En estas escuelas-talleres, los jóvenes gozan de becas de estudio, alimentos y traslados, mientras restauran edificaciones y piezas monumentales del Perú.
Recuperar parte del patrimonio histórico de tres ciudades de Perú recae en manos de decenas de jóvenes de orígenes humildes, gracias a un proyecto de la cooperación española de formación e inserción laboral.
Ya sea con palas y picos en canaletas de desagües de viviendas casi derruidas, subidos con arneses reparando cúpulas de iglesias, sacando restos de pinturas de columnas en pan de oro o excavando tesoros en los centros arqueológicos, los estudiantes de las escuelas talleres aprenden un oficio y ayudan de paso a recuperar el legado histórico.
En estas escuelas-talleres financiadas por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), que operan en las ciudades de Lima, Arequipa y Cusco, los jóvenes no solo gozan de becas de estudio, alimentos y traslados, sino también de la posibilidad de restaurar edificaciones y piezas monumentales del Perú, país con gran legado precolombino y colonial.
Se trata de insertar a estos jóvenes "en este mercado de la recuperación del patrimonio edificado y, a través de eso, desarrollar una vida nueva de familia y mejorar la situación económica", afirma Jorge Larrea, director de la escuela-taller de Lima.
El apoyo de la AECID a esta iniciativa es "fundamental" no solo en la parte económica sino por aportar la idea de la creación de las escuelas-taller, que se puso en marcha en España en la década de los ochenta y después fue llevada a Latinoamérica, acotó Larrea.
En estas escuelas los jóvenes estudiantes, de entre 16 y 25 años, aprenden los oficios de carpintería, cantería, construcción civil, jardinería y forestación, así como excavación arqueológica a nivel técnico y restauración de bienes muebles (lienzos y esculturas, entre otros).
Antes de iniciar su capacitación laboral, algunos de los estudiantes veían una casa antigua y pensaban en que había que demolerla, pero ahora su opinión ha cambiado "al ver su riqueza", confiesa el joven limeño Fernando López.
Las escuelas taller respaldadas por la AECID y la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Instituto Nacional de Cultura (INC), junto a los gobiernos locales, ya han recuperado varios tesoros urbanos.
Entre los monumentos recuperados o por recuperar se cuentan el Cuartel Santa Catalina y la llamada "Casa de la Columna" que formó parte del convento limeño de Santo Domingo, en Lima; la Iglesia de La Merced, calles, casonas y balcones coloniales de Cusco, los jardines de la fortaleza inca de Sacsaywamán, así como los famosos "tambos" o casonas otrora tugurizadas en Arequipa.
Una de las moradoras del "tambo Matadero" de Arequipa Catalina Chuquitay muestra orgullosa su pequeña vivienda en la piedra blanca llamada sillar, que da a un jardín comunal llena de flores de colores vistosos.
La octogenaria, que vive en el lugar desde la década de los sesenta, recuerda que antes de los arreglos "la gente tenía miedo de entrar porque pensaba que era una casa de gente de mal vivir" pero ahora incluso "viene gente del extranjero".
Los estudiantes formados se muestran orgullosos: "Te das cuenta de lo que puedes hacer a nivel de tu tierra", acota Leila Pacheco, estudiante de carpintería de la escuela de Arequipa, al subrayar que gracias a la ayuda española "muchas personas, de no tener nada, ahora tienen como defenderse en la vida".
Sin discriminaciones de género, los jóvenes hacen trabajos que demandan gran esfuerzo físico como levantar piedras y retirar escombros. Esta es otra de las lecciones de las escuelas-taller.
El privilegio de ser partícipes de la recuperación de la memoria histórica también demanda un gran esfuerzo para los estudiantes, ya que algunos de ellos, como Isaías Ayma, deben despertarse todos los días a las 4.30 de la mañana para viajar unas tres horas (ida y vuelta) desde su localidad de Anta hasta Cusco.
La inserción de los egresados al mercado laboral es del 50 por ciento y entre los casos más exitosos destacan los del cantero Edmundo Apaza y la jardinera Rina Bustamante, ambos de la escuela-taller de Cusco .
Edmundo, quien hace rituales andinos para agradecer a la tierra antes de extraer su material de las canteras, ya ha trabajado en la restauración de los muros de Sacsaywamán, entre otros proyectos, y ahora enseña en la escuela taller de Lima, mientras que Rina tiene a su cargo un vivero del Instituto Nacional de Cultura (INC) en Cochapata, a unos kilómetros de Cusco. EFE
Foto: EFE/Referencia
Ya sea con palas y picos en canaletas de desagües de viviendas casi derruidas, subidos con arneses reparando cúpulas de iglesias, sacando restos de pinturas de columnas en pan de oro o excavando tesoros en los centros arqueológicos, los estudiantes de las escuelas talleres aprenden un oficio y ayudan de paso a recuperar el legado histórico.
En estas escuelas-talleres financiadas por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), que operan en las ciudades de Lima, Arequipa y Cusco, los jóvenes no solo gozan de becas de estudio, alimentos y traslados, sino también de la posibilidad de restaurar edificaciones y piezas monumentales del Perú, país con gran legado precolombino y colonial.
Se trata de insertar a estos jóvenes "en este mercado de la recuperación del patrimonio edificado y, a través de eso, desarrollar una vida nueva de familia y mejorar la situación económica", afirma Jorge Larrea, director de la escuela-taller de Lima.
El apoyo de la AECID a esta iniciativa es "fundamental" no solo en la parte económica sino por aportar la idea de la creación de las escuelas-taller, que se puso en marcha en España en la década de los ochenta y después fue llevada a Latinoamérica, acotó Larrea.
En estas escuelas los jóvenes estudiantes, de entre 16 y 25 años, aprenden los oficios de carpintería, cantería, construcción civil, jardinería y forestación, así como excavación arqueológica a nivel técnico y restauración de bienes muebles (lienzos y esculturas, entre otros).
Antes de iniciar su capacitación laboral, algunos de los estudiantes veían una casa antigua y pensaban en que había que demolerla, pero ahora su opinión ha cambiado "al ver su riqueza", confiesa el joven limeño Fernando López.
Las escuelas taller respaldadas por la AECID y la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Instituto Nacional de Cultura (INC), junto a los gobiernos locales, ya han recuperado varios tesoros urbanos.
Entre los monumentos recuperados o por recuperar se cuentan el Cuartel Santa Catalina y la llamada "Casa de la Columna" que formó parte del convento limeño de Santo Domingo, en Lima; la Iglesia de La Merced, calles, casonas y balcones coloniales de Cusco, los jardines de la fortaleza inca de Sacsaywamán, así como los famosos "tambos" o casonas otrora tugurizadas en Arequipa.
Una de las moradoras del "tambo Matadero" de Arequipa Catalina Chuquitay muestra orgullosa su pequeña vivienda en la piedra blanca llamada sillar, que da a un jardín comunal llena de flores de colores vistosos.
La octogenaria, que vive en el lugar desde la década de los sesenta, recuerda que antes de los arreglos "la gente tenía miedo de entrar porque pensaba que era una casa de gente de mal vivir" pero ahora incluso "viene gente del extranjero".
Los estudiantes formados se muestran orgullosos: "Te das cuenta de lo que puedes hacer a nivel de tu tierra", acota Leila Pacheco, estudiante de carpintería de la escuela de Arequipa, al subrayar que gracias a la ayuda española "muchas personas, de no tener nada, ahora tienen como defenderse en la vida".
Sin discriminaciones de género, los jóvenes hacen trabajos que demandan gran esfuerzo físico como levantar piedras y retirar escombros. Esta es otra de las lecciones de las escuelas-taller.
El privilegio de ser partícipes de la recuperación de la memoria histórica también demanda un gran esfuerzo para los estudiantes, ya que algunos de ellos, como Isaías Ayma, deben despertarse todos los días a las 4.30 de la mañana para viajar unas tres horas (ida y vuelta) desde su localidad de Anta hasta Cusco.
La inserción de los egresados al mercado laboral es del 50 por ciento y entre los casos más exitosos destacan los del cantero Edmundo Apaza y la jardinera Rina Bustamante, ambos de la escuela-taller de Cusco .
Edmundo, quien hace rituales andinos para agradecer a la tierra antes de extraer su material de las canteras, ya ha trabajado en la restauración de los muros de Sacsaywamán, entre otros proyectos, y ahora enseña en la escuela taller de Lima, mientras que Rina tiene a su cargo un vivero del Instituto Nacional de Cultura (INC) en Cochapata, a unos kilómetros de Cusco. EFE
Foto: EFE/Referencia
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