Medir la riqueza por la felicidad de la gente, en lugar de por cuánto valen en dinero las economías es lo que proponen expertos de todo el mundo reunidos en Brasil.
La Felicidad Interna Bruta
(FIB), concepto que propone medir la riqueza de las naciones por el
bienestar real de los ciudadanos, por la alegría de vivir, por las
sonrisas y no por el dinero, como hace el "todopoderoso" Producto
Interior Bruto (PIB), es objeto de un congreso mundial en Brasil.
Medir la riqueza de las naciones por la felicidad de la gente, en lugar de por cuánto valen en dinero las economías es lo que proponen expertos de todo el mundo que participan desde ayer y hasta el próximo lunes en el V Encuentro Mundial sobre Felicidad Interna Bruta.
Reunidos en la ciudad brasileña de Foz de Iguazú, psicólogos, antropólogos y sociólogos, además de economistas, buscan dar un impulso al concepto del FIB, aparentemente tan obvio como revolucionario y, de paso, tratar de poner en evidencia las carencias del PIB.
"El PIB no sirve más. Mide la guerra, los desastres y los accidentes. Necesitamos una alternativa que incluya el desarrollo sostenible y el bienestar de la gente", dijo a Efe la psicóloga estadounidense afincada en Brasil Suzan Andrews, convertida en algo así como la embajadora de la FIB en el país sudamericano.
El uso del PIB para medir la riqueza de los países es algo que ha sido cuestionado incluso por el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, quien llegó a tacharlo de "la religión del número" que sirve para "no hablar nunca de las desigualdades".
Sarkozy incluso encargó un estudio de cómo complementar el indicador a una comisión de la cual formaron parte el indio Amartya Sen y el estadounidense Joseph Stiglitz, ambos distinguidos con el Premio Nobel de Economía.
El último en sumarse a la corriente contra el PIB ha sido el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien, tras conocer que el indicador cayó un 4,5% en el tercer trimestre en su país, aseveró que "llegó la hora de cambiar la forma de medir la economía".
Pero mucho antes, a principios de los años 90, la misma preocupación llevó a la creación en el seno de la ONU del Índice de Desarrollo Humano (IDH), instrumento para clasificar a los países con criterios no meramente económicos y tener en cuenta cuestiones como la educación, salud o la difusión de las condiciones de vida digna.
Lo sorprendente es que lo que últimamente ocupa la mente del presidente francés y de algunos próceres de la economía es algo que ya había percibido hace más de 30 años Jigme Singya Wangchuck, por entonces rey de Bután.
Cuando el monarca decidió lanzar el desarrollo en su diminuto Estado budista situado en las faldas de la cordillera del Himalaya, se encontró con que en el mundo occidental se medía la riqueza por factores que no sintonizaban con las profundas raíces y tradiciones budistas de su país.
Lejos de la concepción de desarrollo como la mera acumulación de bienes materiales, en Bután se buscó abrir paso al concepto de Felicidad Interna Bruta.
En concreto son nueve los factores que componen la FIB: el bienestar psicológico (el optimismo y la autoestima), salud, cantidad de tiempo libre para el ocio, vitalidad comunitaria, educación, cultura, medioambiente, implicación en asuntos de la vida política y nivel de vida.
El actual primer ministro de Bután, Lyongpo Jigme Thinley, también estuvo en Foz de Iguazú para explicar cómo en su país se introdujo la FIB en la Constitución democrática, recientemente aprobada.
"Cada programa, cada política o proyecto debe tener ahora algún valor en FIB", dijo Thinley, que también destacó que eso se plasma en medidas como tener un Ministerio del Bienestar Psicológico,
"A lo largo de los siglos, la felicidad ha sido relegada por los intereses privados (...) Pero no podemos ser felices como seres individuales cuando alguien sufre a nuestro alrededor", subrayó.
"La verdadera felicidad llega de una profunda sensación de satisfacción, pero los ricos sólo tienen el placer fugaz de cómodas posesiones", agregó, al tiempo que habló del ser humano como "animal económico" víctima del "consumismo en la catedral del mercado".
La FIB hace énfasis en el cuidado del medioambiente, algo que el primer ministro explicó preguntándose "cómo podemos ser felices si sabemos que nuestro estilo de vida hará que las nuevas generaciones tengan que enfrentarse a desafíos tan grandes para sobrevivir".
"Ha llegado la hora de tomar, de desarrollar y adoptar una definición del bien y del crecimiento más verdadera y humana. Necesitamos redefinir qué es la prosperidad (...) La felicidad es algo muy serio", concluyó. EFE
Medir la riqueza de las naciones por la felicidad de la gente, en lugar de por cuánto valen en dinero las economías es lo que proponen expertos de todo el mundo que participan desde ayer y hasta el próximo lunes en el V Encuentro Mundial sobre Felicidad Interna Bruta.
Reunidos en la ciudad brasileña de Foz de Iguazú, psicólogos, antropólogos y sociólogos, además de economistas, buscan dar un impulso al concepto del FIB, aparentemente tan obvio como revolucionario y, de paso, tratar de poner en evidencia las carencias del PIB.
"El PIB no sirve más. Mide la guerra, los desastres y los accidentes. Necesitamos una alternativa que incluya el desarrollo sostenible y el bienestar de la gente", dijo a Efe la psicóloga estadounidense afincada en Brasil Suzan Andrews, convertida en algo así como la embajadora de la FIB en el país sudamericano.
El uso del PIB para medir la riqueza de los países es algo que ha sido cuestionado incluso por el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, quien llegó a tacharlo de "la religión del número" que sirve para "no hablar nunca de las desigualdades".
Sarkozy incluso encargó un estudio de cómo complementar el indicador a una comisión de la cual formaron parte el indio Amartya Sen y el estadounidense Joseph Stiglitz, ambos distinguidos con el Premio Nobel de Economía.
El último en sumarse a la corriente contra el PIB ha sido el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien, tras conocer que el indicador cayó un 4,5% en el tercer trimestre en su país, aseveró que "llegó la hora de cambiar la forma de medir la economía".
Pero mucho antes, a principios de los años 90, la misma preocupación llevó a la creación en el seno de la ONU del Índice de Desarrollo Humano (IDH), instrumento para clasificar a los países con criterios no meramente económicos y tener en cuenta cuestiones como la educación, salud o la difusión de las condiciones de vida digna.
Lo sorprendente es que lo que últimamente ocupa la mente del presidente francés y de algunos próceres de la economía es algo que ya había percibido hace más de 30 años Jigme Singya Wangchuck, por entonces rey de Bután.
Cuando el monarca decidió lanzar el desarrollo en su diminuto Estado budista situado en las faldas de la cordillera del Himalaya, se encontró con que en el mundo occidental se medía la riqueza por factores que no sintonizaban con las profundas raíces y tradiciones budistas de su país.
Lejos de la concepción de desarrollo como la mera acumulación de bienes materiales, en Bután se buscó abrir paso al concepto de Felicidad Interna Bruta.
En concreto son nueve los factores que componen la FIB: el bienestar psicológico (el optimismo y la autoestima), salud, cantidad de tiempo libre para el ocio, vitalidad comunitaria, educación, cultura, medioambiente, implicación en asuntos de la vida política y nivel de vida.
El actual primer ministro de Bután, Lyongpo Jigme Thinley, también estuvo en Foz de Iguazú para explicar cómo en su país se introdujo la FIB en la Constitución democrática, recientemente aprobada.
"Cada programa, cada política o proyecto debe tener ahora algún valor en FIB", dijo Thinley, que también destacó que eso se plasma en medidas como tener un Ministerio del Bienestar Psicológico,
"A lo largo de los siglos, la felicidad ha sido relegada por los intereses privados (...) Pero no podemos ser felices como seres individuales cuando alguien sufre a nuestro alrededor", subrayó.
"La verdadera felicidad llega de una profunda sensación de satisfacción, pero los ricos sólo tienen el placer fugaz de cómodas posesiones", agregó, al tiempo que habló del ser humano como "animal económico" víctima del "consumismo en la catedral del mercado".
La FIB hace énfasis en el cuidado del medioambiente, algo que el primer ministro explicó preguntándose "cómo podemos ser felices si sabemos que nuestro estilo de vida hará que las nuevas generaciones tengan que enfrentarse a desafíos tan grandes para sobrevivir".
"Ha llegado la hora de tomar, de desarrollar y adoptar una definición del bien y del crecimiento más verdadera y humana. Necesitamos redefinir qué es la prosperidad (...) La felicidad es algo muy serio", concluyó. EFE
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