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Reflexiones sobre las atenciones a pacientes de EsSalud

Andina
Andina

Hace poco el periodista Carlos Alvarado Chávez tuvo la difícil tarea de enterrar a su progenitor. Los sucesos que acontecieron previo a la muerte de su padre no fueron del todo agradables. En este artículo cuenta la inhumana situación que se presenta en los pasillos de EsSalud, en donde hasta el que tiene un ´conocido´ la pasa realmente mal.

Por Carlos Alvarado Chávez:

El hombre nace, crece, se reproduce y muere. Es la ley ineludible de la vida y debemos aceptarla con resignación.

Recientemente he cumplido con dar cristiana sepultura, en Chimbote, su tierra natal, a mi Sr. Padre, don JULIO DANIEL ALVARADO TOUZETT, un hombre noble, generoso, trabajador, de bien y valiente.

Enfatizo Valiente porque siempre lo fue durante sus fructíferos 80 años de vida para afrontar las vicisitudes que le puso el destino.

Lo más triste y doloroso es que la última prueba de su existencia la perdió porque estuvo solo, abandonado en una fría cama en el Área de Emergencia del Hospital Edgardo Rebagliati Martins. No tuvo la atención oportuna, pese a que siempre dirán lo contrario las más altas autoridades de ese nosocomio.

Mi padre fue un paciente con cáncer maligno de próstata desde hace más de 7 años. Recuerdo como si fuera ayer lo que le dijo la Dra. Grabriela Ferrel cuando lo atendió por primera vez: “Señor Alvarado, usted morirá de cualquier otra enfermedad, menos del cáncer”. Esas palabras fueron premonitorias.

En horas de la mañana del pasado jueves 27 de noviembre, mi padre ingresó caminando a la sala de quimioterapia para su tratamiento habitual. Algunas reacciones anómalas hicieron que el médico de turno ordenara una serie de exámenes. Le diagnosticaron neumonía. Sus defensas estaban bajas y lo trasladaron a Emergencia del Hospital Rebagliati.

Allí comenzó su vía crucis. Estuvo toda la mañana, tarde y parte de la noche esperando en una silla de ruedas porque no había camilla.

Revaluado, el diagnóstico fue neumonía y sepsis, aunque, erróneamente, el Dr. Vargas, Gerente Quirúrgico del Rebagliati había determinado cáncer de pulmón avanzado. Esta información fue corregida.

Todos los médicos que evaluaron a mi Padre recomendaron su internamiento en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).  Después de tres días y en vista de que no se cumplía con la recomendación ordenada por los especialistas, en mi desesperación, acudí a mis amigos en el Poder Legislativo para que interpusieran sus buenos oficios con la finalidad de que mi progenitor fuera ingresado a la UCI.

Entre el lunes 1 y martes 2 de diciembre, recibí llamadas de dos personas: de la señora Rosa Seminario y de la Dra. Virginia Muñiz, del Rebagliati. Ambas me ofrecieron  que, en cuanto hubiese una cama disponible, pasarían a mi Padre al ambiente correspondiente. Fatalmente ese ofrecimiento nunca se cumplió.

Lo más indignante de todo es que cuando llegó mi hermano, a las 3 y 30 de tarde, adelantándose al horario de  visitas (de 4 a 5 p.m.) lo encontró  raro y con el pulso débil. De inmediato buscó asistencia médica. La enfermera que tenía en frente se negó a ayudarlo alegando que no era su paciente.

Desesperado, mi hermano corrió por los pasillos de Emergencia gritando, buscado ayuda pero nadie, absolutamente nadie, le daba razón por los médicos de turno.

Después de casi 20 minutos llegaron los responsables del área quienes con una mediocre frialdad  le indicaron: “Lamentablemente el pacientito ya falleció”.

Mi Padre, Don Julio Alvarado Touzett, falleció el sábado 6 de diciembre en la camilla 32 del Área de Emergencia en un ambiente flanqueado por dos tachos de basura llenos de pañales desechables.
Con infinito dolor puedo decir que su deceso era previsible pero no de esa manera.

De acuerdo con el certificado de defunción, el fallecimiento de mi Padre fue producto de neumonía intrahospitalaria (NIH), Neutropenia febril (NF), males que se adquieren en los mismos nosocomios. Para superarlos se requería de un ambiente aislado, quizá no se puede pedir un ambiente estéril, pero si con menos contaminación como la UCI del Rebagliati.

Allí no quedó todo. Transcurridos 20 minutos de la muerte de mi Padre, mi teléfono móvil comenzó a sonar. Era el agente de una funeraria que me ofrecía sus servicios para el sepelio.

Recordé, entonces, que mi número telefónico solo se las había entregado a dos personas, a las del Rebagliati, mencionadas líneas arriba. Pregunto: ¿Quién le proporcionó al empleado de la funeraria mi teléfono?

Para mí es necesario poner en blanco y negro este penoso episodio de mi vida. Porque si a un hombre, por quien se hicieron gestiones ante las más altas autoridades gubernamentales para que recibiera atención oportuna no tuvo resultado, cómo será de aquellos no que tienen voz ni nadie que pueda hablar por ellos.

Creo que mi Padre, desde donde esté, va a sentir alivio y tranquilidad de que lo que intento plasmar aquí es solo y exclusivamente pedir, invocar, que en las áreas de emergencia, de los hospitales y de los centros de salud de cualquier lugar del país, haya un poco de HUMANIDAD y una mejor atención para los enfermos.

Finalmente a través de estas líneas quiero expresar mi eterna gratitud a la Vicepresidenta de la República, señora Marisol Espinoza Cruz, y a la Presidenta del Congreso, señora Ana María Solórzano Flores, por su invalorable apoyo y su indesmayable voluntad de preocuparse por la salud de mi señor Padre y de interponer sus buenos oficios para que Essalud cumpla con su labor.

A la señora Keiko Fujimori le agradezco por sus palabras de aliento y su pesar por la muerte de mi Padre. Asimismo, agradezco a todos mis amigos que se solidarizaron con mi dolor.

Gracias a Abelardo Domínguez quien siempre siguió paso a paso la situación y entendió los honores del llanto a mi Padre. Y Mil gracias a RPP por permitirme esta libertad.

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