Tras estudiar las imágenes captadas por el satélite, se ha registrado un incremento de barracas y de la actividad agrícola y madedera, sin medidas de seguridad.
Corea del Norte está incrementando el número de reclusos y el trabajo forzado en dos de sus principales campos de prisioneros políticos, según denunció este domingo Amnistía Internacional (AI) tras analizar una serie de imágenes recientes tomadas por satélite.
A través de un informe, AI revela que ha detectado nuevos barracones o una ampliación de las instalaciones madereras o de minería, así como gran cantidad de garitas de seguridad o alambradas para controlar los campos, tras estudiar las imágenes -tomadas a lo largo de 2013- de las colonias penales ("kwanliso" en coreano) número 15 y 16.
COLONIAS PENALES
En el Kwanliso 16 (también conocido como Campo de prisioneros de Hwasong), situado en la gélida provincia de Hamgyong del Norte, se aprecia un incremento de barracas y de la actividad minera, agrícola y maderera que llevan a cabo forzosamente, sin medidas de seguridad y sin apenas derecho a descanso, los prisioneros ahí retenidos.
En 2011 se estimaba que en Hwasong, que tiene unos 560 kilómetros cuadrados (lo que equivale a tres veces la superficie de la ciudad de Washington), había unos 20.000 prisioneros políticos.
En el Kwanliso 15 (también llamado Campo de Yodok) se aprecia en cambio un menor número de bloques para alojar prisioneros con respecto a 2011, aunque la actividad laboral forzosa resulta "significativa", ya que, por ejemplo, se ve un mayor procesamiento de madera en bruto en lo que aparenta ser una fábrica de muebles.
En los 370 kilómetros cuadrados de Yodok (situado a unos 120 kilómetros al noreste de Pyongyang) se cree que están encarceladas unas 50.000 personas.
ABUSOS CONTRA FAMILIAS
En estas colonias viven muchos niños, recuerda AI, dado que Corea del Norte practica "limpiezas de sangre" que implican que tres generaciones de una misma familia deben ser encarceladas cuando uno solo de sus miembros comete una falta contra el régimen o habla mal del mismo.
El análisis, que ha sido entregado a una comisión de la ONU que investiga los abusos de derechos humanos por parte del régimen de Kim Jong-un, viene acompañado de dos entrevistas realizadas a una exprisionera de Yodok que presenció ejecuciones públicas y a un excarcelero que trabajó en Hwasong en los ochenta y noventa.
Este último habló de prisioneros que, tras cometer alguna ofensa en el campo, eran forzados a cavar sus propias tumbas antes de ser ejecutados a base de martillazos en el cuello.
También habla de estrangulamientos y palizas propinadas hasta la muerte con varas de madera, además de prisioneras a las que se "hacía desaparecer" después de haber sido violadas por los guardias.
EFE
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