´Durante la guerra, Karadzic fue la personificación del hambre, del miedo a no llegar a terminar la escuela, a quedarme sin mi familia´, narran.
"Para nosotros, Radovan Karadzic fue la personificación de un mal poderoso e imparable". Así de rotunda se expresa Nihada Jablic, una sarajevita de 33 años, cuando recuerda los años de asedio a su ciudad durante la guerra de Bosnia.
Unos recuerdos que han retornado ahora a la mente de quienes vivieron el sitio de Sarajevo, tras el alegato que Radovan Karadzic, acusado de ser responsable de la muerte de 10.000 personas en la ciudad, formuló ayer, en el comienzo de su juicio por crímenes de guerra en La Haya.
"Durante la guerra, Karadzic fue la personificación del hambre, del miedo a no llegar a terminar la escuela, a quedarme sin mi familia, del temor a que no llegaría a esconderme a tiempo con mis compañeros de la escuela en el sótano cuando empezaba el cañoneo", recuerda Jablic, hoy directora del diario Nezavisne
Han pasado 15 años desde el fin del asedio a Sarajevo por las tropas serbobosnias. Radovan Karadzic cuenta ahora ante el tribunal que lo juzga su verdad sobre la guerra: que los musulmanes trataron de imponer su autoridad sobre los serbios de Bosnia y que los serbobosnios actuaron en legítima defensa.
Unos argumentos que los que los sarajevitas afirman son los mismos que el ex líder político serbobosnio lleva esgrimiendo desde comienzos de la pasada década.
Fue entonces cuando Karadzic fundó el nacionalista Partido Democrático Serbio (SDS), empezó a perder amigos en Sarajevo y a la vez a convertirse en un icono de los votantes que no querían una Bosnia independiente, sino integrada en una Yugoslavia que ya se estaba descomponiendo, tras la separación de Eslovenia y Croacia.
Karadzic, considerado antes de la guerra en Sarajevo, donde vivía y trabajaba, como un buen psiquiatra y mediocre poeta, pronto se convirtió en el sinónimo del mal para los sarajevitas.
Después del referéndum sobre la independencia en la primavera de 1992, el SDS organizó la colocación de barricadas en las calles de la capital, los diputados serbios abandonaron el Parlamento bosnio y pocos meses después, con Karadzic ya como presidente serbobosnio, Sarajevo se vio rodeado de tanques y cañones de su artillería.
La vida en la ciudad sitiada se convirtió en un infierno.
"Estaba totalmente desesperado. La vida sin agua ni electricidad era realmente dura", rememora Amar Cesic, periodista de la televisión nacional bosnia.
"Él (Karadzic) era la persona culpable de que mi vida estuviera pasando de largo y yo no pudiera hacer nada para cambiarlo", afirma Cesic, que tenía 21 años cuando empezó la guerra y fue herido tres veces.
En una ciudad completamente aislada y donde el peligro era la rutina, un joven como Cesic sólo soñaba con obtener CD de música y pasta de dientes. "No era vida para un joven", dice.
"La vida consistía en esperar cuatro o cinco horas para conseguir agua, buscar leña para encender un fuego, ir a algo que llamaban escuela y leer. Leer cualquier cosa que pudieras encontrar. Suma a eso entre 100 y 1.000 disparos al día. Esa era la vida durante el asedio de Sarajevo", relata Cesic.
La guerra, que duró entre 1992 y 1995, asoló el país. Dos millones de personas abandonaron sus hogares.
"Quedaron los cementerios con 100.000 víctimas de la política de Karadzic y la de sus mentores, quedó una sociedad dividida, dominada por la injusticia y la insuperable desconfianza entre la población", se lamenta Jablic, que perdió a dos de sus parientes durante el asedio.
"Quedaron los perdedores, en todos lo lados. Demasiada insatisfacción personal que impide a la gente esperar del juicio de Karadzic la satisfacción, ni judicial ni moral, por las vidas, hogares y años perdidos", indicó. EFE
Unos recuerdos que han retornado ahora a la mente de quienes vivieron el sitio de Sarajevo, tras el alegato que Radovan Karadzic, acusado de ser responsable de la muerte de 10.000 personas en la ciudad, formuló ayer, en el comienzo de su juicio por crímenes de guerra en La Haya.
"Durante la guerra, Karadzic fue la personificación del hambre, del miedo a no llegar a terminar la escuela, a quedarme sin mi familia, del temor a que no llegaría a esconderme a tiempo con mis compañeros de la escuela en el sótano cuando empezaba el cañoneo", recuerda Jablic, hoy directora del diario Nezavisne
Han pasado 15 años desde el fin del asedio a Sarajevo por las tropas serbobosnias. Radovan Karadzic cuenta ahora ante el tribunal que lo juzga su verdad sobre la guerra: que los musulmanes trataron de imponer su autoridad sobre los serbios de Bosnia y que los serbobosnios actuaron en legítima defensa.
Unos argumentos que los que los sarajevitas afirman son los mismos que el ex líder político serbobosnio lleva esgrimiendo desde comienzos de la pasada década.
Fue entonces cuando Karadzic fundó el nacionalista Partido Democrático Serbio (SDS), empezó a perder amigos en Sarajevo y a la vez a convertirse en un icono de los votantes que no querían una Bosnia independiente, sino integrada en una Yugoslavia que ya se estaba descomponiendo, tras la separación de Eslovenia y Croacia.
Karadzic, considerado antes de la guerra en Sarajevo, donde vivía y trabajaba, como un buen psiquiatra y mediocre poeta, pronto se convirtió en el sinónimo del mal para los sarajevitas.
Después del referéndum sobre la independencia en la primavera de 1992, el SDS organizó la colocación de barricadas en las calles de la capital, los diputados serbios abandonaron el Parlamento bosnio y pocos meses después, con Karadzic ya como presidente serbobosnio, Sarajevo se vio rodeado de tanques y cañones de su artillería.
La vida en la ciudad sitiada se convirtió en un infierno.
"Estaba totalmente desesperado. La vida sin agua ni electricidad era realmente dura", rememora Amar Cesic, periodista de la televisión nacional bosnia.
"Él (Karadzic) era la persona culpable de que mi vida estuviera pasando de largo y yo no pudiera hacer nada para cambiarlo", afirma Cesic, que tenía 21 años cuando empezó la guerra y fue herido tres veces.
En una ciudad completamente aislada y donde el peligro era la rutina, un joven como Cesic sólo soñaba con obtener CD de música y pasta de dientes. "No era vida para un joven", dice.
"La vida consistía en esperar cuatro o cinco horas para conseguir agua, buscar leña para encender un fuego, ir a algo que llamaban escuela y leer. Leer cualquier cosa que pudieras encontrar. Suma a eso entre 100 y 1.000 disparos al día. Esa era la vida durante el asedio de Sarajevo", relata Cesic.
La guerra, que duró entre 1992 y 1995, asoló el país. Dos millones de personas abandonaron sus hogares.
"Quedaron los cementerios con 100.000 víctimas de la política de Karadzic y la de sus mentores, quedó una sociedad dividida, dominada por la injusticia y la insuperable desconfianza entre la población", se lamenta Jablic, que perdió a dos de sus parientes durante el asedio.
"Quedaron los perdedores, en todos lo lados. Demasiada insatisfacción personal que impide a la gente esperar del juicio de Karadzic la satisfacción, ni judicial ni moral, por las vidas, hogares y años perdidos", indicó. EFE
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