos tienen más libertad de formarse y de tener puntos de vistas disidentes. ¿Se ha logrado mayor vivacidad en el intercambio entre maestros y alumnos?
Eso es por una lado, pero por otro, el profesor tiene que ser más conceptual. Los chicos sacan los datos de internet mientras están en clase. Uno le dice que la Revolución Francesa fue en 1788 y él dice no, acá dice que fue en 1789. El dato ya no se necesita tanto como comprender el dato y además, seleccionar entre la buena y la mala información. Esto hace que nosotros trabajemos constantemente en cómo enseñar para que se aprenda más.
Se debe entender la posición de la sociedad ante la universidad. Primero por la multiplicación de centros educacionales y universidades, pero también por las opciones científicas o tecnológicas, que tienen un atractivo enorme. El mercado se ha saturado de humanidades. ¿Cómo se planifican las ofertas que se pueden dar?
Instrumentalmente, nosotros tenemos, por ejemplo, una bolsa de trabajo en la que entran los currículums de todos los que quieren buscar trabajos, alumnos o exalumnos. También hay un observatorio laboral. Hacemos encuestas periódicas para ver qué porcentaje de nuestros egresados está trabajando en su especialidad durante el periodo final de sus estudios y cuántos están trabajando al año de salir. Esto nos indica dónde hay fuerza y donde hay debilidad. Hay contacto con exalumnos, que es algo que estamos perfeccionando. Hay quienes tienen cargos importantes en empresas y también se les pregunta cómo va la empleabilidad de las especialidades y qué sensación tienen de nuestros alumnos. Con todo esto se hace una discusión interna, que a veces en intensa y fuerte.
También hay carreras y especialidades nuevas que van apareciendo y que hay que incorporar. Lo hemos hecho con ciencias de la comunicación, artes escénicas, danza, música. Con las ciencias también, se está diversificando mucho, se van creando laboratorios, personas y programas especializados. En la gastronomía vamos a poner una especialidad donde no solo enseñaremos a cocinar, sino también química, física, arte y ciencias sociales.
Ese es un universo mucho más amplio.
Claro, esto obliga a mover constantemente la universidad, repensar lo que ya existe y ver qué nuevas cosas hay. Tenemos al Rectorado pensando en hoy pero mirando a 20 años. Si no, dentro de 20 años esta universidad será un colegio de primaria.
LA UNIVERSIDAD Y LA SOCIEDAD
¿Cómo se ha ido configurando la ciudad universitaria?
Esta es una ciudad, un pueblo. Aquí entran 25 mil personas el día, que estudian, averiguan, enseñan, trabajan, se alimentan. Debemos tener espacio de distracción, de atención, clases, laboratorios, bibliotecas, etc. La universidad tiene un plan maestro que se elaboró por primera vez, para este campus, en 1970. Se ha ido reactualizando, la última vez hace dos años, y se va reconfigurando la ciudad. Los arquitectos van incorporando ideas nuevas y también se van incorporando conceptos de aprendizaje, como por ejemplo, espacios en los que los chicos estudian sin un profesor al lado. La universidad trata de reservar siempre un porcentaje de su dinero para poder invertir. Tratamos de hacerlo y si es preciso, nos sacamos sangre de las venas para ponerla en inversión. Esperamos poder seguir al paso, porque el costo de la educación sube.
Hay un edificio de ciencias que tiene peculiaridades. Cuéntenos un poco.
Tenemos allí cuatro pisos acomodados para los estudiantes y dos sótanos donde los estudiantes tienen los libros. Es una biblioteca, pero no en el sentido tradicional, sino que ahora van los chicos, sacan los libros, hay mesas comunes para que cooperen en sus estudios. Hay cubículos donde pueden usar un proyector, un televisor, tener una videoconferencia con la China o con Chiclayo. Esto se va coordinando para que puedan estudiar de la mejor manera. También están los sets de laboratorios de física, de química, de matemáticas, ingeniería. Son docenas. No sé si todos están al día, pero están lo más al día que podemos.
Las otras grandes innovaciones en el mundo universitario son las ideológicas. La PUCP nace con una voluntad católica y la ha continuado, porque es pontificia, pero al mismo tiempo la gran tarea es cómo estar abiertos a todas las ideas.
Somos una universidad católica y quien aquí viene católico, tiene la posibilidad de desarrollar y practicar su fe. Quien viene de otras religiones, tiene la libertad establecida por la Iglesia y la Constitución. Nadie está obligado a ser católico aquí. La libertad de pensamiento requiere dos cosas: seriedad en la expresión y respeto. Nosotros tratamos, en lo posible, que el que piensa de una manera desarrolle su forma de pensar cotejando con las otras, en un carácter dialéctico. Quien aquí es liberal, lo será; quien aquí es de izquierda o socialista, lo será. Lo que tratamos es que todos tomen contracto con las otras perspectivas.
Otro aspecto importante son las relaciones internacionales. Las universidades hoy ya no son claustros cerrados.
Hay dos dimensiones en esto. La primera es la de la formación. Nosotros queremos formar a nuestros alumnos y a nuestros profesores con raíces bien peruanas y fronda mundial. Uno tiene que ser de un sitio y le tiene que gustar el sol de su tierra. La formación para nosotros es peruana y regional también, pero debes tener un baño de universalidad para poder entender otras culturas y trabajar.
Aquí viene el segundo asunto: ya nadie inventa las cosas quemando las sillas en su horno para mantener el experimento. Hoy los experimentos son internacionales, equipos de cinco lugares del mundo que trabajan juntos. Para eso hay que preparar los contactos internacionales y preparar a la gente para que pueda hacerlo. Sin idiomas adicionales al castellano, especialmente el inglés, uno es un analfabeto en el mundo, al menos en el mundo académico. Esto hace que tengamos una educación mucho más compleja que antes, que era aprender una profesión y sacar el título.
¿Es fluida la relación entre la sociedad y la universidad?
Habría que pensar por un momento en el Perú de hoy e imaginarnos sin ingenieros, sin médicos, sin periodistas, sin abogados. Seríamos gente sin formación superior y tendíamos que importar todos los cerebros que necesitamos. Ese es el aporte de la universidad. Sin universidad, sería imposible materialmente que este país crezca. Yo creo que ese es el aporte fundamental. Sobre este, hay que construir puentes entre universidad y sociedad para que el estudiante no solo aprenda la teoría, sino que meta las botas en el barro y aprenda a hacer las cosas en este país. Para eso está la interdisciplinariedad. Si a un ingeniero le doy un toque de psicología social y un toque de comunicación, hará su trabajo en una comunidad campesina mucho mejor. Se requiere una multicientificidad en la formación y un contacto del estudiante con la realidad.
Una última cuestión: ¿Qué efecto tuvo la visita del presidente Barack Obama?
El primero fue que todos se quejaron conmigo porque no pudieron entrar (risas). Ese fue el más grande. Nosotros no lo organizamos, lo organizó el Departamento de Estado. Nos pidieron el local y participamos activamente. Lo primero fue que tener a un presidente de los Estados Unidos acá fue muy importante para toda la comunidad universitaria, que se sintió orgullosa de que esté en su territorio. Lo segundo fue que él es muy importante no solo por su cargo, sino por lo que dijo e hizo.
Fue un presidente ejemplar, con un pensamiento claro, contribuyó a la paz en el mundo. Todo eso se absorbe acá. De aquí fueron muchos estudiantes y algunas autoridades, como también de otras universidades. Fue para nosotros tener la posibilidad de hablar con el presidente de los Estados Unidos. Los chicos pudieron preguntarle. Él contestó con una llaneza total, se remangó, se sacó la corbata. Fue como cuando se ve una estrella fulgurante en el espacio. Después se va, pero ya la viste.
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