La cabeza pertenece al obrero Adalberto Gurrola, de 29 años, sin antecedentes penales, y apareció junto a la tumba del narcotraficante Arturo Beltrán Leyva.
La cabeza pertenece a Adalberto Gurrola, de 29 años, nativo de Sinaloa y sin antecedentes penales, dijo hoy un portavoz de la fiscalía estatal.
Los restos fueron identificados por un familiar, quien aclaró que el joven trabajaba en una empresa procesadora de alimentos.
De acuerdo con esta persona, Gurrola salió el sábado con unos amigos y no se presentó a trabajar ese día por la noche.
A la mañana siguiente, su cuerpo decapitado fue descubierto en el cementerio, junto al sepulcro del narcotraficante Gonzalo "El Chalo" Araujo y su cabeza, poco después, a 30 metros, en la tumba de Beltrán Leyva.
Estaba adornada con una rosa colocada en la oreja.
El suceso tuvo lugar en el cementerio Jardines de Humaya de Culiacán, capital de Sinaloa, estado considerado como la cuna del narcotráfico y sede de uno de los más importantes cárteles traficantes de droga del país.
Los Beltrán Leyva pertenecieron anteriormente a esa organización criminal, el cártel de Sinaloa, hasta que, por diferencias con su líder, Joaquín "El Chapo" Guzmán, lo abandonaron para hacer negocios por su cuenta y entraron en guerra con sus antiguos aliados.
En los últimos años, la organización de los Beltrán Leyva ha ganado en presencia en México y fue desvelado que varios altos responsables de la lucha antidrogas, entre otros, presuntamente su máximo titular, estaban en su nómina.
"El Barbas", considerado el dirigente del cártel, fue localizado en diciembre por efectivos de la Armada en una acomodada zona residencial en la ciudad central de Cuernavaca, por lo que se puso en marcha un operativo para capturarlo.
Los narcotraficantes ofrecieron una feroz resistencia y el desenlace fue la muerte por disparos de su líder. El cuerpo fue fotografiado semidesnudo, ensangrentado y cubierto de billetes, imagen que circuló por todo el mundo.
Posteriormente, el cadáver fue reclamado por varias parientes del capo, y este fue enterrado en el cementerio Jardines de Humaya, ante la mirada vigilante del Ejército.
Al sepelio no acudieron ni el padre ni los hermanos del narcotraficante, únicamente unas pocas personas, la mayoría mujeres, de acuerdo a la prensa mexicana, que también informó que el cuerpo fue depositado en un ataúd bañado en oro valorado en 1,5 millones de pesos (unos 118.483 dólares).
Los cementerios de Culiacán y otros puntos de Sinaloa contienen a menudo tumbas muy lujosas, construidas para narcotraficantes y presuntos sicarios fallecidos.
La pugna interna entre los cárteles por dominar el mercado y los choques con Ejército y Policía Federal se han cobrado más de 15.000 vidas en los últimos tres años. EFE
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